viernes, 26 de febrero de 2016

2ª semana de Cuaresma. Viernes-C: Mt 21, 33-43. 45-46

Estamos hacia el fin de la vida de Jesús. En estas parábolas finales podemos vislumbrar la tristeza de Jesús al sentir el rechazo de los jefes religiosos de Israel. Muy diferente de las primeras parábolas dirigidas a la gente sencilla en que hablaba más del campo, de las ovejas, de luces en lo alto, de pájaros y lirios, de trigo y de mostaza, estas parábolas del final son más dramáticas y violentas. Hoy nos habla de la “viña del Señor”, que es el pueblo de Israel, como ya lo habían manifestado los profetas, especialmente el profeta Isaías. Era por lo tanto una comparación muy conocida por todos, especialmente por los fariseos y los jefes. Es como un resumen de la historia de la salvación: <<Dios protege y separa a su pueblo para que dé frutos de virtudes; pero los jefes religiosos se creen dueños de la religión y del pueblo, y se instalan en su situación de privilegio. Dios manda profetas para recordar sus deseos y los preceptos que les había dado; pero son maltratados y algunos muertos>>. El último profeta sería san Juan Bautista. Por fin manda a su propio Hijo; pero como su enseñanza va contra el orgullo y vanidad de estos jefes religiosos, es rechazado y al final logran que muera. Estos jefes, que eran malos, pero no tontos, entendieron que Jesús hablaba contra ellos y su odio se acrecentó.
Después de todo el dramatismo, al final de la parábola triunfa el amor, porque Dios entrega su viña a otros viñadores para que puedan conseguir fruto. Es la construcción de un nuevo pueblo de Dios. La piedra fundamental será Jesús; pero continúa la historia de la salvación, ahora por medio de la Iglesia. Sin embargo toda esa historia de amor de Dios y de rechazo nuestro a su amor continúa a través de los siglos. Es verdad que tenemos la promesa de que este nuevo pueblo de Dios no será reprobado y que las fuerzas del mal no prevalecerán, pero es impresionante pensar que muchas comunidades cristianas, que en los primeros siglos fueron florecientes, han sido totalmente borradas y sólo queda el recuerdo. Hoy vemos comunidades cristianas en naciones tradicionales, en cuanto a la fe, con un proceso grande de secularismo. Es terrible pensar que un día puedan convertirse en puro recuerdo de la fe cristiana sólo por sus hermosos monumentos. Ciertamente que en otras regiones la fe brillará más; pero debemos estar atentos y vivir un auténtico cristianismo.
También la parábola se aplica a cada uno de nosotros. Dios nos ha elegido y nos da continuas gracias; quiere una respuesta positiva de fe, quiere que demos frutos concretos de vida cristiana. Dios nos manda continuamente emisarios suyos para ayudarnos, nos manda también sus ángeles que están dispuestos a subir hacia Dios con nuestras oraciones y los buenos frutos, como son los actos de amor a Dios y amor al prójimo, el trabajo bien hecho, contradicciones bien aceptadas, pequeñas renuncias a favor de los demás; pero, como dice el profeta Isaías en la primera lectura, en vez de uvas dulces quizá sólo se encuentran frutas amargas, que son los pecados. En nuestra vida hay muchas realidades terrenas, que pueden ser buenas o malas, según nosotros las usemos. Todos los asuntos de cada día podemos convertirlos en frutos para Dios.
A veces nosotros, como aquellos jefes religiosos, nos creemos dueños de la vida o dueños de la religión, cuando solamente somos administradores y servidores. Quizá como ellos sentimos el orgullo herido o los intereses perjudicados por mensajes concretos de la Iglesia que por medio de sus ministros cualificados nos quieren guiar para nuestro bien. Y hasta quisiéramos echarles de nuestra vida. A veces nos quedamos sólo en los ritos externos sin que haya una transformación interna. Entonces, aunque parezca que hacemos mucho, en realidad no estamos dando verdaderos frutos de fe. Pidamos que nuestra reacción sea positiva acercándonos a la piedra fundamental que es Cristo; pero que no sea como la de aquellos sacerdotes y fariseos que querían apoderarse de Jesús, pero temían a la muchedumbre.




jueves, 25 de febrero de 2016

2ª semana de Cuaresma. Jueves-C: Lc 16, 19-31


Esta parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón está dicha por Jesús especialmente para los fariseos, que aparentaban tener religión porque hacían actos religiosos, pero que en realidad no tenían la religión del amor. En esta parábola hay dos temas de esos que no suele gustar mucho que nos hablen claramente: la riqueza y el infierno. Y lo hace con una parábola que tiene mucho de realidad palpable, por eso hasta da un nombre propio al pobre: Lázaro. Al rico simplemente le llama “Epulón”, que significa comilón.
San Lucas es el evangelista que más trata el problema de la riqueza como algo que entorpece el camino hacia Dios. Quizá, al ser secretario de san Pablo, en aquellos viajes por Grecia y otros lugares, se dio cuenta del abismo que había entre pobres y ricos y recordó más las palabras que Jesús había dicho en este sentido. No nos quiere decir el evangelio que sólo por el hecho de ser uno rico se va a condenar y por el hecho de ser pobre se va a salvar; pero hay mucho adelantado. Las expresiones en este tercer evangelio: “bienaventurados los pobres” y “ay de los ricos”, vienen a decir que las riquezas es un gran impedimento para salvarse. En algún lugar lo explica diciendo: “Ay de los que se aficionan al dinero”. Claro que hay gente que tiene dinero y no está esclavizado por él; pero, como decía san Alfonso Mª de Ligorio: “es mucho más fácil envenenarse para el que tiene mucho veneno en casa que para el que no tiene”.
También hay que decir que hay mucha gente pobre, que no tiene dinero, pero que tiene el corazón atenazado por él. Muchos de estos pobres son ricos en su corazón, porque desean a toda costa ser ricos, tener mucho dinero. Y no precisamente para dar más limosnas, sino para pasárselo en grande, tener muchas diversiones... Y luego con seguridad abandonarían a Dios y despreciarían a todos los pobres. La riqueza tiene dos grandes riesgos: El de cerrar el corazón a Dios, porque se contenta con la felicidad de esta vida, y el de cerrar el corazón a los demás, dejando de mirar al pobre de cerca.
De aquel rico epulón no se dice que fuera injusto o que robase o maltratase al pobre. Y sin embargo se condena. No es por lo que tiene, sino por lo que le falta. Le falta mucho amor y caridad. La riqueza, como dije, impide ver la necesidad que está quizá junto a nosotros. Impresiona, sin embargo, ver cómo aquel rico, cuando ya está sufriendo, se interesa por los de su casa. Mucho tenía que sufrir para que suplique que no les pase lo mismo a sus hermanos ricos que están en la vida.

El evangelio nos habla del infierno. No es que sea un castigo que Dios quiera para los malos. En verdad Dios quiere que todos se salven; pero respeta la libertad de los humanos. Por eso es tan importante conocer los mensajes de Dios y seguirlos. Sabemos que el principal mensaje es el amor. Pero el amor no puede ser verdadero si en este mundo no hay desprendimiento de los bienes terrenos, mientras buscamos al mismo tiempo el bien de nuestros hermanos que sufren de pobreza material o espiritual. El evangelio nos dice que la palabra de Dios la tenemos con nosotros. Está en la predicación normal de la Iglesia, está en la lectura reposada y meditada de la Sagrada Escritura. Los vicios no dejan ver la luz por muchos enviados extraordinarios que haya. Sólo la entrega a Dios con el desprendimiento de lo externo, nos puede llevar a la verdadera luz.

miércoles, 24 de febrero de 2016

2ª semana de Cuaresma. Miércoles: Mt 20, 17-28

El tiempo de Cuaresma es ir caminando hacia la Pascua de Jesús, para participar en su muerte y resurrección. Jesús les anunciaba a los apóstoles varias veces que El debía ser muerto y resucitar. El de hoy se llama el tercer anuncio. Estos anuncios no sólo son diversos por el número, sino también por la graduación. En los anteriores Jesús habla como un maestro que describe lo que va a suceder. Ahora se ve al hombre fiel o “siervo de Yaveh” que se lanza por el camino ya anunciado y señalado por Dios. También hay más detalles en la descripción, pues dice que los jefes del pueblo lo entregarán a los paganos para que sea crucificado. Claro que, como en los anteriores anuncios termina con el detalle glorioso de su resurrección “al tercer día”.
La muerte del Mesías ya estaba detallada en algunas profecías. Estas no hablaban acerca de la resurrección, pues ni del hecho de “resucitar” se hablaba hasta casi el final del Ant. Testamento. Algo podemos deducir cuando el profeta Isaías habla del triunfo del siervo paciente. Para Jesús era una convicción que tenía en su conciencia, una convicción de que su misión no podía fallar a pesar de tener que pasar por la cruz. Por eso en medio de los anuncios de su muerte aparece la paz de su espíritu.
Los apóstoles no lo entendían. Hoy se acentúa un poco más este no entender de los apóstoles por la escena de la madre de los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan. Ellos habían oído hablar desde niños sobre la grandeza del futuro Mesías: grandeza en el sentido material y terreno. Se les debía encoger el corazón cuando Jesús hablaba de que en Jerusalén iba a ser insultado y torturado. Pero preferían no pensar en ello y seguían con sus pensamientos de que en Jerusalén iba a pasar algo grande, creyendo que Jesús con seguridad instauraría por fin el reino antiguo de Israel. Estos pensamientos se  contagiaban a las personas queridas que les acompañaban, entre las que estaban la madre de Santiago y Juan. Aprovechó quizá un alto en el camino en aquella subida hacia Jerusalén para dirigirse a Jesús pidiendo los principales puestos en el futuro reino para sus dos hijos. No era muy descabellada la proposición, pues había visto cómo aquellos dos hermanos eran de los preferidos entre los apóstoles.
Para Jesús sí era descabellada aquella proposición, pues demostraba no haber comprendido algo esencial en su doctrina ya que estaban demasiado preocupados en sus propios intereses. Esta es una enseñanza para nosotros, pues muchas veces Jesucristo nos quiere decir algo importante para nuestra vida; pero nos quedamos en nuestros pensamientos terrenos y egoístas. Tenemos que tener una actitud más humilde y ser como niños ante Dios para comprender y aceptar sus proposiciones.
Jesús les hace ver que no saben lo que piden. Ahora se dirige a los dos hermanos. Sin embargo, como ve una cierta buena voluntad, aprovecha esa proposición para proponerles si están dispuestos a seguirle y tomar la copa o beber el trago amargo que El mismo ha de beber. Ellos son valientes, aunque todavía no saben qué significa beber ese trago amargo de Jesús. En la vida encontraremos gente buena que desea hacer grandes cosas, aunque les falte mucho conocimiento de los mensajes de Jesús. Debemos saber aprovechar esa buena voluntad; pero buscando que ellos y nosotros nos instruyamos más en el conocimiento de la fe, lo cual es propio de la Cuaresma.

Como la escena había ocasionado disputas entre todos los apóstoles, Jesús les da a ellos y a nosotros la gran lección de este día. Estar a la derecha y la izquierda de Jesús no es tener glorias y triunfos terrenos, sino hacerse “esclavo” como El, y “servir a los demás” y “dar la vida como rescate” o redención de otros. Es lo que sigue haciendo Jesús en la Eucaristía, que es el “pan partido”, el que ha derramado su sangre por nosotros. Hoy quiere Jesús que cambiemos de mentalidad. La grandeza no está en ser servido y en dominar a otros y hacer lo que más nos gusta en sentido terrenal, sino en servir, en entregarse a los demás, para que otros tengan el triunfo y el aplauso. 

2ª semana de Cuaresma. Martes-C: Mt 23, 1-12

En Cuaresma es normal que se nos exponga esta idea principal: que para acercarnos a Dios con sincero corazón, debemos ser humildes, reconocer que Dios es nuestro verdadero Padre, y que el servir a los demás debe ser nuestra mayor tarea.
A la mayoría nos gusta sobresalir, aparecer, ser estimados más que otros, aunque ciertamente no seamos mejores que los otros. Pero el cristianismo no es eso. A veces  hacemos cosas buenas, y hasta por eso bueno que hemos hecho nos gusta que nos estimen. Qué difícil es trabajar por alguien, viendo que no nos estima.
Dice Jesús que los escribas y fariseos “estaban sentados en la cátedra de Moisés”. Así llamaban el lugar desde donde se enseñaba en la sinagoga. Ellos tenían dos cosas muy malas: Una era que no miraban hacer el bien al pueblo, sino más bien a dominarlo. Y para ello ponían muchas leyes que nada más eran cargas pesadas. La otra era que esas cargas las ponían para los otros, pero ellos nada de nada. Es decir, que hablaban mucho, pero no lo cumplían. Por eso les dice Jesús a la gente sencilla esta norma: es bueno cumplir lo que dicen, pero no deben hacer lo que hacen, porque ellos no lo cumplen. Lo importante en la educación es el ejemplo.
Hay grandes enseñanzas para nosotros. Primero, porque con facilidad “sentamos cátedra”. Es decir que en nuestros diálogos o enseñanzas estamos persuadidos de que nuestra razón es lo máximo. Y casi ni escuchamos a los demás, porque creemos que siempre tenemos la razón. Esto pasa en política y en religión y en muchas cosas. Lo malo es que por nuestro orgullo identificamos nuestro pensar con la voluntad de Dios. Y luego,  quizá no hacemos lo que decimos, no predicamos con el ejemplo.
Cuando dice Jesús: “No llaméis a nadie maestro o padre”, “Padre” se daba, como título, a los rabinos y miembros del Gran Consejo. De hecho padre significa transmisor de la tradición y modelo de vida. Y el único que lo es con verdad es Dios. Esta es quizá la principal enseñanza de Jesús: que Dios es nuestro Padre: el que nos da la vida, y la da con infinito amor para que nos comportemos como hijos.
Termina el evangelio señalándonos un camino seguro de salvación: la humildad. Es lo contrario de lo que nos ha dicho que hacen los fariseos; pero ahora nos dice la parte positiva de la humildad que es el servicio a los demás. Si Dios es nuestro Padre y por lo tanto todos somos hermanos, no tenemos porqué estar por encima de los demás. Debemos evitar el deseo o la pretensión de dominar a los demás, el instinto de superioridad. No es que tengamos que buscar humillaciones, ya que suelen venir con frecuencia. Ser humildes es aceptar las humillaciones con paz y hasta con alegría para obtener así la alegría del abrazo eterno de Dios.


lunes, 15 de febrero de 2016

1ª semana de Cuaresma: Mt 25, 31-46


El tiempo de Cuaresma es un tiempo más apto para repasar lo que Jesucristo nos señala más importante con el fin de ser sus discípulos. Como se decía ayer, en el primer domingo, es tiempo para retirarse al desierto del silencio y la oración.
Hoy nos señala el evangelio l sobre lo que seremos juzgados “al fin de los tiempos”. No puede ser más que sobre el amor y la caridad, ya que es lo principal que Jesucristo nos enseñó. Hoy se nos dice que la caridad es el mejor camino para llegar a participar plenamente de la Pascua.
Jesús juzgará no sobre las ideas y las palabras, sino sobre las obras que hayamos hecho o dejado de hacer en cuanto a la caridad: las obras de misericordia. Y lo más impresionante es que El, siendo juez, se identifica con los pobres y necesitados. Las obras que pueden salvarnos son las obras de amor. Esto sirve para los cristianos y para todos los pueblos.
En la primera lectura, que es del libro del Levítico, ya nos dice que Dios no es ajeno con lo que hagamos con nuestro prójimo, aunque para los israelitas los verdaderos prójimos eran “los de su pueblo”. Nos dice que no hay que hacer mal al prójimo, y nos pone como argumento principal el hecho de que Dios es santo: es el Señor.
No tenemos que hacer ningún mal al prójimo. Y pone varios ejemplos: robar o engañar, explotar al prójimo o retrasar el pago del jornal, maldecir al sordo o hacer tropezar al ciego, no juzgar con equidad o declarar en falso contra otro, reprender, vengarse o guardar rencor. Al final formula el precepto positivo: “Amarás al prójimo como a ti mismo”.
Lo específico de Jesús y lo novedoso para los judíos es que Jesús proclama como prójimos a todos, hasta a los enemigos. Por eso hoy, cuando le vemos juzgando sobre la caridad, no lo hace sólo para una nación o para los cristianos, sino para todas las naciones. Todos debemos amarnos.
En este juicio final se presenta Jesús como rey, que simbólicamente es un signo de poder; pero el poder de Jesús quiere ser por amor. Ese reino será una realidad, si procuramos hacer más humano y más cristiano el pequeño mundo que nos rodea a cada uno, si hacemos que se establezca más la concordia y la unidad, que brille en todos los estamentos de la sociedad el verdadero amor. A veces pensamos hacer grandes cosas en bien de personas lejanas, cuando lo primero debemos atender al prójimo de todos los días.
El evangelio de hoy nos indica que si nos hacemos la guerra, estamos anticipando el infierno; pero si nos ayudamos unos a otros, estamos anticipando el cielo. El evangelio de hoy, nos describe a Jesús como juez y como rey, y no está escrito en tiempos “gloriosos” para la Iglesia, como los de Constantino o la edad media, sino cuando comenzaba pobre y era perseguida. Es un examen que Jesús nos hará a las personas de todas las naciones, pero también de todos los tiempos. Es para los ricos y para los pobres, para los que viven en tiempos pacíficos y para los que viven en tiempos complicados.
Pidamos a nuestra Madre, la Virgen, que nos ayude a realizar siempre el bien y así un día merecer la acogida benévola de Cristo en su gloria.


viernes, 12 de febrero de 2016

NOVENA A LA VIRGEN DE LOURDES 2016. 9ª Homilía


1.   "Yo soy la Inmaculada Concepción". Las palabras que María dirigió a Bernardita el 25 de marzo de 1858 resuenan con intensidad muy particular en este año, en el que la Iglesia celebró el 150° aniversario de la definición solemne del dogma proclamado por el beato Papa Pío IX en la constitución apostólica Ineffabilis Deus. 
La concepción inmaculada de María es el signo del amor gratuito del Padre, la expresión perfecta de la redención llevada a cabo por el Hijo y el inicio de una vida totalmente disponible a la acción del Espíritu. "En aquellos días, María se puso en camino hacia la región montañosa..." (Lc 1, 39). Las palabras del relato evangélico nos hacen ver con los ojos del corazón a la joven de Nazaret en camino hacia la "ciudad de Judá" donde habitaba su prima, para prestarle sus servicios. En María nos impresiona, ante todo, la atención, llena de ternura, hacia su prima anciana. Se trata de un amor concreto, que no se limita a palabras de comprensión, sino que se compromete personalmente en una asistencia auténtica. La Virgen no da a su prima simplemente algo de lo que le pertenece; se da a sí misma, sin pedir nada a cambio. Ha comprendido perfectamente que el don recibido de Dios, más que un privilegio, es un deber que la compromete en favor de los demás con la gratuidad propia del amor. "Proclama mi alma la grandeza del Señor..." (Lc 1, 46). Los sentimientos que María experimenta en el encuentro con Isabel afloran con fuerza en el cántico del Magníficat. Sus labios expresan la espera, llena de esperanza, de "los pobres del Señor", así como la conciencia del cumplimiento de las promesas, porque Dios "se acordó de su misericordia" (cf. Lc 1, 54). 
2.   Precisamente de esta conciencia brota la alegría de la Virgen María, que se refleja en todo el cántico:  alegría por saberse "mirada" por Dios, a pesar de su "humildad" (cf. Lc 1, 48); alegría por el "servicio" que puede prestar, gracias a las "maravillas" a las que la ha llamado el Todopoderoso (cf. Lc 1, 49); alegría por gustar anticipadamente las bienaventuranzas escatológicas, reservadas a los "humildes" y a los "que tienen hambre" (cf. Lc 1, 52-53). Después del Magníficat viene el silencio:  de los tres meses de permanencia de María al lado de su prima Isabel no se nos dice nada. O, tal vez, se nos dice lo más importante:  el bien no hace ruido, la fuerza del amor se manifiesta en la discreción serena del servicio cotidiano. 5. Con sus palabras y su silencio, la Virgen María se nos presenta como modelo en nuestro camino. No es un camino fácil:  por el pecado de nuestros primeros padres, la humanidad lleva en sí la herida del pecado, cuyas consecuencias pesan también sobre los redimidos. Pero el mal y la muerte no tendrán la última palabra. María lo confirma con toda su existencia, como testigo viva de la victoria de Cristo, nuestra Pascua. Los fieles lo han entendido. Por eso, acuden en multitudes a esta gruta para escuchar las exhortaciones maternas de la Virgen, reconociendo en ella "la mujer vestida de sol" (Ap 12, 1), la Reina que resplandece al lado del trono de Dios (cf. Salmo responsorial) e intercede en su favor. 
3.   Hoy la Iglesia celebra la gloriosa Asunción de María al cielo en cuerpo y alma. Los dogmas de la Inmaculada Concepción y la Asunción están íntimamente unidos entre sí. Ambos proclaman la gloria de Cristo Redentor y la santidad de María, cuyo destino humano ya desde ahora está perfecta y definitivamente realizado en Dios. 
"Cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros", nos ha dicho Jesús (Jn 14, 3). María es la prenda del cumplimiento de la promesa de Cristo. Su Asunción se convierte así, para nosotros, en "signo de esperanza segura y de consuelo" (cf. 
Lumen gentium, 68). 

4.    Desde la gruta una llamada especial a las mujeres. Al aparecerse en la gruta, María encomendó su mensaje a una muchacha, como para subrayar la misión peculiar que corresponde a la mujer en nuestro tiempo, tentado por el materialismo y la secularización:  ser en la sociedad de hoy testigo de los valores esenciales que sólo se perciben con los ojos del corazón. A vosotras, las mujeres, corresponde ser centinelas del Invisible. La vida es un don sagrado, del que nadie puede hacerse dueño. La Virgen de Lourdes tiene, por último, un mensaje para todos. Es este: sed mujeres y hombres libres. Pero recordad: la libertad humana es una libertad marcada por el pecado. Ella misma necesita también ser liberada. Cristo es su liberador, pues "para ser libres nos ha liberado" (Ga 5, 1). Defended vuestra libertad. Queridos amigos, sabemos que para esto podemos contar con Aquella que, al no haber cedido jamás al pecado, es la única criatura perfectamente libre. Caminad con María por las sendas de la plena realización de vuestra humanidad.

jueves, 11 de febrero de 2016

NOVENA A LA VIRGEN DE LOURDES 2016. 8ª HOMILÍA


"Lo que ojo no vio, ni oído oyó, ni al corazón del hombre, lo que Dios ha preparado para los que le aman" (1 Corintios 2: 9).
1. Queridos hermanos y hermanas, estamos llegando casi al final de la novena a nuestra Señora la Virgen de Lourdes. Las palabras del Apóstol Pablo son hoy para todos nosotros unas palabras que llenan el corazón de esperanza, porque sabemos que Dios da la vida eterna a los que lo aman de corazón.
Esta noche, en el miércoles de ceniza la misma Santísima Virgen nos invita a abrir nuestros ojos, hacia el horizonte. Nos dice como Pablo que la verdadera “La sabiduría no es de este mundo… porque la sabiduría de este mundo está abocada a la ruina” (1Co, 2, 6). La Virgen le había dicho a BERNADETTE: "No prometo que vayas a ser feliz en este mundo, …"  con esta esperanza, Santa Bernardita era capaz de hacer, día a día, la voluntad de Dios, con ganas de cumplir plenamente con la pasión de Jesús crucificado.
2. ¡Hacer la voluntad de Dios! ¿No es la esencia de la santidad y el lema de la cuaresma? El libro del Eclesiástico, en la página que acabamos de escuchar, nos dice algo revelador: “Si quieres, guardarás los mandamientos y permanecerás fiel a su voluntad” (Ecl. 15, 15)
Bernadette Soubirous fue "leal", porque fue capaz de madurar en sí misma lo necesario para "guardar los mandamientos". No tenía cultura, pero sabía que la única sabiduría que cuenta ante Dios es amar su ley y observarla. "Muéstrame, Señor - ella continuó orando largo de su corta vida, pero también lo intentó - el camino de tus preceptos /... / Dame entendimiento, para que observe tu ley / con todo mi corazón "(Salmo responsorial).
3. "Con todo mi corazón"! Es, de hecho, en el corazón, donde se interpreta el profundo misterio de la libertad, atraídos por los bueno y tentados por el mal. En el corazón, el ser humano hace sus opciones", extendiendo su mano" hacia el "fuego y /o el agua" con la expresión imaginativa del Eclesiástico: El fuego que quema y destruye; el agua, de la que surge la vida.
En el corazón. La palabra de Jesús en el Evangelio es muy clara al respecto. Frente a la enseñanza legalista de los escribas y fariseos, que ponían la "justicia" en ciertas observancias externas, paralizándolos, Jesús trae el discurso moral al corazón del hombre, su conciencia. En ella, - como lo dictaminó el Concilio Vaticano II - "el núcleo más secreto y el sagrario, donde está solo con Dios" (Gaudium et spes, 16).
En el corazón, Jesús nos enseña, la "justicia superior", gracias a la cual sólo por ella se puede "entrar en el reino de los cielos." A la luz de este criterio se traza, en el pasaje evangélico, algunas indicaciones, insistiendo firmemente en el cambio de la forma habitual de pensar: "Habéis oído que se dijo a los antiguos. . . Pero yo os digo. . . ".
¿Qué nos dice el Señor Jesús? Él dice: que no es suficiente no matar, también es necesario no odiar al hermano; no sólo no cometerás adulterio, sino también evitar el deseo de realizarlo; no sólo cumplir con las formalidades de la ley en el divorcio, es necesario salvar la propia intención de divorcio; no sólo no jurar, también debemos cultivar una honestidad interior que se expresa en el lenguaje de la verdad cuando sí es sí, o no cuando no lo es.
4. Esta conciencia moral la tenía bien comprendida Santa Bernardita, ella fue capaz de aprender la lección difícil de uno que ha penetrado en los misterios de Dios. Ella escribió: "Oh Dios mío, si no puedo derramar mi sangre y dar mi vida por ti, por lo menos quiero morir a lo que me desagrada ... Jesús mío te pongo como un sello sobre mi corazón, quiero reposar para siempre contigo"(Carnet de notas íntimas, 20).
El milagro más constante en Lourdes es un cambio de corazón, a través del cual la voluntad, la primera rebelde, llega al plan de Dios, para gustar la sabiduría ", que no es de este “mundo". Con ello la peregrinación al santuario mariano se convierte para los peregrinos en un camino de conversión, en un momento de oración y comunión, para la proclamación de la esperanza cristiana.

En la iniciativa de la peregrinación a Lourdes, es esencial que este precioso testimonio dejado por Cristo a su Iglesia, no sólo no se tiene que perder, sino que ha de perfeccionarse cada vez mas  "mediante una recuperación y un decidido relanzamiento de la acción pastoral para y con los enfermos y los que sufren" “Este relanzamiento pastoral tiene su expresión más significativa en la celebración sacramental con y para los enfermos, como fortaleza en el dolor y en la debilidad, como esperanza en la desesperación, como lugar de encuentro y de fiesta”. (Christifideles Laici, 53.54). 

miércoles, 10 de febrero de 2016

NOVENA A LA VIRGEN DE LOURDES 2016. 7ª Homilía


1. "No habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron" (Apocalipsis 21: 4). Con estas palabras comenzamos la homilía de hoy. En ellas, se nos ofrece una visión llena de esperanza en un futuro en el que habrá una renovación del universo en el cumplimiento final del Reino de Dios, con la venida definitiva de Jesucristo.
Esta "nueva tierra", y "nuevo cielo", se han ido. El "mar", (no existe) en el lenguaje bíblico, significa el conjunto de todo lo que se opone a Dios, y que no se deja modelar por su mano. Todo lo que existía en la tierra desaparecerá del nuevo mundo al que los hijos de Dios hemos sido llamados. Juan nos da una visión de una "nueva Jerusalén", que no es el resultado del esfuerzo humano, que "desciende del cielo", es decir, un don de Dios, y esta "Jerusalén". Es, Jerusalén la comunidad eclesial del resucitado -representada por una figura femenina misteriosa-, una "novia". Se trata de "la morada de Dios con los hombres" (Ap. 21: 3).
2. Hoy nos recuerda, la Palabra la presencia de una importante mujer en nuestra historia. En la encíclica Redemptoris Mater – nos dice: "María está presente en la misión de la Iglesia, presente en la Iglesia, que introduce en el mundo el Reino de su Hijo" (Redemptoris Mater, 28). 
Lourdes, al igual que muchos otros lugares, es un signo especial de esta acción de María en el curso de nuestra historia. Ella, de hecho - como el Vaticano II (Lumen Gentium, 62) -"llevada al cielo no abandonó su misión salvadora, sino que con continúa con nosotros su múltiple intercesión, alcanzándonos los dones de la salvación eterna"-.
En Lourdes María desempeña una misión de aliviar el sufrimiento y la reconciliación de las almas con Dios y el prójimo. Nuestra Madre de la misericordia se ha encargado de dar significado y sentido a tanto dolor de sus hijos y por el Hijo ha conseguido el don de su Espíritu para aliviarlos.
3. En Lourdes María, a través de Santa Bernardita, ha demostrado ser "el portavoz de la voluntad del Hijo" (cf. Redemptoris Mater, 21).
Todo lo que Nuestra Señora le dijo en visión, la instó a que hiciera todo lo que a continuación se ha levantado en Lourdes, y que refleja, sí, si se quiere, la "voluntad" de la Virgen, y en nombre de ella se ha conseguido todo, para el bien de aquellos que lo necesitan. En Lourdes, podemos decir que pertenecemos a Cristo, incluso más que a su santísima Madre. En Lourdes aprendemos acerca de Cristo a través de María. Los milagros de Lourdes son los milagros de Cristo, obtenidos a través de la intercesión de María.
Por ello, Lourdes es un lugar privilegiado de la experiencia cristiana. En Lourdes se aprende a sufrir como Cristo sufrió. Se acepta el sufrimiento como él lo ha aceptado. En Lourdes el sufrimiento se vuelve más ligero porque vives con Cristo. Siempre que lo vivamos con Cristo y con el apoyo de María.
4. En Lourdes se aprende que la fe no alivia el sufrimiento en el sentido de disminuir físicamente el dolor, no es necesario. ¿Esto es negocio de la medicina, o puede ocurrir excepcionalmente de una manera milagrosa?
En Lourdes se dice que la fe alivia el sufrimiento como medio de expiación y expresión del amor. En Lourdes aprendemos a ofrecernos no sólo a la justicia divina, sino también - en palabras de Santa Teresa de Lisieux - al amor misericordioso del que, como dije el Papa JPII en la carta apostólica Salvifici doloris (n.18), que sufrió "voluntariamente e inocentemente”.
El cristiano tiene el debe poner los sentidos y la conciencia, haciendo todo lo posible para llevar el alivio al dolor real, a fin de obtener - para ellos mismos o para los demás - la curación. Sin embargo, la principal preocupación debe ser la de eliminar el mal más profundo, que es el pecado. De hecho, podemos estar disfrutando de salud física aún no estando en paz con Dios. Sin embargo, es en la gracia de Dios, donde incluso los sufrimientos más terribles se vuelven soportables, porque se ofrecen para la salvación eterna, y la de los hermanos.
5. María nos enseña, a ejemplo de Jesús, todas las virtudes necesarias para enfrentar y superar toda forma de mal: el coraje, la fortaleza, la paciencia, el sacrificio, la renuncia.

María nos guía hacia el misterio de la cruz como una maestra, así como ella sufre con Jesús; así sufre con nosotros. Ella, también, con Jesús se enfrenta y supera a los poderes del mal. Ella, como también lo hace su Hijo, "aplastara la cabeza de la serpiente" (1 tres, 15). La intercesión de María nos hace experimentar la consolación. María es la Madre “consolada” que consuela y protege a sus hijos. 

martes, 9 de febrero de 2016

NOVENA A LA VIRGEN DE LOURDES 2016. 6ª Homilía

"Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador!".
¡Queridos hermanos y hermanas!
1. En este día tan significativo, seguimos recordando las apariciones de la Virgen María en Lourdes, seguimos alabando al Señor con el himno del magníficat: "De generación en generación su misericordia está en los que le temen”.
Estoy muy contento de poder seguir predicando esta novena y, aprecio el esfuerzo que hacéis al venir estos días a la parroquia de Santa María. El Señor y la Santísima Virgen nos regalan a todos en estos días y, especialmente a los enfermos, hospitalarios, peregrinos, mucho fervor espiritual y nos traen el consuelo haciéndonos testigos de la fe y el amor que nuestro Señor y la Virgen irradian.
2. La primera lectura ha propuesto a nuestra consideración las palabras del profeta Isaías, que en el exilio exhortó al pueblo de Israel con la perspectiva de volver a Jerusalén, la Ciudad Santa, y con la certeza de que, a pesar de todos los dolorosos hechos ocurridos,  Dios no había abandonado al pueblo de la alianza: "Como una madre consuela a su hijo, así os consolaré yo; y en Jerusalén seréis consolados. Al verlo, se alegrará vuestro corazón(Is 66: 13-14).
Recordando las apariciones de Nuestra Señora de Lourdes, podemos aplicar a nosotros y a nuestra historia las palabras del profeta Isaías: Dios quiso que la Virgen María se apareciera dieciocho veces a la pequeña Bernadette, del 1 febrero a 16 julio, 1858, para dejar un mensaje de consuelo y amor a la Iglesia y a toda la humanidad.
De hecho, en estas apariciones hay un significado que sigue siendo válido, y que debemos valorar y reflexionar como un patrimonio precioso. A mediados del siglo pasado, mientras se extendía el racionalismo de manera insidiosa y el escepticismo, la virgen María, vino a ayudar, y a confirmar lo auténtico y genuino de la fe cristiana, la familia de los creyentes y como deben vivirla.
En Lourdes la Virgen María recordó al mundo que el sentido de la vida en la tierra es su orientación hacia el cielo. Al igual que el pueblo de Israel, la humanidad está en el camino y su objetivo es la Jerusalén celestial. Las palabras del profeta Isaías son para los hombres de todos los tiempos, y se aplican también hoy a nosotros: "En Jerusalén seréis consolados”. La tentación humana de siempre, una tentación que el progreso de hoy hace que sea especialmente atractiva, y es limitar a la tierra todas las perspectivas, centrándose todos los esfuerzos en la construcción de un hogar terrenal más cómodo y seguro, olvidándose del cielo. 
La fe no condena el compromiso de mejorar las condiciones de vida en la tierra. Sin embargo enseña que este compromiso debe verse e interpretarse en el contexto de la tarea de dominio sobre la tierra, confiada por Dios al hombre desde el principio de su historia. Lo que la fe no admite es que el momento en que la tierra se entiende por el hombre como la fase final de su historia, y no es más que una fase temporal (sin continuidad), para ser vivida de acuerdo con el destino real, y que no se encuentra más allá del tiempo sin aspirar a lo eterno. La Señora de Lourdes, llegó a hablar del hombre del "paraíso", porque este hombre comprometido con el mundo no puede olvidarse de que tiene que orientar sus ojos al cielo para no perder la esperanza y hacer un mundo más justo.
La Santísima Virgen está llamando también en este año de la misericordia para recordarnos el valor de la conversión y la penitencia, presentando al mundo el núcleo del mensaje evangélico. Ella le dijo a Bernadette, en la aparición del 18 de febrero: "Te prometo hacerte feliz, no en este mundo, sino en…". Posteriormente ella la invitó a rezar por los pecadores y el 24 de febrero, repitió tres veces: "Penitencia, Penitencia, Penitencia". En Lourdes María indica y subraya la realidad de la redención de la humanidad del pecado a través de la cruz, y que es a través del sufrimiento. Dios, que se hizo hombre, murió inocente clavado en una cruz. En Lourdes la Señora nos enseña el valor redentor del sufrimiento; éste da coraje, paciencia, y la entereza; además ilumina el misterio de nuestra participación en la pasión de Cristo; y con ello se eleva la mirada interior a la felicidad verdadera y total, que el mismo Jesús nos aseguró y preparó más allá de la vida y la historia. Bernadette, que había comprendido el mensaje de María, se hizo monja en Nevers y gravemente enferma, la invitaron a ir a la gruta de Massabielle para pedir la curación, ella contestó: "Lourdes no es para mí". 
 Por último, el mensaje de Lourdes se completa con la llamada a la oración: María aparece en la oración, Bernadette quiere recitar el rosario con su propia corona personal, La virgen la había pedido que se construyera una capilla en ese lugar y que la gente debía venir en procesión. Esto también es una advertencia válida siempre. Nuestra Señora de Lourdes vino a decirnos, con la autoridad y la bondad de una madre, que si queremos realmente mantener y fortalecer la difusión de la fe cristiana, es necesario a la oración humilde y confiada. En la biografía de Santa Bernardita el jueves 3 de junio 1858, recibió su primera comunión. A ella se le preguntó si había disfrutado más viendo a Nuestra Señora o al recibir la primera comunión. Con prontitud e inteligencia, dijo: "No se pueden hacer comparaciones; sin embargo, se, que ambos hechos me han hecho completamente feliz”.


lunes, 8 de febrero de 2016

NOVENA A LA VIRGEN DE LOURDES 2016. 5ª HOMILIA



Esta celebración litúrgica es un tiempo de oración y reflexión para una comprensión mejor de la delicada misión junto a los hermanos enfermos, que son los miembros sufrientes de Cristo crucificado.
Estamos recordando en estos días las apariciones de la Virgen a la Santa Bernadette, y se nos recuerda en ellas, que ella se convirtió: en confidente, colaboradora, y en el instrumento maternal de la Virgen para extender la obra de salvación misericordiosa de su hijo.
1.                 La Santísima Virgen le dijo a la pequeña vidente en los muchos mensajes confiados a ella: "No te prometo hacerte feliz en este mundo”.  Y, de hecho,  toda la vida de la santa estuvo profundamente marcada por el dolor y el sufrimiento. La Cruz de Cristo es la fuente de su inspiración continúa durante su vida religiosa en la Congregación de las Hermanas de la Caridad y la educación cristiana de Nevers. Era el secreto de su éxito en el camino de la perfección cristiana. Ella exclama, en sus notas espirituales: "Cruz de mi Salvador, santa Cruz, adorable Cruz, sólo en ti pongo mi fuerza, mi esperanza y mi alegría. Tu eres el árbol de la vida, la misteriosa escalera que une la tierra al cielo y el altar en el que quiero sacrificarme al morir por Jesús " (St. Bernadette Soubirous, notas íntimas, Pág. 20).
3. Así que ella también podía decir con el apóstol Pablo: "Pues, así como abundan en los nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo su Gracia, " (2 Corintios 1: 5). Jesús en la Eucaristía era para Bernadette su alivio, su descanso y su abandono: "Jesús me da su corazón: Yo, por lo tanto, de corazón a corazón con Jesús, amiga de Jesús que es otro Jesús" (St. Bernadette Soubirous, notas íntimas, p. 14). Esta es la alegría prometida a los santos y las almas fieles. Es la alegría proclamada por la Virgen María en el Magníficat (Lc 1, 47) y que es el eje de nuestra novena de estos días. El cristianismo se entreteje con el dolor y la alegría, la pasión y la resurrección.
2.    A los enfermos, "En la medida en que compartís los padecimientos de Cristo, alegraos también en la revelación de su gloria "(1 Pedro 4: 13). Quién venera a la Santísima Virgen en el misterio de sus apariciones en Lourdes, tiene un magnífico ejemplo de esto. Ella está de pie junto a la cruz, asociada al sacrificio de su Hijo, ella es la madre de los dolores; sin embargo también está abierto su corazón a la alegría de la resurrección; se supone, abierta en cuerpo y alma a la gloria celestial. La primera de los redimidos, la Inmaculada Concepción ella, es el tipo perfecto de la Iglesia.
María, nos llama a la valentía y la confianza, y nos recuerda que a la luz se llega por el camino obligado del sufrimiento "per crucem ad lucem". Tu vida no es diferente de la de la Virgen María y de Santa Bernardita. La enfermedad es una fatalidad innecesaria; no es algo que oprima sin dejar nada positivo. Por el contrario, si estamos en comunión con Cristo, la enfermedad se convierte en una fuente de esperanza, salvación y resurrección para ti y para toda la humanidad.
El cristiano es un testigo de la luz de Dios.
El misterio de Dios es luz” – “Y éste es uno de los rasgos del cristiano, que ha recibido la luz en el Bautismo y debe darla. Es decir, el cristiano es un testigo. Es una de las peculiaridades de las actitudes cristianas. Un cristiano que lleva esta luz, debe hacerla ver porque él es un testigo. Cuando un cristiano prefiere no hacer ver la luz de Dios, sino que prefiere sus propias tinieblas, éstas le entran en su corazón porque tiene miedo de la luz y los ídolos, que son tinieblas, le gustan más. Entonces le falta, le falta algo y no es un verdadero cristiano. Un cristiano es un testigo. De Jesucristo, Luz de Dios. Y debe poner esta luz sobre el candelabro de su vida”. (Papa Francisco 28/1/2016).
5.         Por ultimo El Papa en el año 1985 crea la Pontificia Comisión para la Pastoral de la salud, que tiene la tarea de coordinar todas las instituciones católicas que participan en el cuidado de los enfermos. Esta nueva institución quiere ser la expresión viva de la preocupación de la Iglesia por los que sufren.

El mundo cristiano siempre ha mostrado un gran sensibilidad hacia los enfermos, en los que Cristo ha elegido identificarse (cf. Mt 25, 36). Esta sensibilidad debe estar para estar presente de una forma más orgánica y cualificada. Se debe estimular y promover el trabajo de formación y estudio de las instituciones católicas y de los que trabajan en la salud. Tenemos que difundir y acoger las enseñanzas de la Iglesia que nos transmite la pastoral de la salud.  Por último, estos deseos y esperanzas que ahora vamos a dejar en el altar, son para el Señor una ofrenda agradable. Se lo vamos a pedir con confianza. Amén.

domingo, 7 de febrero de 2016

NOVENA A LA VIRGEN DE LOURDES 2016. BODAS DE CANA. 4ª HOMILÍA



1.       El don precioso e insustituible del sufrimiento prolonga la obra redentora de Cristo crucificado, en los enfermos que van a Lourdes. Admiro en ellos la fe, la paciencia y entereza a la voluntad de Dios. En todas partes y, sobre todo en la enfermedad, están presentes el amor de Dios y la salvación traída por Cristo. 
2.       Sabemos, a la luz de la Revelación y de la Redención, que el sufrimiento tiene un significado, que entra en el plan universal de la Providencia, y en el plan amoroso de salvación.  El cristiano lo acepta y lo ama por la fe en Cristo crucificado y resucitado, porque sabe que el amor infinito no traiciona; y por lo tanto está a la espera con confianza en la felicidad plena más allá de los límites del tiempo. Convencido de esta verdad san Pablo exclamó: "He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí! La vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí "(Gal 2, 20). Y agregó: "Estoy lleno de consuelo, rebosante de gozo en todas nuestras tribulaciones" (2 Corintios 7: 4).
3.       Hoy seguimos celebrando la memoria de la Bienaventurada Virgen que se apareció a Bernadette en Lourdes por primera vez el 11 de febrero de 1858, <<En este sentido, recuerdo mis peregrinaciones con la hospitalidad y la impresión positiva que siempre me han causado la acogida, las idas y venidas de los hospitalarios con los enfermos a los actos, las misas, las piscinas o simplemente un rato de paseo por el santuario y el pueblo, los rostros sufrientes pero alegres ante la presencia de la Madre en la Gruta, en la procesión del Santísimo y de las antorchas. Siempre me emocionan las sonrisas y las caricias del Señor manifestado ante la reacción positiva de los enfermos en su enfermedad>>.
4.        El mensaje de Lourdes es una invitación sincera a los cristianos y a todos los hombres a volver a tener "la conciencia bien formada para distinguir entre el bien y el mal, el amor a la justicia, el amor y la verdad; una conciencia respetuosa con el misterio de Dios, el único que puede dar sentido pleno a las exigencias morales en cuanto a la existencia; una conciencia sensible al mensaje del Evangelio transmitida por la Iglesia de generación en generación.
Hoy en día el significado mismo del pecado ha desaparecido parcialmente, porque se ha perdido el sentido de Dios. El plan del maligno es construir un humanismo sin Dios y por eso las Conciencias están oscurecidas como en la época del primer pecado, y ya no se distingue el bien del mal. Muchos ya no saben lo que es pecado o no quieren saber, como si este conocimiento podría alienar su libertad. . . Sigue siendo difícil convencer al mundo presente de la miseria del pecado y lo beneficioso de la salvación que Dios ofrece continuamente a través de la reconciliación "(ibid, p. 198). Sin embargo, la Virgen Inmaculada vino a recordar a todos los hombres la necesidad de la conversión interior y de la reconciliación. Sabemos que el Jesús crucificado, es quien por su propio sufrimiento redimió a la humanidad de la mala conciencia, que ésta iluminada y purificada por la Pasión le dio un significado real a nuestro dolor.
3. En la fecha del 11 de febrero de 1984 el Papa publica la carta sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano.  En ella (Salvifici doloris, 26) se dice que "Cristo a través de su propio sufrimiento salvífico está muy presente en cada sufrimiento humano" y…"Esto es sobre todo una llamada y una vocación”. “Cristo no explica abstractamente las razones para el sufrimiento, primero dice: "¡Sígueme! ¡Ven!", Únete con tu sufrimiento en esta obra de salvación del mundo! Únete por medio de mi cruz”.  "Cuanto más la persona se ve amenazada por el pecado, mayor es la razón que el sufrimiento humano posee en sí mismo. La Iglesia siente la necesidad de recurrir al valor de los sufrimientos humanos para la salvación del mundo "(ibid, 27). Nosotros, como Jesús en la cruz, podemos obtener la gracia de la luz, del arrepentimiento, de la conversión, de la salvación para tantos hermanos que son víctimas de la corrupción moral y del clima de materialismo y del hedonismo; o pasear sin fe y sin indiferencia certeza o la negación de la religión. 

En declaraciones a los sacerdotales y con atención especial a la administración del sacramento del perdón, les dijo: "El sacerdote que ayuda a la conversión de sus fieles desde la fuente del perdón, participa en la Pasión de Cristo, de su sufrimiento ante el endurecimiento de los corazones, su angustia por la salvación del mundo "(cf. enseñanzas de Juan Pablo II, VI / 2 [1983] 217). A los enfermos, les anima a rezar y sufrir por la Iglesia, por los obispos, a los sacerdotes, por las vocaciones para los seminarios y por los responsables de la formación de sacerdotes y religiosos. La Iglesia tiene necesidad de personas que oren, en el silencio y en el sufrimiento, y les dice que en su enfermedad, pueden ser  apóstoles. Y como regalo se experimenta el amor a Jesús en la Eucaristía y la devoción a la Santísima Virgen en la que podemos encontrar la verdadera felicidad. 

sábado, 6 de febrero de 2016

NOVENA A LA VIRGEN DE LOURDES 2016. 3ª HOMILIA


 1. "A minha alma glorifica o Senhor e o meu espírito exulta de alegría em Deus, meu Salvador!". Escuchábamos ayer en el evangelio.
2. La primera lectura de la misa de hoy nos habla de alegría. El profeta Isaías dice: “Is. 66, 10-14c…” Con esta visión los corazones latirán de alegría… el profeta se refiere al drama del exilio de Babilonia que debería terminar con el retorno de los hebreos para la ciudad Santa. Como decía ayer la alegría que se manifiesta en la visita antes del nacimiento de Jesús por parte de María a Isabel. (cf. Lc. 1, 46-55).
Hablar de alegría a y sobre todo si se refiere a los dolientes, puede parecer extraño y contradictorio, pero precisamente en esto está el valor del mensaje cristiano. Jesús mediante la redención trajo y dio a la humanidad el tesoro de la verdadera alegría. El nos dice:” Os digo esto para que mi alegría este en vosotros y vuestro gozo sea completo… Nadie os podrá quitar vuestra alegría… pedid y recibiréis para que vuestra alegría sea completa (Jn. 16, 23.24).
Es una alegría interior, misteriosa, a veces surcada de lágrimas, pero siempre viva, porque nace de la certeza del amor del Dios que es siempre Padre, incluso en las circunstancias dolorosas y adversas de la vida, y da un valor meritorio y eterno a la existencia humana entera, de modo especial a la existencia con problemas y sin satisfacciones humanas. Cuando el corazón se dispone y entra en esta clave de sintonía con el Señor, nosotros vamos también descubriendo que lo que podemos llegar a ser, sólo es don gratuito de Dios, que obra en nosotros, haciéndonos vencer el pecado, la muerte, los vicios, los defectos y todo aquello que en nuestra naturaleza se muestra como herido.
Rom. 8, 16-18 y 2 Cor. 4, 17-18. Leer en la homilía.
Cristo no suprimió el sufrimiento”, dijeron los padres del CVII en su mensaje a los pobres y a los enfermos, Él no quiso desvelar enteramente su misterio, el costo que iba a tener tomar sobre sí todo el pecado y, esto basta para que nosotros comprendamos todo su valor. Esta es la única verdad capaz de responder a nuestras preguntas y darnos un alivio sin ilusiones. Con fe profunda el gran Pascal se expresaba así en su oración para pedir a Dios un buen uso de sus dolencias: “haced, oh Dios que yo adore en silencio… hacedme la gracia de unir mis sufrimientos a vuestras consolaciones para que yo sufra como cristiano… Os pido Señor que yo experimente juntamente con los sufrimientos de la naturaleza por culpa de mis pecados, las consolaciones de vuestro Espíritu, en virtud de vuestra Gracia”. Este misterio de alianza de amor que existe entre Jesús y la Madre, nos alcanza también a nosotros. Jesús nos libera del pecado en comunión plena con la Madre, la concebida sin pecado, y nos permite entrar en plena comunión con ese misterio de amor.
Santa Bernadette, que en su infancia había experimentado el sufrimiento del hambre, conocía el valor del pan, e imploraba así al Señor: “Oh Jesús, dadme, os lo imploro el pan de la humildad, el pan de la obediencia, el pan de la caridad… Oh Jesús queréis crucificarme ¡Hágase! Dadme el pan de la fuerza para saber sufrir, el pan de verte solamente a ti y en todo, siempre. Jesús, María, la Cruz ¡no quiero ningún otro amigo! Verdaderamente el Evangelio siendo mensaje de verdad absoluta y definitiva, es también mensaje de autentica alegría porque da significado al valor de nuestros sufrimientos.
3.  Glorifiquemos al altísimo mediante la intercesión de nuestra Señora Madre del cielo. Que nuestras oraciones y los sufrimientos sean ofrecidos para la salvación de las almas. El hombre de nuestros días necesita de una fe cierta y segura. El fenómeno de la secularización al final no sacia, no satisface y deja al hombre moderno sin ilusión, con nostalgia de la verdad auténtica y segura. Seamos en cada cristiano con nuestra vida y oraciones el aceite precioso gracias al cual, en la Iglesia brille siempre la lámpara de la fe y la caridad.

4. Después de las apariciones de Nuestra Señora a la pequeña Bernadette, ella vivió siempre con una fuerte añoranza del cielo. Repetía con frecuencia: “¡Vamos para el cielo, trabajemos por el cielo, todo lo demás es nada!”. Y afirmaba: ¡el cielo debo ganarlo! Hagamos las cosas que los demás dicen que son imposibles de hacer. 

NOVENA A LA VIRGEN DE LOURDES 2016. 2ª HOMILIA



Bendita tu entre las mujeres! (Lc 1, 39-45)
1.      Este saludo mariano que se repite por los siglos me parece que es apropiado para esta tarde de la novena a la Virgen de Lourdes. En este día recordamos a Bernadette a la que le fue confiado un mensaje especial de misericordia y de gracia. Hoy en día nadie puede poner en duda el valor y la actualidad de las palabras dirigidas a ella por la Virgen María.
Ella se sirvió de Bernadette para llamar a los pecadores a la conversión, solicitando para ellos la salvación. Por eso ella suscitó un movimiento de oración y caridad (sobre todo de servicio a los enfermos y a los pobres).
2.                  Es lo que vamos a hacer esta tarde. Hemos sido convocados para celebrar la eucaristía que es sacramento de piedad y vínculo de unión en la caridad. El mensaje de Lourdes nos recuerda siempre el papel de su Hijo en la economía de la salvación, Jesucristo es el protagonista y artífice de la obra de restauración de la humanidad.
El servicio que se realiza con los enfermos en Lourdes, gracias a las hospitalidades es posible y se realiza desde esta perspectiva eucarística. Gracias al trabajo constante, asiduo, desinteresado y generoso de los Hospitalarios es posible realizar esta tarea. María es la que nos da las fuerzas y la espiritualidad para poderlo realizar.
3.                  Bendita tu entre las mujeres!  Esa salutación entre las primas son unas palabras inspiradas por el ES. Estas palabras fueron seguidas por otras no menos importantes: “y bendito el fruto de tu vientre…” estas palabras nos recuerdan el amor apasionado que produce en nosotros si tenemos al Señor entre nosotros. Hay una frase latina que nos recuerda algo importante en nuestra espiritualidad mariana: “ad iesum per Mariam”. Es decir, cada vez que nos acercamos a María nos acercamos más a Jesús. Es toda una confesión de fe.
La visita de María a su prima no es una asistencia meramente humana. María llevó a su prima una presencia espiritualmente muy fecunda, le llevo la gracia, la alegría y la luz que se asocian desde su ser madre del precursor. Tal fue la explosión de alegría que el hijo que llevaba Isabel en su vientre saltó de alegría como lo harán luego los pastores el día del nacimiento de Jesús. Isabel entrevió en que su joven pariente llevaba al mismo Señor como el Salvador. Son estos dones los que nos acercan a Jesús; por eso cada vez que los acogemos, hacemos esa profesión de fe como lo hizo Isabel. “Lucas nos da la increíble buena noticia de que Dios es realidad humana y, a la vez, nos propone con vistas a su aceptación el modelo creyente de María. Se ha dicho muchas veces: creer es hacer posible lo imposible. Hoy, una vez más, hay que seguir diciéndolo: Creer contra toda desesperanza, cuando la evidencia invite a no creer en nada”.
4. El evangelio del encuentro entre las dos mujeres nos da también la respuesta de María. Ella responde magníficamente con un himno que se ha repetido por los siglos, es el “Magníficat”. Es un canto de alabanza a la misericordia de Dios, que repiten cotidianamente nuestros labios en el oficio de las horas, y simultáneamente una manifestación de la humildad de Nuestra Señora. Sin que yo hiciese nada -viene a decir-, el Señor ha querido que se cumpliera en mí lo que había anunciado a nuestros padres, en favor de Abraham y de su linaje, para siempre.
Ella nos enseña desde la humildad que solo Dios es grande y debe ser glorificado por nosotros. Todo nuestro espíritu debería alegrarse en él y solo en él. Él se inclina en la cruz (desde la misericordia) para levantarnos con su poder. El Magníficat va ligado a todas las situaciones de la vida. Nos da lo que necesitamos, el consuelo, el confort en el dolor y el sufrimiento del cuerpo y del espíritu. Que María sea fuente de consolación para los hospitalarios y enfermos y que nos ampare en medio de las dificultades. “Lucas gusta de convertir a los marginados en protagonistas de la aventura creyente. María, una marginada, es el modelo de creyente que Lucas nos propone imitar. Gracias a una marginada el Señor es realidad humana. ¡Gracias, María por haber creído!”
En el Magníficat, cántico tejido por la Virgen -bajo la inspiración del Espíritu Santo- con expresiones tomadas del Antiguo Testamento, se retrata el alma de María.
Los que sufrís de modo especial podéis experimentar y comunicar una fuerza a los que os llevamos por medio de esa oración especial, que solo vosotros podéis hacer y ofrecer. Durante estos días seguiremos ofreciendo y dando gracias a Dios por todos los dones que nos ofrece el Señor a través de nuestra madre la Virgen de Lourdes.


RECITAMOS TODOS JUNTOS EL MAGNIFICAT
“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre ....”.