1.
El don
precioso e insustituible del sufrimiento prolonga la obra redentora de Cristo
crucificado, en los enfermos que van a Lourdes. Admiro en ellos la fe, la
paciencia y entereza a la voluntad de Dios. En todas partes y, sobre todo en la
enfermedad, están presentes el amor de Dios y la salvación traída por Cristo.
2. Sabemos, a la luz de la Revelación y de la
Redención, que el sufrimiento tiene un significado, que entra en el plan
universal de la Providencia, y en el plan amoroso de salvación. El cristiano lo acepta y lo ama por
la fe en Cristo crucificado y resucitado, porque sabe que el amor infinito no
traiciona; y por lo tanto está a la espera con confianza en la felicidad plena
más allá de los límites del tiempo. Convencido
de esta verdad san Pablo exclamó: "He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo
yo, sino que Cristo vive en mí! La
vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó
y se entregó a sí mismo por mí "(Gal 2, 20). Y agregó: "Estoy lleno de
consuelo, rebosante de gozo en todas nuestras tribulaciones" (2 Corintios 7: 4).
3. Hoy seguimos celebrando la memoria de la Bienaventurada
Virgen que se apareció a Bernadette en Lourdes por primera vez el 11 de febrero
de 1858, <<En este sentido, recuerdo mis peregrinaciones con la hospitalidad y la
impresión positiva que siempre me han causado la acogida, las idas y venidas de
los hospitalarios con los enfermos a los actos, las misas, las piscinas o
simplemente un rato de paseo por el santuario y el pueblo, los rostros
sufrientes pero alegres ante la presencia de la Madre en la Gruta, en la
procesión del Santísimo y de las antorchas. Siempre me emocionan las sonrisas y
las caricias del Señor manifestado ante la reacción positiva de los enfermos en
su enfermedad>>.
4. El mensaje de Lourdes es una invitación sincera a los
cristianos y a todos los hombres a volver a tener "la conciencia
bien formada para distinguir entre el bien y el mal, el amor a la justicia, el
amor y la verdad; una conciencia
respetuosa con el misterio de Dios, el único que puede dar sentido pleno a las
exigencias morales en cuanto a la existencia; una
conciencia sensible al mensaje del Evangelio transmitida por la Iglesia de
generación en generación”.
Hoy en día el significado mismo del
pecado ha desaparecido parcialmente, porque se ha perdido el sentido de Dios. El
plan del maligno es construir un humanismo sin Dios y por eso las Conciencias están oscurecidas como en
la época del primer pecado, y ya no se distingue el bien del mal. Muchos ya no saben lo que es pecado o
no quieren saber, como si este conocimiento podría alienar su libertad. . . Sigue
siendo difícil convencer al mundo presente de la miseria del pecado y lo
beneficioso de la salvación que Dios ofrece continuamente a través de la
reconciliación "(ibid, p. 198). Sin embargo, la Virgen
Inmaculada vino a recordar a todos los hombres la necesidad de la conversión interior
y de la reconciliación. Sabemos
que el Jesús crucificado, es quien por su propio sufrimiento redimió a la
humanidad de la mala conciencia, que ésta iluminada y purificada por la Pasión
le dio un significado real a nuestro dolor.
3. En la fecha del 11 de febrero de 1984
el Papa publica la carta sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano. En ella (Salvifici doloris, 26) se dice que "Cristo
a través de su propio sufrimiento salvífico está muy presente en cada
sufrimiento humano" y…"Esto es sobre todo una llamada y una
vocación”. “Cristo
no explica abstractamente las razones para el sufrimiento, primero dice:
"¡Sígueme! ¡Ven!",
Únete con tu sufrimiento en esta obra de salvación del mundo! Únete por medio de mi cruz”. "Cuanto más la persona se ve
amenazada por el pecado, mayor es la razón que el sufrimiento humano posee en
sí mismo. La Iglesia siente la
necesidad de recurrir al valor de los sufrimientos humanos para la salvación
del mundo "(ibid, 27). Nosotros, como Jesús en la cruz, podemos
obtener la gracia de la luz, del arrepentimiento, de la conversión, de la
salvación para tantos hermanos que son víctimas de la corrupción moral y del
clima de materialismo y del hedonismo; o
pasear sin fe y sin indiferencia certeza o la negación de la religión.
En declaraciones a los sacerdotales y con
atención especial a la administración del sacramento del perdón, les dijo:
"El sacerdote que ayuda a la conversión de sus fieles desde la fuente
del perdón, participa en la Pasión de Cristo, de su sufrimiento ante el
endurecimiento de los corazones, su angustia por la salvación del mundo
"(cf. enseñanzas de Juan
Pablo II, VI / 2 [1983] 217). A los enfermos, les
anima a rezar y sufrir por la Iglesia, por los obispos, a los sacerdotes, por
las vocaciones para los seminarios y por los responsables de la formación de
sacerdotes y religiosos. La
Iglesia tiene necesidad de personas que oren, en el silencio y en el
sufrimiento, y les dice que en su enfermedad, pueden ser apóstoles. Y como regalo se experimenta el
amor a Jesús en la Eucaristía y la devoción a la Santísima Virgen en la que
podemos encontrar la verdadera felicidad.
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