martes, 9 de febrero de 2016

NOVENA A LA VIRGEN DE LOURDES 2016. 6ª Homilía

"Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador!".
¡Queridos hermanos y hermanas!
1. En este día tan significativo, seguimos recordando las apariciones de la Virgen María en Lourdes, seguimos alabando al Señor con el himno del magníficat: "De generación en generación su misericordia está en los que le temen”.
Estoy muy contento de poder seguir predicando esta novena y, aprecio el esfuerzo que hacéis al venir estos días a la parroquia de Santa María. El Señor y la Santísima Virgen nos regalan a todos en estos días y, especialmente a los enfermos, hospitalarios, peregrinos, mucho fervor espiritual y nos traen el consuelo haciéndonos testigos de la fe y el amor que nuestro Señor y la Virgen irradian.
2. La primera lectura ha propuesto a nuestra consideración las palabras del profeta Isaías, que en el exilio exhortó al pueblo de Israel con la perspectiva de volver a Jerusalén, la Ciudad Santa, y con la certeza de que, a pesar de todos los dolorosos hechos ocurridos,  Dios no había abandonado al pueblo de la alianza: "Como una madre consuela a su hijo, así os consolaré yo; y en Jerusalén seréis consolados. Al verlo, se alegrará vuestro corazón(Is 66: 13-14).
Recordando las apariciones de Nuestra Señora de Lourdes, podemos aplicar a nosotros y a nuestra historia las palabras del profeta Isaías: Dios quiso que la Virgen María se apareciera dieciocho veces a la pequeña Bernadette, del 1 febrero a 16 julio, 1858, para dejar un mensaje de consuelo y amor a la Iglesia y a toda la humanidad.
De hecho, en estas apariciones hay un significado que sigue siendo válido, y que debemos valorar y reflexionar como un patrimonio precioso. A mediados del siglo pasado, mientras se extendía el racionalismo de manera insidiosa y el escepticismo, la virgen María, vino a ayudar, y a confirmar lo auténtico y genuino de la fe cristiana, la familia de los creyentes y como deben vivirla.
En Lourdes la Virgen María recordó al mundo que el sentido de la vida en la tierra es su orientación hacia el cielo. Al igual que el pueblo de Israel, la humanidad está en el camino y su objetivo es la Jerusalén celestial. Las palabras del profeta Isaías son para los hombres de todos los tiempos, y se aplican también hoy a nosotros: "En Jerusalén seréis consolados”. La tentación humana de siempre, una tentación que el progreso de hoy hace que sea especialmente atractiva, y es limitar a la tierra todas las perspectivas, centrándose todos los esfuerzos en la construcción de un hogar terrenal más cómodo y seguro, olvidándose del cielo. 
La fe no condena el compromiso de mejorar las condiciones de vida en la tierra. Sin embargo enseña que este compromiso debe verse e interpretarse en el contexto de la tarea de dominio sobre la tierra, confiada por Dios al hombre desde el principio de su historia. Lo que la fe no admite es que el momento en que la tierra se entiende por el hombre como la fase final de su historia, y no es más que una fase temporal (sin continuidad), para ser vivida de acuerdo con el destino real, y que no se encuentra más allá del tiempo sin aspirar a lo eterno. La Señora de Lourdes, llegó a hablar del hombre del "paraíso", porque este hombre comprometido con el mundo no puede olvidarse de que tiene que orientar sus ojos al cielo para no perder la esperanza y hacer un mundo más justo.
La Santísima Virgen está llamando también en este año de la misericordia para recordarnos el valor de la conversión y la penitencia, presentando al mundo el núcleo del mensaje evangélico. Ella le dijo a Bernadette, en la aparición del 18 de febrero: "Te prometo hacerte feliz, no en este mundo, sino en…". Posteriormente ella la invitó a rezar por los pecadores y el 24 de febrero, repitió tres veces: "Penitencia, Penitencia, Penitencia". En Lourdes María indica y subraya la realidad de la redención de la humanidad del pecado a través de la cruz, y que es a través del sufrimiento. Dios, que se hizo hombre, murió inocente clavado en una cruz. En Lourdes la Señora nos enseña el valor redentor del sufrimiento; éste da coraje, paciencia, y la entereza; además ilumina el misterio de nuestra participación en la pasión de Cristo; y con ello se eleva la mirada interior a la felicidad verdadera y total, que el mismo Jesús nos aseguró y preparó más allá de la vida y la historia. Bernadette, que había comprendido el mensaje de María, se hizo monja en Nevers y gravemente enferma, la invitaron a ir a la gruta de Massabielle para pedir la curación, ella contestó: "Lourdes no es para mí". 
 Por último, el mensaje de Lourdes se completa con la llamada a la oración: María aparece en la oración, Bernadette quiere recitar el rosario con su propia corona personal, La virgen la había pedido que se construyera una capilla en ese lugar y que la gente debía venir en procesión. Esto también es una advertencia válida siempre. Nuestra Señora de Lourdes vino a decirnos, con la autoridad y la bondad de una madre, que si queremos realmente mantener y fortalecer la difusión de la fe cristiana, es necesario a la oración humilde y confiada. En la biografía de Santa Bernardita el jueves 3 de junio 1858, recibió su primera comunión. A ella se le preguntó si había disfrutado más viendo a Nuestra Señora o al recibir la primera comunión. Con prontitud e inteligencia, dijo: "No se pueden hacer comparaciones; sin embargo, se, que ambos hechos me han hecho completamente feliz”.


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