jueves, 31 de diciembre de 2015

1 de Enero de 2016, Maternidad de María-2105 C: Lc 2, 16-21


Hoy tenemos varias celebraciones: comienza el nuevo año, pero sobre todo es una gran fiesta de la Virgen como Madre de Dios, es la octava de Navidad y, la circuncisión de Jesús e imposición de su nombre. Hoy también es la jornada mundial sobre la paz.
1.      Comienza el nuevo año.
No es una celebración litúrgica, sino algo sólo convencional en el calendario civil. En otras culturas comienza el año en otras fechas. Lo nuestro del 1 de Enero viene de una costumbre romana en que comenzaban a regir los cónsules. Es una ocasión y una oportunidad para pensar que el tiempo pasa y que debemos hacer realidad lo de: “año nuevo, vida nueva”. Este es un tiempo de bendición, como comenzamos en la primera lectura de la misa. Pero no sólo queremos que Dios nos bendiga. Todos debemos ser bendición para los demás y para el mundo. Por eso aprovechemos el comienzo de un nuevo año para una mayor limpieza de nuestras culpas y un hermoso deseo de aprovechar esta oportunidad que nos da Dios.
2. Celebramos sobre todo la solemnidad de María Madre de Dios.
Es el mayor título que un ser creado puede tener. Ha habido muchos que dicen ser impropio de María llevar ese nombre porque a Dios nadie lo ha hecho. En parte tienen razón; sin embargo María es la madre de Jesús y, como Jesús, además de hombre, es Dios, a su madre la podemos llamar Madre de Dios. Así lo entendieron los obispos reunidos en Éfeso en el año 431. Y desde entonces así la proclamamos, señalando la unión tan profunda con su Hijo “en las penas y alegrías”, y también en la redención y en las gracias que Dios nos va dando. Por eso es también nuestra madre espiritual y madre de la Iglesia. En este día nos alegramos por las maravillas que Dios ha hecho en su madre. Ella, aun colmada de dones, siguió siendo libre y cooperó generosamente. Si María es nuestra madre, siempre la tenemos ahí para interceder por nosotros ante el Hijo. 3. A los ocho días circuncidaron a Jesús.
A nosotros nos puede decir muy poco; pero era muy importante para los israelitas: era el día de la entrada y aceptación legal en la comunidad de Israel y de hacerse responsable de la carga que supone la ley. Era como otro nacimiento. Nacer es comenzar y, en cierto sentido, nacemos varias veces. Hasta en lo material, cuando alguno se ha salvado de un gran accidente, dice que ha vuelto a nacer. También puede decirse cuando comienza una vida social muy diferente, como era la circuncisión para los israelitas. Y mucho más nacemos nosotros cuando comenzamos una vida de gracia, como es el bautismo.  Y así como para nacer a la vida del cuerpo se necesita ayuda externa, así es para la circuncisión y el bautismo.
El nombre de Jesús se lo puso el mismo Dios. Así el ángel se lo dijo a María y a José. Los israelitas daban mucha importancia al significado, y Jesús significa “Dios salva”. Debemos poner mucho amor y confianza al pronunciar este bendito nombre.
4. Jornada mundial de la paz.
Así se llama este día desde 1967. Todos los años el papa nos da un mensaje especial sobre la paz. El año pasado cuyo tema era: “No esclavos sino hermanos”, terminaba el papa Francisco diciendo que mucho de la esclavitud sucedía por la indiferencia de muchos hermanos.
Para esta jornada de 2016 ha seguido con esta idea y ha puesto como lema: “Vence la indiferencia y conquista la paz”. Nos dice que en el mundo hay muchos males que van contra la paz, como es el fundamentalismo, por tomar mal la religión, hay persecuciones, violaciones de la libertad, crimen organizado y guerras, etc. Ante tantos males existe una gran indiferencia en muchas personas.

La paz es un bien difícil, que debe ser conquistado por muchos, si colaboramos para esta gran empresa. <<Que María, madre de Dios y madre nuestra nos ayude a conseguir la paz>>.  

sábado, 26 de diciembre de 2015

Domingo de la Sagrada Familia C-2015: Lc 2, 41-52


 Todos los años, se celebra  la fiesta de la Sagrada Familia. Todos los seres humanos fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios; pero Dios no es un ser solitario, sino una familia de Tres formando una estricta unidad. Por eso nosotros nacemos en familia y seremos más semejantes a Dios cuanto más unida esté la familia en amor. Hoy se nos propone la familia de Jesús, María y José como el ejemplo a seguir y la protección para pedir y esperar.
Este año, que es el ciclo C, se nos propone en el evangelio la escena de la vida de Jesús: “El Niño Jesús perdido y hallado en el templo”. La primera virtud que nos enseña a las familias es el cumplimiento del deber religioso. Era la Pascua y los hombres debían acudir al templo de Jerusalén. Las mujeres no estaban obligadas; pero María iba por devoción. Los niños no solían ir; pero Jesús ya no era un niño. Tenía doce años y estaba en el límite en que comenzaban a tener obligación a los trece años. Los tres fueron gozosos para adorar a Dios en el templo. El problema estaba al llegar al templo, los hombres y mujeres debían estar en patios diferentes. Los niños solían estar con las madres; pero Jesús ya era mayorcito y casi seguro que iría con san José, especialmente porque tendría mucho interés en escuchar a alguno de los doctores de la ley. No sabemos cómo pudo ser, pero el hecho es que Jesús se perdió. Yo no puedo creer que Jesús intencionadamente quiso quedarse sin decir nada a María o a José dándoles un disgusto. El gentío cada vez era mayor. Quizá José pensó que Jesús se había ido donde María, como cuando era más pequeño.
Con tanto barullo de gente, durante unas horas los hombres iban por un camino y las mujeres por otro. Jesús no estaba por allí. María y José nos enseñan a estar unidos en las adversidades, volver a desandar el camino juntos y buscar a Jesús donde le dejaron, que era en el templo. Angustiada, pero sin recriminaciones, María habla a su hijo. Y Jesús les da y nos da una gran enseñanza. No creo de ninguna manera que Jesús se quedase voluntariamente; pero aprovecha ese momento, esa circunstancia, para descubrirnos una gran verdad que habría madurado aquellos días en el trato con los doctores de la ley y con la oración profunda en la casa de Dios. Y el descubrimiento grande que hace, como hombre, es que Dios no es un ser ajeno a nosotros, sino que es su Padre y que todos podemos llamar a Dios como Padre, porque formamos una gran familia. Esa sería una de las más grandiosas enseñanzas en su vida pública.
Era la manera de actuar Jesús. Un día aprovecharía la circunstancia de que fueron a visitarle su madre y familiares para decirnos que quien cumple la voluntad de Dios es su hermano, su hermana y su madre. Allí nadie se enfadó, no hubo rabietas, sino que en paz volvieron a Nazaret. Jesús les “obedecía y crecía en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres”. A muchos les suena mal la palabra “obediencia”. Les parece algo como sumisión. Cuando hay verdadero amor es algo diferente. Quizá cuando se va creciendo la obediencia a los padres se debe expresar mejor con “honrar”, como nos dice el 4º mandamiento: “Honrar al padre y a la madre”. Este mandamiento estaba puesto para los adultos para que honren a sus padres ancianos. Es justo agradecer a los padres los sacrificios que han hecho por nosotros desde el principio de la vida.
María y José no entendieron, por entonces, lo que Jesús les dijo. Muchas veces pasa en las familias que los padres no entienden a los hijos cuando van creciendo. La autoridad no es despotismo ni tiene porqué el hijo ser exactamente como el padre. Muchas veces habrá que callar, como María; pero siempre seguir amando. Si hay amor, la autoridad es más bien un servicio y un ir comprendiéndose, y entre nosotros muchas veces perdonándose. Si hay amor, hay delicadeza, amabilidad, ternura y comprensión, ya no habrá gritos, riñas, egoísmos, como tantas veces se ve en las familias. Por eso debemos pedir hoy la protección y el amor a la Sagrada Familia.

     

miércoles, 23 de diciembre de 2015

NAVIDAD 2015-C


Dios creador. La suerte del hombre en la tierra no proviene de un azar casual, o de una decisión desconocida; menos aún de una maldición. La Escritura comienza hoy de forma solemne y definitoria: [En el principio Dios creó «el cielo y la tierra», esto es, lo «creó todo»]. Dios creó y llamó a la vida. Dios creó e inició una relación con las criaturas, poniendo orden y sentido. La historia se desenvuelve de forma progresiva, se desenrolla en un escenario amplio, con un principio, que tiende a un final.  Formamos parte de esta historia de salvación.

Dios crea por la palabra. Dios no se confunde con su obra creada. La palabra de Dios es fecunda, tiene capacidad de crear vida y de sostenerla. Dios ordena que surja la vida, y la vida brota. El artífice, el ingeniero, el artista, dice cómo quiere que sea su obra y da trazos precisos. Unas veces borra y otras rectifica. Dios tiene autoridad, y la palabra de Dios la refleja en todo lo creado.

La Palabra es reveladora. La palabra tiene la función y la  virtud de comunicar, de enseñar, de explicar, de narrar. Por medio de la palabra las personas se expresan y Dios se expresa. El Dios de la Escritura no es una divinidad huraña, aislada, encerrada en sí misma. La palabra posibilita el diálogo. Para dialogar hay que escuchar y hay que proponer. Hay que tener algo que decir, y hay que decirlo. Dios se nos dice, se nos entrega, se nos comunica en sus palabras. La Escritura la acogemos, en comunión con toda la Iglesia, como Palabra de Dios, como reveladora de su intimidad y de su voluntad con todos nosotros.
La Palabra se hace carne. Esta palabra creadora que estaba junto a Dios, se ha hecho «carne». El evangelista nos sorprende porque de un lenguaje poético entra en otro tono inesperado, radical, inaudito. La palabra, que aunque tiene autoridad y es creadora, es a la vez débil porque se  pierde después de haber sido pronunciada, toma forma humana. San Juan mira al comienzo de la Escritura, y a la vez mira con una profundidad única el nuevo comienzo de la historia: el misterio del nacimiento de Jesús.

Jesús es la Palabra de Dios. San Juan contempla y admira a Jesús, en quien reconoce la encarnación de la Palabra de Dios. Nunca nadie se había atrevido a dar este paso. Anoche celebrábamos con alegría que nos ha nacido un niño, pequeño y pobre. Allí, en las pajas de Belén, se revelaba la ternura de nuestro Dios. Hoy, día de Navidad, la Iglesia nos invita a adentrarnos en el misterio de este niño. Es «Dios con nosotros»; es la «Palabra de Dios encarnada». Dios no solo no rechaza ni se avergüenza de la humanidad, sino que se hace carne, se embarra, se mete en el hondón de la historia humana.


Las consecuencias de esta revelación y de esta fe son novedosas. Cuanto más amemos lo humano, más entenderemos a Dios. Cuanto más respetemos y defendamos la causa del hombre, más estaremos transparentando a Dios. Cuanto más contemplemos al niño de Belén, débil, pobre, y fuera de la ciudad, entenderemos mejor que el evangelio es para todos, pero que Dios empieza su obra en las «periferias de la ciudad» para que no haya nada humano que esté fuera de su alcance. ¡La Palabra se hace carne, se hace humana! ¡Dios se hace humano! ¡Jesús es «Dios con nosotros»! ¡Feliz Navidad a todos!

sábado, 19 de diciembre de 2015

4ª semana de Adviento. Domingo C-2015: Lc 1, 39-45



En la última oración de la misa de este día pedimos que tengamos el deseo de celebrar dignamente el nacimiento de Jesús. Y para poder celebrarlo dignamente en este último domingo antes de Navidad nos fijamos todos los años en la  Virgen María. Ella fue la que mejor se preparó para el nacimiento de Jesús y la que nos puede ayudar, para que Jesús nazca en nuestro corazón.
Estamos en el ciclo C, en el que consideramos la Visitación de María a su prima Isabel. En este último domingo antes de la Navidad, debemos hacer lo posible para imitar las grandes virtudes que María nos enseña en esta visita. No es que María vaya a “visitar” a su prima, sino que va a ayudarla. María se ha enterado por el ángel que su prima Isabel, va a tener un niño y que está en el sexto mes, y María “marcha” para atenderla. Quizá nos tenemos que dar prisa para preparar nuestro corazón, si antes no lo hemos hecho. Hay personas que se apresuran a preparar la navidad en el sentido de preparar muchas luces y adornos y regalos; pero quizá no han pensado en un lugar en su casa para poner una imagen del Niño Jesús y sobre todo, lo que es más importante, un sitio en su corazón.
Hoy María, al llevar a Jesús en su seno, es portadora de alegría. Así lo expresa Isabel cuando María entra en su casa. Así lo hace notar el niño Juan que está en las entrañas de Isabel. Estos días de Navidad son días más propicios para manifestar la caridad, haciendo el bien a muchos necesitados. Por eso a través de Caritas queremos llevar un poco de solidaridad a los que no tienen lo necesario para llevar una vida digna.
Entregar nuestra persona a Dios significa mostrar nuestro amor a Dios. Pero para que sea verdadero, debe estar unido con el amor al necesitado. Si Jesús vive en nuestra alma, debemos ser portadores de la salvación, que es ser portadores de fe, de amor y de alegría para otros.
A la Virgen María la llamamos “Arca de la nueva alianza”. María llevaba en sí, no sólo unos signos de alianza, sino al mismo Dios. Aquellos tres meses, que estuvo en casa de Zacarías e Isabel, tuvieron que ser un chorro de bendiciones celestiales para aquella familia.
Quizá María es consciente de que aquel Hijo no la pertenece del todo, sino que es un don de Dios destinado para el bien de todos. Por eso el misterio de la Visitación es la realidad del compartir. Nosotros sabemos que recibimos a Jesucristo en la comunión. El nace de verdad en cada Eucaristía. Le adorAmos de verdad; sin embargo sintámonos con la misión de expresar esa alegría porque Cristo vive con nosotros y nos da la salvación. No podemos dejar de expresarla hacia otros.
Como dice el sacerdote al acabar la misa: <<Ite, missa est>>, pone en relación lo celebrado hoy con la misión de la Iglesia en el mundo. Misión que nace de lo celebrado y que nos lleva a recordar el apostolado que tiene que realizar todo cristiano llevando a los familiares y a las personas con las que se encuentra por el camino la buena nueva de Jesús hacia los más pobres y desfavorecidos.
En estos días quizá damos regalos y nos olvidamos de dar algún regalo al Niño Jesús que nace. El mejor regalo es nuestro corazón, es toda nuestra persona.


sábado, 12 de diciembre de 2015

3ª semana de Adviento. Domingo C- 2015: Lc. 3, 10-18


Este tercer domingo se llama: “Domingo de la alegría”. Nos dice la palabra “Regocijaos” porque está ya cerca la Navidad. Hoy la liturgia nos invita a una alegría sincera y profunda, que es un don del Espíritu, que no tiene directa relación con el placer o la comodidad o la fortuna, ni es cuestión de temperamento, sino de la gracia y del saber que “el Señor está cerca”.
Ya en la primera lectura de la misa el profeta Sofonías alienta a la alegría, porque la alegría es la emoción más bienvenida en la vida humana. Y es exultante, cuando es inesperada e irrumpe en la mediocridad de nuestras vidas. Pero es san Pablo, en la segunda lectura, quien de una manera más imperiosa y urgente nos dice que debemos estar alegres. Y lo repite. Por lo tanto no se puede seguir a Cristo siendo triste. Santa Teresa decía: “Un santo triste es un triste santo”. Quería decir que era un santo falso o que no lo era.
No es fácil estar alegres en medio de tantas contrariedades como vemos en la vida. Un autor dice: “Esto de la alegría es cosa seria”. La alegría debe notarse externamente. Hoy mismo lo dice san Pablo: “Que vuestra amabilidad (fruto de la alegría interna) sea conocida por todos”. Y sigue diciendo que nada nos debe preocupar hasta el punto de caer en la tristeza y en la depresión. Y esto porque “el Señor está cerca”.
Esa cercanía la vivimos ahora en la Navidad. En esos días recordamos y revivimos la presencia de Dios hecho hombre entre nosotros. El Señor nos recuerda que vive en la Eucaristía y debe vivir en nuestro corazón por el amor. Esto es lo que nos debe llenar de alegría profunda: Dios nos ama y no nos abandona. El cristiano espera que un día Cristo Jesús pueda decirnos, en su última venida: “Entra en el gozo de tu Señor”.
Pero también la alegría interior del corazón debe manifestarse en obras de amor. Hoy es día también para que nos preguntemos: ¿Qué debo hacer? Esto le preguntaban a Juan el Bautista las personas que habían sentido sus palabras entrar en su corazón y estaban en proceso de conversión. Hoy nos presenta la Iglesia ese diálogo de la gente que le pregunta al Bautista y las respuestas del santo, que son también para nosotros.
Lo primero que pide Juan es el desprendimiento de bienes para compartir con quien no tiene. Ese entra de lleno en el espíritu de la Navidad. Y, es algo que Jesús pedirá a los que quieran ser sus discípulos: estar dispuestos a renunciar a todo para estar disponibles para el bien de los demás. Una clase de personas que le preguntaba eran cobradores de impuestos, que solían aprovecharse de la gente. A éstos les dice que no exijan más de lo debido. En nuestra vida no se trata sólo de dinero; pero la verdad es que a veces por seguir nuestro egoísmo exigimos a otros lo que no debemos. El Señor nos pide que nos preparemos como un momento jubilar para renovarnos en gracia y espiritualmente. Nos recuerda que nos debemos percatar de la presencia de personas en nuestro entorno que están cansadas y agotadas, perdidas y sin guía, que nos necesitan. Hacer de la misericordia y la solidaridad la clave de la vivencia en esta Navidad y siempre. Este acento lo tenemos que poner de relieve en nuestras celebraciones y que se note la compasión y la misericordia como un programa para nuestras iglesias.

Si el amor es profundo hacia Dios y hacia los demás, quizá tendremos que sufrir; pero en lo más hondo del alma brotará la alegría sincera, que nos proporcionará la paz por la presencia de Dios. 

martes, 8 de diciembre de 2015

8 de Diciembre. Fiesta de la Inmaculada-2015: Lc 1, 26-38

Hoy nos alegramos con toda la Iglesia por ser una fiesta muy especial de nuestra Madre, la Stma. Virgen María. Entre tantas fiestas en honor de la Madre de Dios, hay dos más especiales para toda la Iglesia: el comienzo de la vida de María, como Inmaculada o llena de gracia, y el final, que fue su Asunción en cuerpo y alma al cielo.
Nos alegramos cuando tenemos algo bueno; pero nada mejor podemos tener que la vida de gracia en nuestra alma, que es lo que nos dará la plena felicidad para siempre. Por eso hoy celebramos el hecho de que la Virgen María estuvo llena de gracia, limpia de todo pecado desde el primer instante de su concepción. La concepción es el momento en que Dios crea el alma uniéndola a la materia, que proviene de los padres: es el momento en que comienza la vida humana.
La Biblia no menciona explícitamente este dogma o creencia de fe. Lo creemos y sabemos por la Tradición, es decir, por la autoridad que les dio Jesús a los apóstoles y a sus sucesores para interpretar dignamente mensajes que nos da la Sagrada Escritura. Con el tiempo algunos mensajes se clarifican, como este dogma de la Inmaculada. Así, después de ponerse de acuerdo todos los obispos, siguiendo la devoción del pueblo cristiano, el papa lo proclamó como una verdad que debemos creer y tomar en consideración para nuestra vida cristiana. Era el 8 de Diciembre del año 1854 cuando el papa Pío IX proclamó solemnemente esta verdad.
Se basaba en algunas palabras de la Biblia. El primer pasaje importante es el que nos narra la primera lectura de la misa de este día. Es el capítulo 3 del Génesis. Allí aparece una lucha entre la serpiente, que simboliza el demonio o fuerzas del mal con el Redentor de la humanidad. Y unida con el Redentor aparece una mujer que “aplastará la cabeza de la serpiente”. Esto quiere decir que habrá una mujer, unida al Redentor, que no tendrá que ver nada con el pecado. Para que el triunfo sea total debe estar sin mancha de pecado “desde el primer momento de su concepción”.
En el evangelio de este día aparece el ángel Gabriel saludando a María con esa expresión de “llena de Gracia”. Es como el nombre propio de la Virgen. Significa una singular abundancia de gracia, un estado sobrenatural del alma en unión con Dios. Y no se trata de algo conseguido entonces, sino como si fuese algo propio e innato en el alma de María. Por eso aquello de “el Señor está contigo”. Esta es una expresión que aparece en otros lugares de la Biblia; pero aquí se realiza con pleno sentido, porque Dios está más presente cuanto mayor sea el grado de gracia que hay en el alma.
Estos no son argumentos definitivos; pero la Iglesia reflexiona con la ayuda de Dios. Y ya desde los primeros siglos de la Iglesia había teólogos que reflexionaban sobre la conveniencia de que Dios diera esta inmensa gracia a la que iba a ser su madre. En el día de nuestra Madre en algunos sitios se celebra a las otras madres. Pero podemos ponernos a pensar: si nosotros hubiéramos podido hacer a nuestra madre, es decir, darle las cualidades que nos hubieran parecido mejores ¿Qué no hubiéramos hecho para nuestra madre? Pues como Dios lo que más estima son los valores espirituales, la grandeza de alma, no escatimó nada para embellecer espiritualmente a su Madre, sin que el pecado pudiera dañarla ni en el primer momento de su concepción.

Por eso hoy nos alegramos al considerar la belleza de la Madre celestial. Pero también es un mensaje para que busquemos la mayor purificación para nuestra alma. María es nuestra madre, pero es también el modelo a seguir. Ella también fue redimida por Jesucristo, aunque de modo adelantado. Nosotros, aunque somos pecadores, fuimos hechos limpios por el bautismo. Sin embargo ¡Cuántos pecados hemos ido acumulando! En este día pidamos fortaleza a Nuestro Señor para limpiar nuestra alma y, fijándonos en el modelo de limpieza, que es la Inmaculada, caminemos por el camino de la gracia y santidad para que un día nos podamos ver y gozar con María en el cielo.

sábado, 5 de diciembre de 2015

DOMINGO 2º ADV-2015 (C)

Creer y esperar

Hay cierta diferencia en la visión que se tiene de la realidad y de la historia, y esa diferencia tiene mucho que ver con el culto y la práctica religiosa, porque de ahí proceden miradas, interpretaciones y posturas ante la Historia grande y ante la historia pequeña, la de cada día, que, un día tras otro, forma la grande, la de todos.

Baruc, tiene que vivir en un tiempo duro, como todos. Mira la vida con la crudeza del realismo al que el sufrimiento acostumbra. No puede prescindir del dolor que padecen él y los suyos, por eso lo tiene en cuenta y no se hace ilusiones sobre la vida. Pero invita a la alegría y a la esperanza, a pesar de todo. ¿Cómo lo hace? ¿Cómo lo hacemos nosotros los creyentes que nos distinguimos de los no creyentes por la esperanza que nos mantiene a pesar de lo que ocurre a nuestro alrededor?

La esperanza se alimenta o muere
La esperanza no es un caramelo que regalan en cualquier esquina cuando pasas para endulzarte la mañana. No es una marca en la piel que se conserva indeleble pase lo que pase y porque sí. La vida no da muchos motivos para ver en ella razones que la alimenten. Ni nosotros somos tan consistentes que podamos dar base sólida a un futuro mejor.

La esperanza, como la vida y las personas, necesita alimentarse continuamente para no quedar estancada y muerta. Necesita ejercicios frecuentes que la mantengan ágil y viva. Ese fue un descubrimiento muy antiguo en el mundo de las religiones. El culto comunitario tiene la función de revitalizar siempre una esperanza amenazada por la realidad de cada día. Porque una mirada al mundo y a la historia es un desafío permanente que critica y pone en duda la posibilidad de una salida positiva a lo que vivimos. Y en el culto, en la práctica religiosa, marcada por la vida, acostumbramos nuestros ojos a mirar la vida de otra manera, desde otra perspectiva que nos aporta la confianza en Dios.

La esperanza está en Dios

Lucas tiene interés en precisar con detalle los nombres de los personajes que controlan en aquel momento las diferentes esferas del poder político y religioso. Ellos son quienes lo planifican y dirigen todo. Sin embargo, el acontecimiento decisivo de Jesucristo se prepara y acontece fuera de su ámbito de influencia y poder, sin que ellos se enteren ni decidan nada. Ahí es donde nace la verdadera esperanza. Eso requiere cuidados visuales. Personas que limpien nuestros ojos de cegueras totales o de impedimentos extraños. Esa es la función de los profetas, antiguamente, y de la comunidad hoy.

Necesitamos allanar montañas que impiden ver el horizonte. Rellenar valles de precipicios y vacíos vitales. Señalar direcciones de orientación. Animar tantos desencantos y desesperanzas. Enseñar a leer los signos y señales de la presencia de Dios entre nosotros. Porque Él, misteriosamente, está en la vida.
La esperanza aparece siempre en el mundo y en nuestras vidas. Hace penetrar en la historia humana la gracia y la salvación de Dios. La esperanza no está en manos de los poderosos. En ninguna parte se puede escuchar mejor que en el desierto la llamada de Dios a cambiar el mundo. El desierto es el territorio de la verdad. No hay sitio para lo superfluo. No se puede vivir acumulando cosas sin necesidad. No es posible el lujo ni la ostentación. Lo decisivo es buscar el camino acertado para orientar la vida.
En este marco del desierto, el Bautista anuncia el símbolo grandioso del «Bautismo», punto de partida de conversión, purificación, perdón e inicio de vida nueva.¿Cómo responder hoy a esta llamada? El Bautista lo resume en una imagen tomada de Isaías: «Preparad el camino del Señor».
Las imágenes de Isaías invitan a compromisos muy básicos y fundamentales: Hemos de cuidar bien los bautizos de nuestros niños, pero lo que necesitamos todos es un «bautismo de conversión».
Un grito estridente y doloroso se escucha hoy en nuestra sociedad contemporánea. Es la voz de los marginados, los indefensos, los atropellados, los ancianos, los humillados, los manipulados, los desprovistos de toda defensa ante las injusticias de los más poderosos.
La salvación viene siempre de una palabra de Dios. Y esta palabra se nos dirige incesantemente a todas las personas también hoy, aunque raramente encuentre a alguien que la escuche en su corazón.


sábado, 28 de noviembre de 2015

DOMINGO 1º ADV-2015 (C)

Dios cumple sus promesas

Dios nos ama, nos mira y nos habla. En Cristo, su Hijo, nos cura, nos libera, nos salva. Al iniciar este tiempo de Adviento queremos recordar que el Señor está ya entre nosotros. Su cercanía nos invita a abrir bien los ojos para que con una fe despierta y orante, y con una caridad constante y generosa podamos reconocerle presente en cada persona, en cada situación. Dios sigue viniendo. Llama a nuestra puerta, nos visita. Ha venido para quedarse, y continuamente renueva su presencia entre nosotros.

Es tiempo para la fe, es tiempo de esperanza, es tiempo de amor: es tiempo de Dios ¿Qué  espera el Señor de nosotros? Que seamos personas que aman, que sirven, que se preocupan del otro, especialmente del que sufre, del pobre, del desamparado, del que experimenta grandes dificultades para sobrevivir.

El amor no se improvisa. Antes de hacer nuestro "proyecto de Adviento", antes de vivir amando y sirviendo al Señor en cada persona es necesario que recordemos, que hagamos memoria de las acciones de Dios en nosotros.

Cuando dejamos a Dios ser Dios, Él, por puro amor, salva, transforma, da vida, perdona, reconcilia, reconstruye. El Señor es "nuestra Justicia". Una manera de decir aquello que proclama el profeta Isaías acerca del Señor: es "Dios-con-nosotros". Dios actúa, se implica, no se queda al margen. En Cristo se cumplen las "buenas palabras" de Dios. Las promesas de Salvación que Dios ha hecho se han cumplido en Jesús, el Señor.

Como el Señor: Amor sin medida

Adviento: esperamos a Cristo. Queremos prepararnos al encuentro del Señor, que viene.

San Pablo, a los cristianos de Tesalónica les exhorta a preparar la Venida definitiva del Señor. Para ello les anima a recordar y vivir: Un amor mutuo, fraterno, los cristianos entre sí, pero también un amor a todos. El amor que recibimos de Dios nos fortalece, y nos convierte en signos y testigos de ese amor de Dios.

Constantemente el Apóstol exhorta a los cristianos de la primera hora, y a nosotros, a vivir de acuerdo a la persona de Jesús. Es la mejor manera de preparar y esperar la Venida del Señor. ¿Cómo esperar al Señor, que llega, si nuestra vida no está en sintonía con Él? La persona de Cristo está en la raíz de nuestro ser y hacer. En su nombre, nos hemos puesto en camino, para ser de "los suyos", para amar como Él. Por eso es tiempo de contemplar al Señor. Ahora es el tiempo propicio. Esperamos a Aquel que sabemos nos ama: Jesús, el Señor.

Despiertos y con la cabeza bien alta

Hoy, el Señor nos exhorta a vivir esperando y preparando su venida gloriosa. Con un lenguaje extraño y casi desconcertante se nos invita a saber mirar con ojos de fe cada acontecimiento, cada situación personal y comunitaria. Con este toque de atención el Señor quiere despertarnos de nuestras indiferencias y olvidos hacia nuestro prójimo, y también hacia Dios mismo.

Él nos anima a que permanezcamos unidos a Él, para que en medio de las dificultades, no desfallezcamos, sino que vivamos con fidelidad y gozo nuestra condición de discípulos y testigos suyos.

Para nosotros la esperanza del adviento tiene un nombre: Jesucristo. El nos encomienda la tarea de contar a otros que la salvación está cerca. Cristo es nuestra Salvación. El proyecto de Dios - el Reino- ha comenzado con Jesús. Él es el Reino de Dios. Esperamos y caminamos hacia su realización definitiva al final de los tiempos.

Jesús nos invita a la vigilancia por medio de una fe que está atenta a los signos de la presencia de Dios en este mundo, en esta sociedad. Este permanecer en vela para escuchar "los susurros" de Dios, se fundamenta y concreta en la oración, en la conversión (viviendo la reconciliación sacramental) y también se expresa a través de una caridad sincera y generosa. El amor concreto a cada persona me mete en la experiencia de Dios Amor.

Sigamos celebrando la Eucaristía. Que iluminados por la Palabra del Señor, y alimentados con su Cuerpo y con su Sangre, permanezcamos en actitud de oración confiada, de amor fraterno y de esperanza activa para celebrar y preparar su Venida.


sábado, 21 de noviembre de 2015

Domingo, 22 de noviembre de 2015; Cristo Rey B-2105: Jn 18, 33-37



Estamos en el último domingo del año litúrgico. Como complemento o resumen de todo lo bueno que podemos decir y aprender de Jesús, la Iglesia nos pone en este día la fiesta de Cristo Rey. La palabra “Rey” o reino en muchos ambientes modernos está desprestigiada; pero siempre queda la influencia histórica y la expresión de Jesús al comenzar su predicación sobre la importancia de pertenecer al “Reino de Dios”. De modo que entre las peticiones más importantes que podemos hacer a nuestro Padre Dios, es que “venga su reino”. Pertenecer a él será nuestro fin y nuestra felicidad.
Parece un contrasentido el hecho de que celebrando a Cristo como Rey del universo, en el evangelio no se nos propone algún hecho triunfante de Jesús, sino que aparece humillado ante el representante del imperio que en aquel tiempo era casi omnipotente. Jesús ante Pilato está como un esclavo ante su señor. Sin embargo a los tres días Jesús resucitaría triunfante y poco después Pilato desaparecerá en el olvido.
Jesús había sido condenado como rey falso, como peligroso para el imperio romano. Pero allí está atado y sin ningún poder. Aun así Pilato le pregunta a Jesús si es rey y Jesús le contesta que en verdad El es rey. Pero a continuación testifica que su reino no es como los reinos de este mundo. En varias ocasiones la gente entusiasmada ante los milagros de Jesús le quiso proclamar como rey. Especialmente cuando la multiplicación de panes y peces pensando egoístamente que con un rey así, no les iba a faltar el pan de cada día. En otros momentos eran los mismos discípulos los que creían que Jesús iba ya a instaurar el reino al estilo del rey David. Les costaba entender que su reino no era como los del mundo, que se basan en la fuerza, en el dinero o en el poder. Su Reino, como nos dice el prefacio de la misa de hoy es un Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, amor y paz.
Su Reino es sobre todo de verdad. Ante Pilato proclama Jesús que El ha venido a proclamar la verdad. La mentira es el emblema del demonio. Con frecuencia vemos que muchos para conseguir el poder se basan en la mentira. No están en el lado de Jesús. Pilato preguntó qué es la verdad, pero no quiso escuchar la respuesta. Estaba demasiado convencido de su verdad, que era su propia política, su comodidad y su egoísmo. Nosotros, para participar del Reino de Jesús, debemos estar atentos a su verdad, que nos la va proclamando a través de todo su Evangelio cada domingo.
El Reino de Jesús tiene una dimensión muy diferente de los reinos de este mundo. Es un reino de amor, de gracia y de paz, un reino que está por encima de las ambiciones humanas. Por eso aquellos que tienen ambiciones terrenas, aunque estén  muy metidos entre cosas religiosas, están fuera, al menos entonces, del reino de Jesús. Es un reino que comienza ahora, pero que tendrá su culminación o plenitud en la otra vida. Es como un grano de mostaza pequeño, pero que se va agrandando, aunque se le note poco. Es como un fermento que está en el mundo; es como un tesoro escondido en el campo.

En fin, que el centro de nuestra vida y predicación de la Iglesia debe ser el Reino de Jesús, y su realización será la unión de todos los bienaventurados en el cielo. Es un punto de referencia para nuestra esperanza. Es un mensaje de optimismo, porque sabemos que Cristo triunfará y porque sabemos que en verdad se va realizando en la vida de la Iglesia y en muchos corazones que buscan el bien. Es rey porque con su sangre mereció la redención de todos los pecados. Por eso debemos servirle. Servir a Cristo es tener la verdadera libertad. Para ello escuchemos su voz y le sigamos. El debe reinar sobre nuestra inteligencia, sobre nuestra voluntad y nuestro corazón, porque El es amor. Y en verdad ha sido correspondido por millones de discípulos.

jueves, 12 de noviembre de 2015

33ª semana del tiempo ordinario. Domingo B-2015: Mc 13, 24-32



Estamos casi a fin del año litúrgico, pues terminará el próximo domingo con la fiesta de Cristo Rey. Por eso se nos habla con palabras de Jesucristo referentes al fin del mundo. No sólo san Marcos, sino otros evangelistas, cuando transcriben palabras o mensajes de Jesús para asuntos grandiosos, se acomodan a un estilo literario que en el Oriente estaba de moda, que era el género apocalíptico, por medio de comparaciones y figuras grandiosas. Jesús no quiere atemorizarnos, sino desea mostrarnos de una manera solemne la realidad, que para sus seguidores debe encerrar una gran esperanza.
Eran los días antes de su muerte. Después de hablar en el templo, Jesús con sus discípulos se retiraba a Betania a casa de Lázaro. La conversación se hizo interesante al ver el templo relucir con los rayos del atardecer. De la predicción sobre el final del templo y su sistema religioso, pasó Jesús a tratar sobre el final del mundo, que al mismo tiempo será el tiempo de su segunda venida “con gran poder y majestad”. Sobre esta segunda venida se hablaba mucho en la primitiva cristiandad, de modo que muchos, por el deseo grande de estar con Jesús, creían que iba a realizarse muy pronto. En diversas épocas han estado muy presentes estas predicciones de Jesús, como cuando llegaba el año mil, y algo también en el año dos mil. Hay sectas que hablan continuamente de ello, hasta mostrando fechas concretas, que luego no se realizan.
Como he dicho, las palabras en concreto son imágenes impactantes para que se quede aprendido mejor el mensaje. No hay que tomarlo al pie de la letra, porque además las estrellas, tan enormes, no pueden caer sobre la tierra, tan pequeñita. No se trata de dar miedo, sino de vivir en esperanza y alegría porque al final vendrá Cristo a nuestro encuentro. Las imágenes del sol, luna y estrellas son para subrayar la grandiosidad de la venida gloriosa del Salvador. El final de la historia no es un final de catástrofe, sino que será la salvación para los elegidos, que podemos ser todos, si seguimos los consejos y la manera de vivir de Jesús buscando el servir a los demás.
El mensaje principal es que debemos velar y estar preparados para la venida del Señor, porque no sabemos el día ni la hora. Estar preparados es llevar una vida en conformidad con el Evangelio. Más que anuncio de destrucción, es anuncio de salvación, porque se trata de una nueva presencia total de Jesús, cuyas palabras no pasarán. Todo lo demás de este mundo pasará. ¡Cuántas energías se consumen para conseguir éxitos humanos o materiales, cuando en realidad todo pasará! Lo que no pasará o permanecerá para siempre son las palabras de Cristo y los que sigan esas palabras con su vida. No es que sean malas las cosas materiales, como el arte, el deporte, etc. Lo malo es cuando uno quiere hacer de esas cosas algo absoluto.
Jesús no sólo está hablando del fin del mundo, sino también del fin de “su” mundo, como es el fin de su época con todo lo que conlleva, como el fin del templo y de las estructuras religiosas que en sí encerraba. Por eso dijo que no pasaría esa generación sin que aquello sucediera. La tradición ha visto como expresión de esas palabras la destrucción de Jerusalén, juntamente con el templo, en el año 70. Muchas estructuras políticas y religiosas, que parecían inamovibles, han ido cayendo a lo largo de la historia. También nuestro mundo caerá o pasará. Si vivimos atados a nuestros éxitos materiales es como degenerar nuestro ser humano que está hecho para la eternidad.

Al hablar del fin del mundo en este día, debemos aumentar nuestra esperanza de paz, alegría y amor. El fin del mundo será la consumación de la esperanza, pero será la plenitud de la vida de paz, alegría y amor. Nuestra misión como cristianos es hacer ya desde ahora presente lo que será el futuro. Tenemos que aprovechar el tiempo, que no sabemos cuánto será, para ir creando ese mundo de justicia y de paz. Para ello comencemos enderezando nuestra propia vida para que sea honrada, auténtica y ejemplar, cumpliendo nuestro deber y ayudando a los demás. 

sábado, 7 de noviembre de 2015

32ª semana del tiempo ordinario. Domingo B-2015: Mc 12, 38-44

Jesús estaba con sus discípulos en el Templo de Jerusalén. Eran los días anteriores a su pasión y muerte y quería recalcar algunas enseñanzas que muchas veces les había dado en aquellos años. Una y muy importante era: que no fuesen como los fariseos, que aparentaban por fuera lo que no eran por dentro. Querían aparentar muy religiosos; pero la verdadera religión es el trato íntimo con Dios desde el corazón.
Parecido a los fariseos eran los escribas o letrados. Algunos eran del grupo de los fariseos y eran quienes entendían más de la Escritura y debían enseñarla al pueblo. Ahora Jesús una vez más les dice a los apóstoles que tengan cuidado para no parecerse a los letrados, pues les gusta que les alaben, buscan los primeros puestos; pero hacen algo desagradable a Dios, pues se aprovechan del poco dinero de las viudas con motivo de largos rezos. Jesús habla de las viudas, como podría hablar de los pobres y desamparados; en aquel tiempo no había seguridades sociales y sí mucha injusticia; y las viudas que no tenían el amparo de ningún varón, estaban desatendidas.
Jesús quiere dar la lección de una manera práctica. Y para eso van donde la gente deposita sus limosnas para el templo. La gente va dejando el dinero y algunos ricos dejan bastante. De pronto llega una viuda y deja dos moneditas. Estas monedas resonaron mucho en el corazón de Jesús; mas que las monedas que echaban los ricos. Jesús les da la lección a los apóstoles: “esta pobre viuda es la que más ha echado”. Dios no juzga como nosotros por los hechos externos. El conoce el fondo de nuestro corazón. Por eso suele pasar que algunos actos externos de religión, hechos al parecer con mucha perfección, no valgan para Dios, si esa persona busca sólo recibir honores y premios terrenos.
Hoy a los apóstoles les Da otra razón de porqué agrada a Dios esa limosna de la viuda: “Porque los demás han dado de lo que les sobra, pero la viuda ha dado lo que necesitaba para vivir”. Dar lo que se necesita para vivir es como dar la vida. Y eso es amor. A ella se le pueden aplicar las palabras de Jesús: “El que entrega su propia vida por el Evangelio, la salvará”. Ese es el  verdadero culto que quiere Dios, la entrega de nuestro corazón.
En la primera lectura de hoy se nos da otro ejemplo de una viuda. El profeta Elías estaba huyendo de las amenazas del rey y llegó a Sarepta en tiempos de mucha hambre y sed; allí se encontró con una viuda que recogía un poco de leña para hacer el último pan. Elías le pide un vaso de agua y un pan.
Aquella viuda no podía dar gracias a Dios por las riquezas, pero lo que tenía lo consideraba un don de Dios y se ponía en sus manos con fe y confianza. No se necesitan grandes cosas en lo humano para agradar a Dios. Por eso es más fácil servir a Dios en la pobreza que en la riqueza. Es bueno recordar a la Virgen María. No conocemos que hiciera grandes cosas externas, como a veces conocemos en la vida de algunos santos. Sin embargo es la más santa de todos, porque supo entregar constantemente su vida al Señor. Lo especial de su entrega fue su amor.

Alguno puede decir que quizá la donación de aquella viuda sirvió para vanidades externas de algún jefe del templo. Lo cierto es que Dios ve que ella lo da para la honra de Dios, para que otros le alaben. Hoy es día para pensar si nosotros damos a Dios no sólo bienes externos, sino tiempo y disponibilidad para la mayor gloria de Dios.

viernes, 30 de octubre de 2015

1 de Noviembre. Todos los santos-2015: Mt 5, 1-12ª


  Hoy celebra la Iglesia la fiesta de todos los santos. Esta palabra “santo” en la Biblia se aplicaba sólo a Dios, pues significa: sagrado o separado. Pero luego se fue diciendo de todo lo que se acercaba más a Dios. Así ya san Pablo llama santos a los cristianos por el hecho de estar unidos a Dios por el bautismo. Después ya sólo se aplicó a aquellas personas “que por su comportamiento están más cerca de Dios. Especialmente los mártires” que, por su muerte gloriosa, se unen para siempre con Dios.
La Iglesia desde el principio comenzó a honrar a los mártires en su día propio del martirio; pero ya por el siglo III eran tantos los mártires que tuvieron que celebrar su fiesta en un día todos juntos, aunque no tenían un día fijo. El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el panteón romano, que había sido templo pagano de todos los dioses, para que fuese templo de la Virgen María y de todos los santos. Unos cien años (709 + -) después la fiesta de todos los santos quedó fijada para el día 1 de Noviembre.
Hay muchos santos, cuyos nombres conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir declarados santos solemnemente por el papa, después de haber examinado minuciosamente su vida y sus escritos y normalmente después de que Dios ha ratificado esa santidad por uno o más milagros. Pero santos hay muchos más que no conocemos, quizá porque han vivido una vida muy oculta, pero que gozan con Dios con una gloria semejante. Entre estos santos habrá familiares y conocidos nuestros. Hoy es el día para festejar a todos y también para alzar nuestra mirada al cielo para pedir su protección y sobre todo para desear imitarles y un día poder estar con ellos en el cielo.
Todos estamos llamados a la santidad. Nos lo ha dicho muchas veces la Iglesia. De una manera especial lo recalcó el concilio Vaticano II. No es que haya que tener una vida externa diferente a los demás, aunque la verdad es que hay situaciones que ayudan y hay situaciones que pueden estorbar. Tenemos que esforzarnos por conseguir siempre ser mejores y tender a un ideal grande. No es fácil, pero tampoco es imposible. Para ello Jesucristo nos enseñó el camino. El principal es la caridad. Sin amor no puede haber verdadera vida cristiana: Amor dirigido hacia Dios, que es nuestro Padre y nos acompaña, amor que se expresa especialmente en la oración, y amor hacia los demás, porque todos somos hermanos.
Hoy en el evangelio se nos propone este ideal por medio de las bienaventuranzas. Son actitudes o maneras de ser. Son  las condiciones para el seguimiento en el camino del Reino de Dios trazado por Jesús.

La santidad no es un camino triste, sino gozoso. Si queremos ser felices de verdad debemos ser “pobres de espíritu”, que significa ser desprendidos de los bienes materiales, tenga uno algo de dinero o no tenga nada. Va en contra de la codicia, procurando llevar una vida sencilla y humilde. Se trata de tener una vida de confianza filial en Dios, que es nuestro Padre. La 2ª bienaventuranza nos dice que hay que ser dócil, ser suave con los demás en juicios, palabras y hechos. Para ello uno tiene que saber dominarse a sí, no violentar a los demás. La 3ª habla del llorar, no porque el santo tenga que ser triste, sino porque hay que sufrir por los propios pecados y por los males ajenos. En la 4ª nos habla de tener “hambre y sed de justicia”. Es un gran deseo en la perfección religiosa. En la Biblia se llama justo al que se esfuerza sinceramente por cumplir la voluntad de Dios. En la 5ª alaba a los misericordiosos. Se trata de compartir las desgracias del prójimo, materiales y espirituales. Dios nos medirá al final según nuestro grado de misericordia. En la 6ª alaba a los limpios de corazón. Un corazón sucio engaña la visión para las cosas de Dios. En la 7ª se alaba a los pacíficos: No sólo los que eliminan las discusiones, sino los que trabajan por unir en la paz, que sale del amor. Por fin, aquel que es santo será objeto de persecuciones, porque el bien desconcierta a los malos.

sábado, 24 de octubre de 2015

30ª semana del tiempo ordinario. Domingo B-2015: Mc 10, 46-52

Jesús iba camino hacia Jerusalén. Ya estaba cerca, a unos 30 kilómetros, en una hondonada junto al mar Muerto. Iba a comenzar la ascensión hacia la ciudad. Es un camino terrenal, pero también es un camino ascensional hacia la entrega total al Padre y era una enseñanza viva para los apóstoles.
Hoy Jesús hace un milagro que les impactó mucho, a los discípulos porque recuerdan el lugar, Jericó, y hasta el nombre del ciego que fue curado, Bartimeo. Es una lección viva también para ellos, pues acababan de discutir sobre quién de ellos sería más principal en el Reino. No acababan de ver que el Reino es sobre todo amor, y que se realiza por medio del servicio.
Para nosotros tiene muchas enseñanzas este encuentro. En el espíritu hay muchos ciegos. Hay muchos que se creen cultos y hablan mucho de religión; pero si no han tenido la vivencia de estar con Jesús y seguirle, en realidad son ciegos. Yo creo que todos estamos un poco ciegos. En cambio, Bartimeo había tenido la suerte de haber oído hablar de Jesús. Alguien le habría contado cosas sobre Él, y cuando oye que es Jesús el que pasa, se pone a gritar. Le llama “hijo de David”, que es lo mismo que Mesías, y continúa gritando.
Tenemos que aprender a gritar a Dios. Es un signo de fe. Si no nos atrevemos a hacerlo de una manera externa, al menos lo debemos hacer desde lo íntimo de nuestro corazón. Hay momentos de angustia, en que sabemos que necesitamos una gracia especial de Dios para levantarnos del pecado. Gritemos;  Dios está atento al pobre y al necesitado que le grita, como se dice en los salmos.
No es fácil, porque encontraremos dificultades, Aquel ciego oyó que varios de la gente, egoístas ellos, le pedían que se callase, que les dejase en paz; pero el ciego gritaba más. Cuando queremos gritar a Dios, podemos sentir las tendencias mundanas que nos llevan a falsas alegrías y a una falsa paz. Pero debemos gritar, porque Jesús siempre nos escucha y nos va llamar, como llamó al ciego. Las personas, que antes le invitaban a callarse, ahora le dicen: “acércate, que te llama”. Él salta y suelta el manto. No es fácil acudir a la llamada del Señor, cuando estamos atados a las cosas mundanas. Hay que saltar y dejar muchas cosas. El manto que tenía para abrigarse de noche y recoger las limosnas, ahora ve que le sobra, porque quiere acudir de prisa.
Jesús sabe apreciar esa fe. Tenemos claro que lo aquel ciego quiere es poder ver, y Jesús le da la visión total: la visión del cuerpo y la visión del alma. Por eso le dice: “Ande, tu fe te ha salvado”. Este “estar salvado” es la consecuencia de una gran fe, que aquel ya vidente actualiza con la primera mirada en Jesús, que es nuestra salvación. Desde ese momento de algún modo es ya discípulo de Jesús. Por eso se pone en camino y “le sigue”. Aquí seguir a Jesús es mucho más que un simple caminar entre el polvo de la tierra. Es un signo de lo que nosotros debemos hacer un poco más desde este día.
Hay gente que cree ver y en su corazón no ve, y hay gente deficiente en lo exterior, pero que sus sentidos interiores están pujantes. Dicen que S. Francisco de Asís compuso su cántico al sol cuando ya estaba ciego. Y san Juan de la Cruz cantó hermosamente a los montes y bosques y a las flores cuando llevaba meses en la prisión. También Beethoven componía grandiosas obras musicales, cuando estaba ya sordo. El próximo 1 de Noviembre celebraremos a todos los santos que nos esperan en el cielo al final de este camino, que en el día de los difuntos debemos ver como un encuentro gozoso con el Señor. Poder ver estas grandiosas realidades de nuestra vida con amor es lo que debemos pedir hoy intensamente al Espíritu Santo.

                  

jueves, 15 de octubre de 2015

29ª semana del tiempo ordinario. Domingo B- 2015: Mc 10, 35-45

                 Hoy nos enseña Jesús algo esencial y muy difícil de cumplir en nuestra religión. Se trata de tener una actitud totalmente diferente de lo que piensa el mundo. La mayoría de las personas piensan que es más importante quien tiene más poder o está por encima de los demás en dignidad, en dinero y en otras cosas materiales. Sin embargo Jesús nos dice que es más importante quien más está al servicio de los demás. La mayoría de los “cristianos” no nos lo creemos. Y sin embargo miles y miles de cristianos verdaderos sí lo han creído y lo han practicado y lo siguen practicando.
Jesús iba con sus apóstoles camino de Jerusalén. Ya les había anunciado por tres veces que iban a Jerusalén, donde él moriría a manos de las autoridades. Ellos estaban perplejos y no lo entendían o no lo querían entender. Ciertamente que también Jesús les decía que a los tres días resucitaría; pero esto menos lo entendían, porque se quedaban a pensar lo primero, lo cual les parecía extraño y casi como una blasfemia. Ellos habían aprendido desde niños que cuando viniera el Mesías, sería el rey triunfante que les haría dominar sobre todas las naciones. Algunos pensaban que con las armas; otros al menos pensaban que sería mediante las creencias religiosas en el Dios todopoderoso, protector especialmente de ellos. Los apóstoles, al ir caminando hacia Jerusalén, pensaban en su interior, que ésta sería la hora en que se declararía rey y sería proclamado así en la capital. Seguro que entre ellos lo comentaban.
Con ese pensamiento, Santiago y Juan, hermanos, se atreven a proponer algo grande para ellos. Al fin y al cabo ellos eran de los más estimados por Jesús. Dice el evangelista san Mateo que fue la madre de los dos hermanos quien se atrevió a hacer la proposición. Le proponen los dos puestos más importantes en ese reino. Jesús no les reprendió, porque veía una buena voluntad. Por eso les dijo que no sabían lo que pedían. Sin embargo les puso las condiciones, que eran beber el mismo cáliz que Él y ser bautizados en el mismo bautismo. Cuando el evangelista escribía esto, ya sabían que se trataba de imitar a Jesús en la entrega total, hasta dar su sangre para que otros puedan conseguir el Reino. Los dos hermanos dijeron a Jesús que estaban dispuestos a ello. Seguro que en ese momento no sabían lo que prometían, pero manifestaban su decisión y buena voluntad. A Jesús le gustó esa decisión; sin embargo les dijo que la cuestión de puestos no entraba en sus planes, pues estaba ya determinado.
Entonces Jesús enseñó cuáles son los planes de Dios en cuanto a la importancia. Resulta que los otros diez apóstoles, que todavía estaban bastante “verdes” en cuanto al verdadero seguimiento de Cristo, se pusieron a discutir sobre quienes debían ser los primeros en ese Reino. En ese momento es cuando Jesús nos enseña que en ese Reino de Dios la importancia es totalmente diferente de lo mundano. El más importante va a ser quien más sea servidor de los demás. Él mismo se pone de ejemplo.

No es que todos los que mandan sean perversos; pero la realidad es que el poder es una gran tentación y la realidad de la historia nos dice que la mayoría de los que tienen el poder lo aprovechan para su propio beneficio material. Y ello aunque en la propaganda electoral digan que están al servicio del pueblo. ¡Ojalá sea verdad! Se nos ha metido demasiado el concepto mundano de importancia. Y esto hasta en muchos ámbitos eclesiales y de trabajo por la Iglesia. Alguno puede sacar la conclusión de que, si es así, la mayoría de “cristianos” no son cristianos. Pues es verdad. O podemos decir que son cristianos a medias. El estar al servicio de otros no es sólo hacer obras buenas de caridad, que se pueden hacer para ganar “méritos” y mejores puestos, sino que es sobre todo una actitud. Es el desear una vida plena y gozosa para los demás; es el aplaudir las obras buenas de otros y procurar aumentarlo. Una cosa es procurar aumentar económicamente en una familia para el bien de los hijos y otra el querer estar por encima de los demás. Servir es el hacer el bien, dejando que el premio lo dé Dios.

viernes, 9 de octubre de 2015

28ª semana del tiempo ordinario. Domingo B-2015: Mc 10, 17-30


Iba Jesús caminando entre sus discípulos y otras gentes que le seguían con motivaciones muy distintas, muchas llenas de admiración, cuando viene uno se arrodilla y, teniendo en gran aprecio a Jesús, le llama: “Maestro bueno”. Es un joven bueno, no un pecador, y le pregunta sobre algo esencial en nuestra vida: “¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?” Jesús le responde diciendo que debe cumplir los mandamientos. Y le cita unos cuantos. Aquel joven, como dije, es bueno y los ha cumplido todos. Alguno de nosotros le diríamos: ¡Qué bien, sigue así! O quizá alguno le provocaría a la soberbia alabándole y comparándole con tantos jóvenes que viven perdidamente.
A pesar de su entrega, Jesús quiere más. Y quiere más de él precisamente porque le ama. A veces tenemos miedo de que Dios nos pida algo. Y por eso no nos atrevemos a dar lo que nos pide, porque nos va a pedir más. Esto es cierto, si nos pide más es porque nos va a dar más. Y lo que nos pide es para nuestra felicidad. No es fácil entenderlo, sobre todo si se está apegado a las cosas materiales.
A veces, cuando leemos este evangelio, nos quedamos tan tranquilos porque creemos que, las palabras duras que pronuncia Jesús van contra los que tienen riquezas y, que no nos atañen a nosotros. Antes ya he dicho que Jesús no se está dirigiendo a ningún pecador, sino a quien cumple todos los mandamientos. Así Jesús se está dirigiendo a quien va a misa todos los domingos, que no hace ningún mal a nadie, que está casado normal y amando a su esposa (o), que no hace trampas en los negocios, no habla mal de otros y cuida a sus padres. ¿Entonces? Jesús quiere más: que no estemos atados a las riquezas. Hay varias clases de riquezas, a las cuales estamos atados. Pueden ser negocios, que impiden tener tiempo, no sólo de ir a misa, sino de reuniones para la caridad o para grupos de apostolado. Pueden ser amigos o amigas que nos hacen gastar mucho dinero que podría ser para los pobres u obras de apostolado. Pueden ser las ataduras a juegos, diversiones, que nos impiden tener suficiente paz en la familia.
Jesús hoy dice que las riquezas impiden entrar en el Reino de los cielos. No son las riquezas como tales, ya que ha habido santos ricos y reyes; pero es muy difícil. Tan difícil como lo del camello pasando por el ojo de una aguja. Es una de aquellas frases populares, que Jesús usaba, para expresar mucha dificultad. No es lo mismo tener veneno que envenenarse; pero si no nos queremos envenenar procuraremos no tenerlo constantemente a nuestro alcance. Lo que Jesús nos pide es que, si queremos seguirle de cerca, debemos tener el corazón libre de ataduras mundanas. Esto es porque hay pobres, gente sin dinero, que están muy atados a los bienes materiales: en lo poco que tienen y sobre todo en cuanto el deseo. Por el dinero vienen muchos males, como la mayoría de las guerras, odios e infidelidades.

Así que estas expresiones son para todos. El mismo san Pedro se espantó y se sintió aludido y por eso exclamó que lo habían dejado todo. Todavía pensaba en una recompensa material que les diera Jesús. Y ciertamente nos dice que habrá una recompensa muy grande para aquel que quiera tener el corazón libre pensando en seguir al Señor. Esa recompensa muchas veces se verá en esta misma vida por la alegría que da el seguir al Señor. La historia nos dice que las riquezas endurecen el corazón y muchas veces sienten la tristeza, como le pasó a aquel joven, o como más trágicamente le pasó a Judas Iscariote. Jesús no nos propone un programa social, sino una actitud de libertad en el corazón. Se pueden tener bienes, pero esos bienes deben servirnos para amar más a Dios y hacer el bien a los demás.

sábado, 3 de octubre de 2015

SOBRE EL TEXTO DEL EVANGELIO DEL DOMINGO 27-B

1.- Una sola carne. 
<<<Las lecturas de hoy nos hablan del amor en el matrimonio. El amor humano ha sido bendecido por Dios. Dios eleva este amor conyugal a un nivel divino. A partir de este momento Dios ama a cada uno de los esposos a través del amor del otro, y cada uno ama a Dios amando al otro. – La unión del hombre y la mujer ha sido bendecida y santificada por Dios. Uno, en su sano juicio, no suele provocar daño a su propio cuerpo. En el matrimonio, tanto el hombre como la mujer "son una sola carne" y, por tanto, busca siempre el uno la felicidad del otro. Ya no se preguntará si "yo soy feliz", sino si "estoy haciendo feliz al otro". Porque en la medida en que el esposo haga feliz a su mujer, será también él feliz y viceversa>>.

2.- ¿Qué cualidades tiene este amor? 
<<Es un amor que toma la iniciativa. No espera que el otro dé el primer paso. Es comprensivo, disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites. Sabe perdonar porque no busca el propio interés, sino el del otro. Es capaz de decir “¡Perdóname!” y “Te perdono, porque te quiero”. Un amor personal que quiere la realización del otro sin esclavitudes. Un amor total que pone en juego todo lo que somos. La persona es corazón: amar es darse. Cada uno se ofrece al otro todo su cariño para hacer feliz al otro. La persona es libertad: los novios se dan un sí que compromete toda vuestra vida. Es como decirse: “Mi vida eres tú”, o “sin ti no soy nada”>>.

3.- Un amor fecundo y fiel.
<<Necesita salir de sí mismo. Dar vida: los hijos, fruto del amor. Pero debe ser fecundo para los demás. No se trata solamente de mirarse el uno al otro, sino también de mirar juntos a los demás, para que el amor sea también bendición para otros muchos. Juntos pueden cambiar el mundo. Las personas que les quieren os siguen necesitando: familia, amigos, compañeros. Los esposos se comprometen a vivir siempre juntos. Pero hay que saber priorizar en la vida: el amor es lo más importante, es un tesoro. Tiene que crecer y que hay que cuidar No podemos ser ingenuos y pensar que crece sólo. Hay que cuidarlo cada día con: los pequeños detalles de cada día. El diálogo para mantener la confianza mutua y la comunicación. El dedicarse tiempo el uno al otro. Hay que evitar todo aquello que pone en peligro al amor y favorecer lo que le hace crecer>>. 

4.- <<Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio con la primera>>. 

<<Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio. También es interesante resaltar que este famoso texto del evangelio según san Marcos tiene mucho que ver con la defensa de los derechos de la mujer. En tiempos de Jesús los derechos de la mujer en el matrimonio, y en la vida, eran prácticamente nulos: el hombre podía despedir a la mujer dándole un libelo de repudio facilísimo de conseguir, cosa que no podía hacer la mujer. Jesús no cae en la trampa legalista que le plantean los fariseos y trata de igualar los derechos de la mujer con los derechos del hombre. Es bueno que también nosotros aprendamos de Jesús a superar ciertas trampas legalistas, cuando de lo que se trata es de defender a las personas socialmente más desamparadas>>.