Esta parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón está dicha por Jesús especialmente para los fariseos, que aparentaban tener religión porque hacían actos religiosos, pero que en realidad no tenían la religión del amor. En esta parábola hay dos temas de esos que no suele gustar mucho que nos hablen claramente: la riqueza y el infierno. Y lo hace con una parábola que tiene mucho de realidad palpable, por eso hasta da un nombre propio al pobre: Lázaro. Al rico simplemente le llama “Epulón”, que significa comilón.
San
Lucas es el evangelista que más trata el problema de la riqueza como algo que
entorpece el camino hacia Dios. Quizá, al ser secretario de san Pablo, en
aquellos viajes por Grecia y otros lugares, se dio cuenta del abismo que había
entre pobres y ricos y recordó más las palabras que Jesús había dicho en este
sentido. No nos quiere decir el evangelio que sólo por el hecho de ser uno rico
se va a condenar y por el hecho de ser pobre se va a salvar; pero hay mucho
adelantado. Las expresiones en este tercer evangelio: “bienaventurados los pobres” y “ay
de los ricos”, vienen a decir que las riquezas es un gran impedimento para
salvarse. En algún lugar lo explica diciendo: “Ay de los que se aficionan al dinero”. Claro que hay gente que
tiene dinero y no está esclavizado por él; pero, como decía san
Alfonso Mª de Ligorio: “es mucho más fácil envenenarse para el que
tiene mucho veneno en casa que para el que no tiene”.
También
hay que decir que hay mucha gente pobre, que no tiene dinero, pero que tiene el
corazón atenazado por él. Muchos de estos pobres son ricos en su corazón,
porque desean a toda costa ser ricos, tener mucho dinero. Y no precisamente
para dar más limosnas, sino para pasárselo en grande, tener muchas
diversiones... Y luego con seguridad abandonarían a Dios y despreciarían a
todos los pobres. La riqueza tiene dos grandes riesgos: El de cerrar el corazón
a Dios, porque se contenta con la felicidad de esta vida, y el de cerrar el
corazón a los demás, dejando de mirar al pobre de cerca.
De
aquel rico epulón no se dice que fuera injusto o que robase o maltratase al
pobre. Y sin embargo se condena. No es por lo que tiene, sino por lo que le
falta. Le falta mucho amor y caridad. La riqueza, como dije, impide ver la
necesidad que está quizá junto a nosotros. Impresiona, sin embargo, ver cómo
aquel rico, cuando ya está sufriendo, se interesa por los de su casa. Mucho
tenía que sufrir para que suplique que no les pase lo mismo a sus hermanos
ricos que están en la vida.
El
evangelio nos habla del infierno. No es que sea un castigo que Dios quiera para
los malos. En verdad Dios quiere que todos se salven; pero respeta la libertad de los
humanos. Por eso es tan importante conocer los mensajes de Dios y
seguirlos. Sabemos que el principal mensaje es el amor. Pero el amor no puede
ser verdadero si en este mundo no hay desprendimiento de los bienes terrenos,
mientras buscamos al mismo tiempo el bien de nuestros hermanos que sufren de
pobreza material o espiritual. El evangelio nos dice que la palabra de Dios la
tenemos con nosotros. Está en la predicación normal de la Iglesia , está en la
lectura reposada y meditada de la Sagrada Escritura. Los vicios no dejan ver la luz
por muchos enviados extraordinarios que haya. Sólo la entrega a Dios con el
desprendimiento de lo externo, nos puede llevar a la verdadera luz.
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