
Esta celebración litúrgica es un tiempo de oración y reflexión para una comprensión mejor de la delicada misión junto a los hermanos enfermos, que son los miembros sufrientes de Cristo crucificado.
Estamos
recordando en estos días las apariciones de la Virgen a la Santa Bernadette, y se
nos recuerda en ellas, que ella se convirtió: en confidente, colaboradora, y en
el instrumento maternal de la Virgen para extender la obra de salvación
misericordiosa de su hijo.
1.
La Santísima Virgen le dijo a la pequeña vidente en los muchos
mensajes confiados a ella: "No te prometo hacerte feliz en este mundo”. Y, de hecho, toda la vida de la santa estuvo profundamente
marcada por el dolor y el sufrimiento. La
Cruz de Cristo es la fuente de su inspiración continúa durante su vida
religiosa en la Congregación de las Hermanas de la Caridad y la educación
cristiana de Nevers. Era
el secreto de su éxito en el camino de la perfección cristiana. Ella exclama, en sus notas
espirituales: "Cruz de mi Salvador, santa Cruz, adorable Cruz, sólo en ti pongo mi
fuerza, mi esperanza y mi alegría. Tu
eres el árbol de la vida, la misteriosa escalera que une la tierra al
cielo y el altar en el que quiero sacrificarme al morir por Jesús
" (St. Bernadette Soubirous, notas íntimas, Pág. 20).
3. Así que ella también
podía decir con el apóstol Pablo: "Pues, así como abundan en los nosotros los
sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo su Gracia,
" (2 Corintios 1: 5). Jesús en la Eucaristía era para
Bernadette su alivio, su descanso y su abandono: "Jesús me da su corazón: Yo, por
lo tanto, de corazón a corazón con Jesús, amiga de Jesús que es otro Jesús"
(St. Bernadette Soubirous, notas íntimas, p. 14). Esta es la alegría prometida a
los santos y las almas fieles. Es la alegría proclamada por la Virgen María
en el Magníficat (Lc 1, 47) y que es el eje de nuestra novena de estos
días. El cristianismo se entreteje con el dolor y la alegría, la pasión y la
resurrección.
2. A los enfermos, "En la
medida en que compartís los padecimientos de Cristo, alegraos también en la
revelación de su gloria "(1 Pedro 4: 13). Quién venera a la Santísima Virgen en
el misterio de sus apariciones en Lourdes, tiene un magnífico ejemplo de esto. Ella está de pie junto a la cruz,
asociada al sacrificio de su Hijo, ella es la madre de los dolores; sin embargo
también está abierto su corazón a la alegría de la resurrección; se supone, abierta
en cuerpo y alma a la gloria celestial. La
primera de los redimidos, la Inmaculada
Concepción ella, es el tipo perfecto de la Iglesia.
María, nos llama a la
valentía y la confianza, y nos recuerda que a la luz se llega por el camino
obligado del sufrimiento "per crucem ad lucem". Tu vida no es diferente de la de la
Virgen María y de Santa Bernardita. La
enfermedad es una fatalidad innecesaria; no
es algo que oprima sin dejar nada positivo. Por
el contrario, si estamos en comunión con Cristo, la enfermedad se convierte en
una fuente de esperanza, salvación y resurrección para ti y para toda la
humanidad.
El cristiano es un testigo de
la luz de Dios.
“El misterio de Dios es luz” – “Y
éste es uno de los rasgos del cristiano, que ha recibido la luz en el Bautismo
y debe darla. Es decir, el cristiano es un testigo. Es una de las
peculiaridades de las actitudes cristianas. Un cristiano que lleva esta luz,
debe hacerla ver porque él es un testigo. Cuando un cristiano prefiere no hacer
ver la luz de Dios, sino que prefiere sus propias tinieblas, éstas le entran en
su corazón porque tiene miedo de la luz y los ídolos, que son tinieblas, le
gustan más. Entonces le falta, le falta algo y no es un verdadero cristiano. Un
cristiano es un testigo. De Jesucristo, Luz de Dios. Y debe poner esta luz
sobre el candelabro de su vida”. (Papa Francisco 28/1/2016).
5. Por ultimo El Papa en el año 1985 crea la
Pontificia Comisión para la Pastoral de la salud, que tiene la tarea de
coordinar todas las instituciones católicas que participan en el cuidado de los
enfermos. Esta nueva institución
quiere ser la expresión viva de la preocupación de la Iglesia por los que
sufren.
El mundo
cristiano siempre ha mostrado un gran sensibilidad hacia los enfermos, en los
que Cristo ha elegido identificarse (cf. Mt 25, 36). Esta sensibilidad debe estar para
estar presente de una forma más orgánica y cualificada. Se debe estimular y promover el
trabajo de formación y estudio de las instituciones católicas y de los que
trabajan en la salud. Tenemos que
difundir y acoger las enseñanzas de la Iglesia que nos transmite la pastoral de
la salud. Por último, estos
deseos y esperanzas que ahora vamos a dejar en el altar, son para el Señor una
ofrenda agradable. Se lo vamos a pedir con confianza. Amén.
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