Han quedado atrás aquellos
años en los que, a Jesús, se le veía como liberador; estandarte de valores
humanizadores o, simplemente, como un hombre con “toque divino” pero “de los
nuestros”
1.
¿Qué y quién es para nosotros Jesús?
Es difícil y fácil
contestar a esta pregunta. Delicado por cuanto que, muchos de nosotros, puede que acostumbrados a
una religión cómoda, incluso a la carta,
puede que no hayamos tenido una experiencia enérgica que, luego, evidencie la
presencia de Jesús en nuestras vidas.
Posible porque, por
transmisión oral o escrita, familiar o social, sabemos que Jesús es Alguien que
no deja indiferente a millones y millones de personas (creyentes o no
creyentes)
Lo cierto es que,
participar en una bonita celebración, no siempre nos descubre el rostro
auténtico de Jesús. No siempre, lo estético, contribuye a una adhesión
personal, radical o comprometida con la causa de Jesús. ¿Qué es Jesús para ti?
¿Quién es Jesús para nosotros? Debe de ser, ante todo, el Hijo de Dios. El
Hombre que, cuando se le sigue, cambia la vida del hombre; el Enviado que,
cuando nos envía, nos sentimos llamados a ser otros Cristos en medio de
realidades donde, Dios, estorba o es marginado.
2. Como cristianos, además
de amar profundamente a Jesús, hemos de dar un segundo paso: defender su figura
frente a aquellos que, a costa de herir los sentimientos católicos, la distorsionan,
la mancillan o la presentan como objeto de burla o como atractivo taquillero.
¿Os imagináis que, otras sensibilidades orientales, fueran tratadas con la
misma impunidad con la que es utilizada la imagen de Jesús en algunas
proyecciones cinematográficas? ¿No os parece que, en el fondo, esto ocurre
porque, Cristo, no cuenta con entusiastas de su persona que la sepan defender,
con todas las consecuencias, de tanto ultraje y humillación a lo que para
muchos de millones de cristianos representa? ¡Hay que despertar! ¡Tenemos que
despertar! ¿Ya es Alguien y algo, Jesús, para nosotros?
Un predicador les decía a
sus fieles: “no hace falta que digáis quién es Jesús para vosotros; por vuestra
forma de ser y de vivir, los demás lo notarán”. Conformarnos con ligeras
respuestas “Jesús es mi amigo” “Jesús nació en Belén” o “Jesús murió en la
cruz” no es suficiente. El día en que, nuestros deseos, actitudes, trabajos e
ideales, estén traspasados por la figura y la Palabra de Jesús podremos
descubrir que, Cristo, es ante todo lo que modela y da esencia a nuestra vida.
Y, eso, no se dice…primero se vive.
Los
cristianos debernos hacernos dos preguntas: ¿Quién es Cristo para mí? ¿Quién
soy yo para Cristo?”. Reconocer a Cristo como verdadero Dios y verdadero hombre
obliga a volver a Cristo, es decir, alcanzar el verdadero “ser cristiano”.
Todos tenemos que meditar la respuesta del apóstol Pedro, que por reconocer el
primero en Jesús al Mesías, lo convierte en fundamento primero de la Iglesia.
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