miércoles, 10 de febrero de 2016

NOVENA A LA VIRGEN DE LOURDES 2016. 7ª Homilía


1. "No habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron" (Apocalipsis 21: 4). Con estas palabras comenzamos la homilía de hoy. En ellas, se nos ofrece una visión llena de esperanza en un futuro en el que habrá una renovación del universo en el cumplimiento final del Reino de Dios, con la venida definitiva de Jesucristo.
Esta "nueva tierra", y "nuevo cielo", se han ido. El "mar", (no existe) en el lenguaje bíblico, significa el conjunto de todo lo que se opone a Dios, y que no se deja modelar por su mano. Todo lo que existía en la tierra desaparecerá del nuevo mundo al que los hijos de Dios hemos sido llamados. Juan nos da una visión de una "nueva Jerusalén", que no es el resultado del esfuerzo humano, que "desciende del cielo", es decir, un don de Dios, y esta "Jerusalén". Es, Jerusalén la comunidad eclesial del resucitado -representada por una figura femenina misteriosa-, una "novia". Se trata de "la morada de Dios con los hombres" (Ap. 21: 3).
2. Hoy nos recuerda, la Palabra la presencia de una importante mujer en nuestra historia. En la encíclica Redemptoris Mater – nos dice: "María está presente en la misión de la Iglesia, presente en la Iglesia, que introduce en el mundo el Reino de su Hijo" (Redemptoris Mater, 28). 
Lourdes, al igual que muchos otros lugares, es un signo especial de esta acción de María en el curso de nuestra historia. Ella, de hecho - como el Vaticano II (Lumen Gentium, 62) -"llevada al cielo no abandonó su misión salvadora, sino que con continúa con nosotros su múltiple intercesión, alcanzándonos los dones de la salvación eterna"-.
En Lourdes María desempeña una misión de aliviar el sufrimiento y la reconciliación de las almas con Dios y el prójimo. Nuestra Madre de la misericordia se ha encargado de dar significado y sentido a tanto dolor de sus hijos y por el Hijo ha conseguido el don de su Espíritu para aliviarlos.
3. En Lourdes María, a través de Santa Bernardita, ha demostrado ser "el portavoz de la voluntad del Hijo" (cf. Redemptoris Mater, 21).
Todo lo que Nuestra Señora le dijo en visión, la instó a que hiciera todo lo que a continuación se ha levantado en Lourdes, y que refleja, sí, si se quiere, la "voluntad" de la Virgen, y en nombre de ella se ha conseguido todo, para el bien de aquellos que lo necesitan. En Lourdes, podemos decir que pertenecemos a Cristo, incluso más que a su santísima Madre. En Lourdes aprendemos acerca de Cristo a través de María. Los milagros de Lourdes son los milagros de Cristo, obtenidos a través de la intercesión de María.
Por ello, Lourdes es un lugar privilegiado de la experiencia cristiana. En Lourdes se aprende a sufrir como Cristo sufrió. Se acepta el sufrimiento como él lo ha aceptado. En Lourdes el sufrimiento se vuelve más ligero porque vives con Cristo. Siempre que lo vivamos con Cristo y con el apoyo de María.
4. En Lourdes se aprende que la fe no alivia el sufrimiento en el sentido de disminuir físicamente el dolor, no es necesario. ¿Esto es negocio de la medicina, o puede ocurrir excepcionalmente de una manera milagrosa?
En Lourdes se dice que la fe alivia el sufrimiento como medio de expiación y expresión del amor. En Lourdes aprendemos a ofrecernos no sólo a la justicia divina, sino también - en palabras de Santa Teresa de Lisieux - al amor misericordioso del que, como dije el Papa JPII en la carta apostólica Salvifici doloris (n.18), que sufrió "voluntariamente e inocentemente”.
El cristiano tiene el debe poner los sentidos y la conciencia, haciendo todo lo posible para llevar el alivio al dolor real, a fin de obtener - para ellos mismos o para los demás - la curación. Sin embargo, la principal preocupación debe ser la de eliminar el mal más profundo, que es el pecado. De hecho, podemos estar disfrutando de salud física aún no estando en paz con Dios. Sin embargo, es en la gracia de Dios, donde incluso los sufrimientos más terribles se vuelven soportables, porque se ofrecen para la salvación eterna, y la de los hermanos.
5. María nos enseña, a ejemplo de Jesús, todas las virtudes necesarias para enfrentar y superar toda forma de mal: el coraje, la fortaleza, la paciencia, el sacrificio, la renuncia.

María nos guía hacia el misterio de la cruz como una maestra, así como ella sufre con Jesús; así sufre con nosotros. Ella, también, con Jesús se enfrenta y supera a los poderes del mal. Ella, como también lo hace su Hijo, "aplastara la cabeza de la serpiente" (1 tres, 15). La intercesión de María nos hace experimentar la consolación. María es la Madre “consolada” que consuela y protege a sus hijos. 

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