1. "A minha alma glorifica o Senhor e o
meu espírito exulta de alegría em Deus, meu Salvador!". Escuchábamos ayer
en el evangelio.
2. La primera lectura de la misa de hoy nos
habla de alegría. El profeta Isaías dice: “Is. 66, 10-14c…” Con esta visión los
corazones latirán de alegría… el profeta se refiere al drama del exilio de
Babilonia que debería terminar con el retorno de los hebreos para la ciudad
Santa. Como decía ayer la alegría que se manifiesta en la visita antes del
nacimiento de Jesús por parte de María a Isabel. (cf. Lc. 1, 46-55).
Hablar de alegría a y sobre todo si se
refiere a los dolientes, puede parecer extraño y contradictorio, pero
precisamente en esto está el valor del mensaje cristiano. Jesús mediante la
redención trajo y dio a la humanidad el tesoro de la verdadera alegría. El nos
dice:” Os digo esto para que mi alegría este en vosotros y vuestro gozo sea
completo… Nadie os podrá quitar vuestra alegría… pedid y recibiréis para que
vuestra alegría sea completa (Jn. 16, 23.24).
Es una alegría interior, misteriosa, a
veces surcada de lágrimas, pero siempre viva, porque nace de la certeza del
amor del Dios que es siempre Padre, incluso en las circunstancias dolorosas y
adversas de la vida, y da un valor meritorio y eterno a la existencia humana
entera, de modo especial a la existencia con problemas y sin satisfacciones
humanas. Cuando el corazón se
dispone y entra en esta clave de sintonía con el Señor, nosotros vamos también
descubriendo que lo que podemos llegar a ser, sólo es don gratuito de Dios, que
obra en nosotros, haciéndonos vencer el pecado, la muerte, los vicios, los
defectos y todo aquello que en nuestra naturaleza se muestra como herido.
Rom. 8, 16-18 y 2 Cor. 4, 17-18. Leer en la homilía.
“Cristo no suprimió el sufrimiento”, dijeron los padres del CVII
en su mensaje a los pobres y a los enfermos, Él no quiso desvelar enteramente
su misterio, el costo que iba a tener tomar sobre sí todo el pecado y, esto
basta para que nosotros comprendamos todo su valor. Esta es la única verdad
capaz de responder a nuestras preguntas y darnos un alivio sin ilusiones. Con fe
profunda el gran Pascal se expresaba así en su oración para pedir a Dios
un buen uso de sus dolencias: “haced, oh Dios que yo adore en silencio…
hacedme la gracia de unir mis sufrimientos a vuestras consolaciones para que yo
sufra como cristiano… Os pido Señor que yo experimente juntamente con los
sufrimientos de la naturaleza por culpa de mis pecados, las consolaciones de
vuestro Espíritu, en virtud de vuestra Gracia”. Este misterio de
alianza de amor que existe entre Jesús y la Madre, nos alcanza también a
nosotros. Jesús nos libera del pecado en comunión plena con la Madre, la
concebida sin pecado, y nos permite entrar en plena comunión con ese misterio
de amor.
Santa Bernadette, que en su infancia había experimentado el
sufrimiento del hambre, conocía el valor del pan, e imploraba así al Señor: “Oh
Jesús, dadme, os lo imploro el pan de la humildad, el pan de la obediencia, el
pan de la caridad… Oh Jesús queréis crucificarme ¡Hágase! Dadme el pan de la
fuerza para saber sufrir, el pan de verte solamente a ti y en todo, siempre.
Jesús, María, la Cruz ¡no quiero ningún otro amigo!” Verdaderamente el Evangelio siendo mensaje de verdad absoluta y
definitiva, es también mensaje de autentica alegría porque da significado al
valor de nuestros sufrimientos.
3. Glorifiquemos al altísimo
mediante la intercesión de nuestra Señora Madre del cielo. Que nuestras
oraciones y los sufrimientos sean ofrecidos para la salvación de las almas. El
hombre de nuestros días necesita de una fe cierta y segura. El fenómeno de la
secularización al final no sacia, no satisface y deja al hombre moderno sin
ilusión, con nostalgia de la verdad auténtica y segura. Seamos en cada
cristiano con nuestra vida y oraciones el aceite precioso gracias al cual, en
la Iglesia brille siempre la lámpara de la fe y la caridad.
4. Después de las apariciones de
Nuestra Señora a la pequeña Bernadette, ella vivió siempre con una fuerte
añoranza del cielo. Repetía con frecuencia: “¡Vamos para el cielo, trabajemos
por el cielo, todo lo demás es nada!”. Y afirmaba: ¡el cielo debo ganarlo!
Hagamos las cosas que los demás dicen que son imposibles de hacer.
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