El
tiempo de Cuaresma es un tiempo más apto para repasar lo que Jesucristo nos
señala más importante con el fin de ser sus discípulos. Como se decía ayer, en
el primer domingo, es tiempo para retirarse al desierto del silencio y la
oración.
Hoy
nos señala el evangelio l sobre lo que seremos juzgados “al fin de los
tiempos”. No puede ser más que sobre el amor y la caridad, ya que es lo
principal que Jesucristo nos enseñó. Hoy se nos dice que la caridad es el mejor
camino para llegar a participar plenamente de la Pascua.
Jesús
juzgará no sobre las ideas y las palabras, sino sobre las obras que hayamos
hecho o dejado de hacer en cuanto a la caridad: las obras de misericordia. Y lo
más impresionante es que El, siendo juez, se identifica con los pobres y
necesitados. Las obras que pueden salvarnos son las obras de amor. Esto sirve
para los cristianos y para todos los pueblos.
En
la primera lectura, que es del libro del Levítico, ya nos dice que Dios no es
ajeno con lo que hagamos con nuestro prójimo, aunque para los israelitas los
verdaderos prójimos eran “los de su pueblo”. Nos dice que no hay que hacer mal
al prójimo, y nos pone como argumento principal el hecho de que Dios es santo:
es el Señor.
No
tenemos que hacer ningún mal al prójimo. Y pone varios ejemplos: robar o engañar,
explotar al prójimo o retrasar el pago del jornal, maldecir al sordo o hacer
tropezar al ciego, no juzgar con equidad o declarar en falso contra otro,
reprender, vengarse o guardar rencor. Al final formula el precepto positivo:
“Amarás al prójimo como a ti mismo”.
Lo
específico de Jesús y lo novedoso para los judíos es que Jesús proclama como
prójimos a todos, hasta a los enemigos. Por eso hoy, cuando le vemos juzgando
sobre la caridad, no lo hace sólo para una nación o para los cristianos, sino
para todas las naciones. Todos debemos amarnos.
En
este juicio final se presenta Jesús como rey, que simbólicamente es un signo de
poder; pero el poder de Jesús quiere ser por amor. Ese reino será una realidad,
si procuramos hacer más humano y más cristiano el pequeño mundo que nos rodea a
cada uno, si hacemos que se establezca más la concordia y la unidad, que brille
en todos los estamentos de la sociedad el verdadero amor. A veces pensamos
hacer grandes cosas en bien de personas lejanas, cuando lo primero debemos
atender al prójimo de todos los días.
El
evangelio de hoy nos indica que si nos hacemos la guerra, estamos anticipando
el infierno; pero si nos ayudamos unos a otros, estamos anticipando el cielo.
El evangelio de hoy, nos describe a Jesús como juez y como rey, y no está
escrito en tiempos “gloriosos” para la Iglesia , como los de Constantino o la edad media,
sino cuando comenzaba pobre y era perseguida. Es un examen que Jesús nos hará a
las personas de todas las naciones, pero también de todos los tiempos. Es para
los ricos y para los pobres, para los que viven en tiempos pacíficos y para los
que viven en tiempos complicados.
Pidamos
a nuestra Madre, la Virgen ,
que nos ayude a realizar siempre el bien y así un día merecer la acogida
benévola de Cristo en su gloria.
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