Hoy nos enseña Jesús algo
esencial y muy difícil de cumplir en nuestra religión. Se trata de tener una
actitud totalmente diferente de lo que piensa el mundo. La mayoría de las personas
piensan que es más importante quien tiene más poder o está por encima de los
demás en dignidad, en dinero y en otras cosas materiales. Sin embargo Jesús nos
dice que es más importante quien más está al servicio de los demás. La mayoría
de los “cristianos” no nos lo creemos. Y sin embargo miles y miles de
cristianos verdaderos sí lo han creído y lo han practicado y lo siguen
practicando.
Jesús iba con sus
apóstoles camino de Jerusalén. Ya les había anunciado por tres veces que iban a
Jerusalén, donde él moriría a manos de las autoridades. Ellos estaban perplejos
y no lo entendían o no lo querían entender. Ciertamente que también Jesús les
decía que a los tres días resucitaría; pero esto menos lo entendían, porque se
quedaban a pensar lo primero, lo cual les parecía extraño y casi como una
blasfemia. Ellos habían aprendido desde niños que cuando viniera el Mesías,
sería el rey triunfante que les haría dominar sobre todas las naciones. Algunos
pensaban que con las armas; otros al menos pensaban que sería mediante las
creencias religiosas en el Dios todopoderoso, protector especialmente de ellos.
Los apóstoles, al ir caminando hacia Jerusalén, pensaban en su interior, que ésta
sería la hora en que se declararía rey y sería proclamado así en la capital.
Seguro que entre ellos lo comentaban.
Con ese pensamiento,
Santiago y Juan, hermanos, se atreven a proponer algo grande para ellos. Al fin
y al cabo ellos eran de los más estimados por Jesús. Dice el evangelista san
Mateo que fue la madre de los dos hermanos quien se atrevió a hacer la
proposición. Le proponen los dos puestos más importantes en ese reino. Jesús no
les reprendió, porque veía una buena voluntad. Por eso les dijo que no sabían
lo que pedían. Sin embargo les puso las condiciones, que eran beber el mismo cáliz
que Él y ser bautizados en el mismo bautismo. Cuando el evangelista escribía
esto, ya sabían que se trataba de imitar a Jesús en la entrega total, hasta dar
su sangre para que otros puedan conseguir el Reino. Los dos hermanos dijeron a
Jesús que estaban dispuestos a ello. Seguro que en ese momento no sabían lo que
prometían, pero manifestaban su decisión y buena voluntad. A Jesús le gustó esa
decisión; sin embargo les dijo que la cuestión de puestos no entraba en sus
planes, pues estaba ya determinado.
Entonces Jesús
enseñó cuáles son los planes de Dios en cuanto a la importancia. Resulta que
los otros diez apóstoles, que todavía estaban bastante “verdes” en cuanto al
verdadero seguimiento de Cristo, se pusieron a discutir sobre quienes debían
ser los primeros en ese Reino. En ese momento es cuando Jesús nos enseña que en
ese Reino de Dios la importancia es totalmente diferente de lo mundano. El más
importante va a ser quien más sea servidor de los demás. Él mismo se pone de
ejemplo.
No es que todos los
que mandan sean perversos; pero la realidad es que el poder es una gran
tentación y la realidad de la historia nos dice que la mayoría de los que
tienen el poder lo aprovechan para su propio beneficio material. Y ello aunque
en la propaganda electoral digan que están al servicio del pueblo. ¡Ojalá sea
verdad! Se nos ha metido demasiado el concepto mundano de importancia. Y esto
hasta en muchos ámbitos eclesiales y de trabajo por la Iglesia. Alguno
puede sacar la conclusión de que, si es así, la mayoría de “cristianos” no son
cristianos. Pues es verdad. O podemos decir que son cristianos a medias. El
estar al servicio de otros no es sólo hacer obras buenas de caridad, que se
pueden hacer para ganar “méritos” y mejores puestos, sino que es sobre todo una
actitud. Es el desear una vida plena y gozosa para los demás; es el aplaudir
las obras buenas de otros y procurar aumentarlo. Una cosa es procurar aumentar
económicamente en una familia para el bien de los hijos y otra el querer estar
por encima de los demás. Servir es el hacer el bien, dejando que el premio lo
dé Dios.
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