jueves, 30 de junio de 2016

14ª semana del tiempo ordinario. Domingo C- 2016 : Lc 10, 1-12.17-20


En otros lugares del evangelio encontramos que Jesús manda a predicar a los doce apóstoles. Hoy envía a 72. ¿Qué nos quiere decir el evangelio de  hoy? Para ser misionero, todos por el hecho de estar bautizados, debemos sentir la llamada de Jesús para predicar el Reino de Dios. No es que nos tengamos que marchar a otro país, como a veces lo hacen algunas familias enteras (del camino neocatecumenal); sino que siempre debemos estar dispuestos a manifestar nuestra fe y la alegría de ser cristianos más allá de nuestro ambiente. Lo de mandar a los setenta y dos nos recuerda que la misión debe ser universal. En aquel tiempo 72 era el número que se creía eran las naciones todas de la tierra
Jesús les envía “de dos en dos”. Para los israelitas esto tenía importancia porque sus leyes exigían que al menos fuesen dos los testigos en cualquier juicio. Significa también que evangelizar no es obra de uno solo, sino de toda la comunidad. Sabemos que la llamada es siempre personal. También indica, que la evangelización requiere de la comunidad para ayudarse y protegerse frente a los peligros.
¿Qué debe hacer un misionero? Predicar el Reino de Dios, sanar enfermos, es decir, hacer el bien, y rezar. Misionar es necesario porque “la mies es mucha y los obreros son pocos”. Esta urgencia de entonces sigue siendo actual en nuestros días. El éxito no depende sólo de mi esfuerzo. Para ser misionero es indispensable rezar, estar tiempo con Jesús para experimentar su amor y para alimentarse de su palabra y para pedir por otros misioneros.
Los enviados por Jesús eran como los primeros, anunciadores de la presencia de Jesús. Debían ir delante por los diversos pueblos y aldeas. No les dice Jesús que es una empresa fácil. Ellos son como ovejas que van a ir a lugares donde hay lobos. Esta es una imagen viva para hablar de las dificultades. Las dificultades serán sobre todo por la maldad de muchas personas.
Jesús les pide que vayan con sencillez. Es difícil tomar a la letra los signos de pobreza de que habla Jesús; pero lo cierto es que a veces se exagera en buscar “necesidades” para la evangelización. Nuestra seguridad está  en ponerse en las manos de Dios y no tanto en los medios humanos. La misión es algo urgente y dramático, para la que se necesita estar muy desprendido de los bienes materiales. Es tan urgente que Jesús dice que no se salude a nadie en el camino. Esto se debe a que entre los orientales en el saludo no se trata sólo de un “adiós”, sino que abunda mucho lo ceremonioso: “El amor de Cristo nos urge”.
Lo primero que debe ofrecer el misionero es la paz. Aquí la paz significa el mismo don de Cristo. Es posible que sean bien recibidos, pues a seguir predicando el bien. Pero habrá muchos casos en que no sean escuchados y quizá hasta perseguidos. En ese caso estad tranquilos, porque habéis cumplido con vuestro deber, aunque parezca no haber tenido éxito. En ese caso “sacúdanse los pies”, porque Dios dará a cada uno su merecido. Si uno ha trabajado bien, aunque no se vea, siempre habrá éxito.
Ellos volvieron llenos de alegría, porque veían que hasta los demonios se les sometían. Someterse los demonios significa que se iba implantando el Reino de Dios. Estas maldades estén representadas en las serpientes, escorpiones y en Satanás que cae del cielo, porque va triunfando la verdadera paz y el amor entre los creyentes. La victoria de Jesús significa la derrota de Satanás.

Hoy Jesús también nos hace su propuesta: Es necesario y urgente ponerse en camino. Pidamos para que sea una realidad entre los cristianos.

miércoles, 29 de junio de 2016

San Pedro y san Pablo, 29 de Junio: Mt 16, 13-19

             

Celebra la Iglesia en este día la fiesta de dos hombres, que son tenidos como columnas en la organización primitiva de la Iglesia: San Pedro, de temperamento entusiasta, a quien Jesús tuvo que ir formando y haciéndole fuerte en la fe para ser la “roca” firme de la Iglesia, y San Pablo, hombre firme en sus convicciones, a quien, por estar equivocado, Jesús se le presentó para darle luz en la mente, de modo que luego fue el evangelizador más importante en la primitiva cristiandad.
San Pedro y san Pablo, siendo de caracteres diferentes, se unen en el mismo ideal, que era buscar identificar su vida con el querer de Jesús y procurar cumplir en todo la voluntad de Dios. Los dos tuvieron sus fallos, pero impulsados por la gracia, fueron llevando su vida tras las huellas de Jesús. Como frases suyas, que nos ayuden en este día a querer seguir más a Jesús, podemos recordar de san Pedro, cuando varios discípulos querían marcharse sin comprender el anuncio de Jesús sobre la Eucaristía: “¿A quién iremos? Tu tienes palabras de vida eterna”.  Y san Pablo, cuando había experimentado la vida de Cristo en su propia vida, decía: “Para mí vivir es Cristo”. Pues  el ideal de nuestra vida debe ser: “tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús”.
El evangelio de este día nos trae el momento clave para la vida de san Pedro, en que Jesús le promete el Primado en la Iglesia. Estaban en Cesárea de Filipo. Era un lugar donde estaba un poco más presente por aquella región el culto a las divinidades paganas o romanas. Por aquel lugar había una “roca” con su gruta, dedicada a dioses paganos, que para los israelitas era como la entrada al reino de Satanás. También se acercaba la hora de ir hacia Jerusalén para sufrir la Pasión. Jesús debía ir organizando, al menos en lo esencial, el porvenir de la evangelización. Quería hacerles una especie de examen sobre lo que pensaban de El. Primero les pregunta qué opina la gente. Claro, había algunos que opinaban cosas muy malas; pero los apóstoles le dicen las cosas buenas: Unos le tienen por Juan Bautista, a quien todos le tenían por profeta. Otros dicen ser Elías o Jeremías, pues eran profetas de los que se decía debían resucitar en los tiempos nuevos. En realidad se quedan en que Jesús es un hombre, aunque muy cercano a Dios, como eran los profetas. De ahí les cuesta pasar.
Jesús les pregunta a ellos en concreto. San Pedro contesta. No es que esté haciendo afirmaciones teológicas, como los estudiosos. Lo que sí está seguro es que Jesús es algo más. Por eso responde: “Tu eres el Mesías”. Otros evangelistas sólo dan esta respuesta. San Mateo nos dice que añadió: “El Hijo de Dios vivo”. Algunos dicen que fue la expresión del conocimiento de san Pedro después de Pentecostés y de la primitiva cristiandad. El hecho es que Jesús aprovechó esa respuesta inspirada por Dios para prometerle que sería la “roca” firme de la fe en la Iglesia.
Y para ello usa el lenguaje propio de aquella cultura, en que hablan por medio de símbolos en los momentos grandiosos. Le dice que será la “piedra” fundamental donde se apoyará la Iglesia. En otro momento le dirá que debía confirmar en la fe a sus hermanos. En aquella cultura llamar a uno “roca” era un gran elogio, de modo que en los salmos se llama, como un elogio a Dios: “nuestra roca”. También le da las “llaves” del Reino. Es símbolo de poder y autoridad. Y le da también el poder de “atar y desatar”. En la Iglesia habrá males como cobardías, debilidades, pero no podrán destruir la fe, pues Cristo está presente. Y está en el papa, sucesor de Pedro, que debe interpretar la voluntad de Jesús y adaptarla a las nuevas necesidades y situaciones.

También hoy Jesús nos pregunta quién es o qué representa para nuestra vida. Para muchos es un hombre, quizá muy grande; pero ahí se quedan. Nuestra respuesta debe salir de una vivencia personal, al contacto con la fe. Por lo tanto debemos vivir según esa realidad de ser discípulos y amigos de Jesús que sigue viviendo entre nosotros, no sólo en la Eucaristía, sino también en la persona del Papa.

domingo, 26 de junio de 2016

3ª semana del tiempo ordinario. Domingo- C: Lc 9, 51-62

                  
El evangelio de este día tiene dos partes bien diferenciadas con dos temas de los que comentaremos algo, para que cada uno medite ante el Señor lo más conveniente.
En la 1ª parte se habla del camino que iba haciendo Jesús, el último, hacia Jerusalén. Al pasar por tierra de los samaritanos manda unos mensajeros a una aldea para pedir posada; pero es rechazado por el hecho de que iba a Jerusalén. Los samaritanos eran enemigos de los judíos y les molestaba que fueran a dar culto en Jerusalén, despreciando quizá el templo de los samaritanos. Los hermanos Santiago y Juan quieren que Jesús mande bajar fuego del cielo para que les aniquile, recordando el estilo profético de Elías; pero Jesús les reprende. No habían entendido que el espíritu de Jesús no es de venganza. La religión de Jesús es sobre todo de amor y perdón.
A través de la historia se han hecho muchos atropellos con motivo de la religión. A veces hasta guerras que se llaman “de religión”. Pero eso no es religión, al menos la de Jesucristo. Jesús está en contra de todo lo que es fanatismo e intransigencia, pues más que religión es exaltación del propio egoísmo y de intereses materiales.
En la 2ª parte se habla de tres personas que quieren seguir a Jesús o Jesús se lo pide; pero en definitiva no le siguen. A veces creemos que todo aquel que oía el llamado de Jesús le seguía; pero no es así. Y de los que le siguieron alguno le traicionó, otros le dejaron y los mismos apóstoles tenían muchos defectos, que sólo los pudieron dejar con la venida del Espíritu Santo. Jesús se muestra exigente y quizá nos puede parecer hasta duro e incomprensible o poco condescendiente para aquellos tres.
El primero parece que tiene buenas intenciones; pero, al presentarle Jesús lo más duro del seguimiento, se retira. Al segundo le invita el mismo Jesús; pero quiere ir a enterrar a su padre y Jesús no se lo permite. Ya sabemos que esto es una manera de hablar oriental para decir no que hubiera muerto ya su padre, sino que le seguiría cuando su padre hubiera muerto y hubiera sido enterrado. Quizá podrían pasar muchos años. Al tercero no le deja ni despedirse de su familia. Era una manera de expresar que aquella persona estaba demasiado apegada a su familia como para seguir con plenitud al Señor. Jesús no habla de un despedirse físicamente, que es bueno, sino de una actitud interior de demasiado apego a las personas y a las comodidades materiales.

Precisamente en la 1ª lectura de hoy se habla de la llamada del profeta Elías a Eliseo para que fuese su discípulo. Éste era un labrador rico que está arando; sin embargo responde a la llamada. Primero pide despedirse de su familia, para lo cual organiza una gran fiesta de despedida. Algo así hace el apóstol san Mateo, también rico, que organiza una fiesta de despedida con sus amigos y con el mismo Jesús.

jueves, 23 de junio de 2016

24 de Junio; Nacimiento de san Juan Bautista: Lc1, 57-66.80

              

  La Iglesia da mucha importancia al Nacimiento de san Juan Bautista. San Juan Bautista es al único santo a quien la Iglesia celebra el día del nacimiento, además del de Jesucristo y la Virgen María.
Los padres de san Juan eran Isabel y Zacarías. Allí se le apareció el arcángel san Gabriel para anunciarle de parte de Dios que iban a tener un hijo. Zacarías dudó y por eso quedó mudo hasta el día del nacimiento.
A los seis meses de nuevo el arcángel san Gabriel anunciaba a María el nacimiento de otro hijo, que iba a ser al mismo tiempo Hijo de Dios. Junto con esa gran noticia le informó que su prima Isabel estaba ya de seis meses de embarazo. Juan Bautista fue santificado en el vientre de su madre, de modo que cuando nació ya no estaba bajo la ley del pecado. Y por eso la Iglesia nos invita a celebrarlo con la alegría de aquella familia y amistades, precisamente seis meses antes de la Navidad.
Había que poner al niño un nombre. Como solía hacerse, sobre todo si el padre era ya mayor, querían que se llamase Zacarías; pero Dios le había escogido un nombre: se llamaría Juan, que significa: “misericordia de Dios”. En verdad Dios había derramado su misericordia sobre aquellos padres, Zacarías e Isabel. Pero también derramaría su misericordia sobre los que aceptasen el mensaje que predicaría el Bautista.
Juan se fue al desierto para prepararse a la misión que Dios le había confiado de preparar los caminos para la venida del Salvador. A Juan le llamamos Bautista, porque bautizaba con agua a los que venían arrepentidos, pero sobre todo porque anunció otro bautismo en el Espíritu que haría el Mesías. Esta era la gran misericordia de Dios hacia nosotros, que somos pecadores. De esa misericordia ya habló su padre Zacarías, cuando, al sentir que ya no estaba mudo, alabó y bendijo al Señor.
Todos debemos ser un poco como san Juan Bautista: anunciadores de la salvación de Dios y de su gran misericordia. Para ello escuchemos el gran mensaje del santo para preparar el camino del Señor en nuestro corazón. Se trata de convertirnos para disponernos mejor a escuchar y vivir las enseñanzas de Jesucristo.

San Juan fue fiel a su misión hasta dar su vida en su ministerio. Moriría cortada la cabeza, dando fin a su misión de ser testigo de la Verdad. El nos enseña a ser fieles a nuestro deber de cada día; pero sobre todo a ser fieles a los compromisos adquiridos por nuestro bautismo. Jesús un día hizo el mayor elogio que puede hacerse por una persona. Dijo que “entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan Bautista”. Nosotros también seremos grandes ante Dios si somos responsables en nuestros actos y los hacemos por la gloria de Dios y el bien de los demás.

domingo, 19 de junio de 2016

12 TO-C 2016

Han quedado atrás aquellos años en los que, a Jesús, se le veía como liberador; estandarte de valores humanizadores o, simplemente, como un hombre con “toque divino” pero “de los nuestros”
1. ¿Qué y quién es para nosotros Jesús?
Es difícil y fácil contestar a esta pregunta. Delicado por cuanto que,  muchos de nosotros, puede que acostumbrados a una religión cómoda,  incluso a la carta, puede que no hayamos tenido una experiencia enérgica que, luego, evidencie la presencia de Jesús en nuestras vidas.
Posible porque, por transmisión oral o escrita, familiar o social, sabemos que Jesús es Alguien que no deja indiferente a millones y millones de personas (creyentes o no creyentes)
Lo cierto es que, participar en una bonita celebración, no siempre nos descubre el rostro auténtico de Jesús. No siempre, lo estético, contribuye a una adhesión personal, radical o comprometida con la causa de Jesús. ¿Qué es Jesús para ti? ¿Quién es Jesús para nosotros? Debe de ser, ante todo, el Hijo de Dios. El Hombre que, cuando se le sigue, cambia la vida del hombre; el Enviado que, cuando nos envía, nos sentimos llamados a ser otros Cristos en medio de realidades donde, Dios, estorba o es marginado.
2. Como cristianos, además de amar profundamente a Jesús, hemos de dar un segundo paso: defender su figura frente a aquellos que, a costa de herir los sentimientos católicos, la distorsionan, la mancillan o la presentan como objeto de burla o como atractivo taquillero. ¿Os imagináis que, otras sensibilidades orientales, fueran tratadas con la misma impunidad con la que es utilizada la imagen de Jesús en algunas proyecciones cinematográficas? ¿No os parece que, en el fondo, esto ocurre porque, Cristo, no cuenta con entusiastas de su persona que la sepan defender, con todas las consecuencias, de tanto ultraje y humillación a lo que para muchos de millones de cristianos representa? ¡Hay que despertar! ¡Tenemos que despertar! ¿Ya es Alguien y algo, Jesús, para nosotros?
Un predicador les decía a sus fieles: “no hace falta que digáis quién es Jesús para vosotros; por vuestra forma de ser y de vivir, los demás lo notarán”. Conformarnos con ligeras respuestas “Jesús es mi amigo” “Jesús nació en Belén” o “Jesús murió en la cruz” no es suficiente. El día en que, nuestros deseos, actitudes, trabajos e ideales, estén traspasados por la figura y la Palabra de Jesús podremos descubrir que, Cristo, es ante todo lo que modela y da esencia a nuestra vida. Y, eso, no se dice…primero se vive.

Los cristianos debernos hacernos dos preguntas: ¿Quién es Cristo para mí? ¿Quién soy yo para Cristo?”. Reconocer a Cristo como verdadero Dios y verdadero hombre obliga a volver a Cristo, es decir, alcanzar el verdadero “ser cristiano”. Todos tenemos que meditar la respuesta del apóstol Pedro, que por reconocer el primero en Jesús al Mesías, lo convierte en fundamento primero de la Iglesia. 

miércoles, 15 de junio de 2016

11ª semana del tiempo ordinario. Jueves-C 2016: Mt 6, 7-15



Jesús les estaba enseñando a los apóstoles a orar. Ahora les enseña la manera concreta. Y lo primero que les dice es que para orar no hace falta decir muchas palabras; en la oración lo importante es ponerse en contacto con Dios. Lo importante no son las palabras sino los sentimientos. De hecho la palabrería suele ser falta de fe, lo importante es la relación que se promueva con Dios y lo que El haga con nosotros.
Jesús sabe que somos humanos y, aunque sepamos que Dios conoce nuestras necesidades, debemos exponerlas. Lo primero que nos enseña es a invocar debidamente a Dios. Y la mejor manera es llamándole: “Padre”. Esta oración del Padrenuestro la podemos hacer como individuos, pero está concebida por Jesús para hacerla en comunidad.
La primera parte de la oración es: “Santificado sea tu nombre”: Quizá más claro sería la traducción que algunos hacen: “Proclámese ese nombre tuyo”. Significaría que queremos que todos se enteren del nuevo nombre de Dios, a quien Jesús nos invita a llamar “Padre”. En un mundo donde predomina el odio, la venganza y la crueldad pedimos que se instaure el Reino de Dios, que es reino de justicia, de amor y de paz. Instaurar el Reino o reinado de Dios fue el tema principal o clave en la predicación de Jesús, especialmente promulgado y expresado en las bienaventuranzas. Cuando después pedimos que se cumpla su voluntad, no es que pedimos tanto que se cumpla su voluntad con relación a cada acto de nuestra vida, sino que su designio de salvación sobre el mundo se haga realidad.
En la segunda parte pedimos para nosotros. Está bien pedir el alimento de cada día; pero dicen los técnicos que eso “de cada día” es difícil la traducción del original, y más bien debería ser “del mañana”. Con lo cual Jesús nos enseñaría a pedir para hoy que el banquete anunciado para los últimos tiempos se haga ya una realidad desde ahora. Sería pedir sobre todo el alimento espiritual para nuestra vida. Pero está bien el pedir también el alimento de cada día, que es una oración llena de fe y limitada, pues no pedimos riquezas ni seguridades para toda la vida, sino estar en las manos de Dios.
Muy importante es el pedir que nos perdone o cancele nuestras deudas, tan importante que terminada la oración, repite esta intención. Pero lo interesante aquí es que Jesús nos enseña a pedir que Dios cancele lo mucho que le debemos, cuando vea que nosotros cancelamos las deudas que otros nos tienen. Y cuando se habla de deudores se entienden los “ofensores”; por lo tanto los enemigos y perseguidores.
Luego pedimos que no nos deje caer en la tentación del poder, del prestigio, del dinero, etc. y que nos libre del mal. Este mal está representado por “el malo”, que es Satanás, el tentador contra Jesús, el que desea que no vivamos como hijos de nuestro Padre Dios. Mal es todo lo que dañe nuestra vida espiritual, sobre todo el pecado.

Ojalá, amigos, que de vez en cuando recitemos esta oración muy despacio. Que sea un tiempo de estar a solas con nuestro Padre Dios no sólo para hablarle, sino para escucharle en nuestro corazón y que sus proyectos se realicen en nosotros. 

sábado, 11 de junio de 2016

Dom 11 del TO .C-2016

Inmersos en la liturgia del Tiempo Ordinario, seguimos de cerca a Jesús meditando sus palabras, observando sus signos y –sobre todo- estando atentos a su programa: ¡Dios es amor!¡Dios es perdón!
1.            En dos ocasiones, Jesús, fue ungido: por la mujer pecadora (cuyo relato hemos escuchado en este  Domingo) y en Betania, poco antes de que Jesús fuera detenido. El fondo del evangelio de hoy, entre otras cosas, nos anima a cambiar de modo de vida. Es posible, ante la presencia del Señor, mudar de actitudes, superar situaciones anómalas que pueden existir en nuestra conducta. Superar aquellos puntos oscuros que, tal vez, no nos dejan dormir o vivir en paz.
Dios, que es amor y perdón, se nos revela con su comprensión. El mejor perfume, el supremo aroma que podemos derramar sobre Jesús es precisamente ese: la renovación de nuestras personas, de nuestros corazones. ¿Qué puede más en nosotros? ¿El pecado o la gracia? ¿La mediocridad o el deseo de perfección? ¿El arrepentimiento o la arrogancia?
Tal vez, como cristianos, tendríamos que ser más afectuosos y cercanos con los que nos rodean. Empujados por un ambiente racional e individualista se nos invita a la distancia, a las dudas, a la desconfianza y al ¡sálvese quien pueda! Pero, cuando alguien nos sonríe o nos echa una mano, enseguida sale la parte más positiva de nosotros mismos. A la mujer pecadora le ocurrió lo mismo: al que mucho se le perdonó, mucho amó. O dicho de otra manera; fue tan grande su expresión de cariño y de adhesión a Jesús que, el Señor, le ofreció aquello que más necesitaba esa mujer: su perdón, su reconocimiento, la recuperación total de su dignidad.
2. No podemos consentir que nuestra religión (relación con Dios) sea fría o caiga en posturas distantes. Nuestra relación con Dios no es la de aquel funcionario situado detrás de una ventanilla que, sin mirar a los ojos del cliente, atiende por obligación y sin  delicadeza.
Tenemos que recuperar en nuestra vida cristiana algunos elementos típicos y sustanciales de los principios cristianos: la comprensión y el perdón, la alegría y la solidaridad, la sinceridad y la corrección fraterna.  Ir en la dirección contraria no es bueno para nuestra Iglesia. Evadir el perdón y la elegancia con los demás no es la mejor fotografía de un buen cristiano. Podemos cambiar de vida, de modales y hasta de actitudes. Todo será posible si, en el centro de lo que somos y vivimos, colocamos al Señor. El nos hará sentir su fuerza y su valor. Su perdón y su gracia. Su mano y su Espíritu.
Vivir con Jesús es comprender como el comprende; amar como El ama; juzgar como El juzga; salir al encuentro de las personas como El lo hace: anteponiendo siempre el bien de las personas.

No es cuestión, por supuesto, de presumir de nuestros errores. Mucho menos de estar orgullosos de nuestras fragilidades. Es cuestión de ubicar al Señor de la Luz en la oscuridad de nuestra noche y, en esa noche, dejar que Cristo ilumine nuestro futuro.

lunes, 6 de junio de 2016

10ª semana del tiempo ordinario. Lunes-C 2016: Mt 5, 1-12


Comienza hoy la Iglesia a presentarnos el “sermón de la montaña”, que nos acompañará durante bastante tiempo. El sermón de la montaña es la proclamación de una nueva forma de ver la vida, por parte de Jesús, para los que quieran ser discípulos suyos. Jesús nos habla de actitudes o maneras de ser; a diferencia de lo que estaban acostumbrados a escuchar a los fariseos o maestros de la ley, que hablaban de leyes o normas concretas que debían cumplir.
Jesús comienza con la proclamación de las bienaventuranzas. No son mandamientos, sino actitudes de comportamiento o manera de vivir. Y comienza con una realidad que todos deseamos: la felicidad. Todos queremos ser felices. Lo que Jesús nos dice es que muchas veces equivocamos el sentido de felicidad o buscamos una felicidad demasiado transitoria, como es la del mundo. El hecho es que Dios nos ha creado para ser felices. De otra manera Dios no sería Padre bueno o no sería todopoderoso.
En el evangelio de san Juan aparece en varias ocasiones esta diferencia u oposición entre el mundo con su manera de pensar y la manera de pensar y vivir de Jesús y sus discípulos. No es fácil comprenderlo. Se necesita la gracia de Dios y muchas veces aun los dones del Espíritu Santo. Jesús nos habla de una felicidad actual con una promesa de una felicidad superior.
La primera bienaventuranza, “felices los pobres de espíritu” o en el espíritu, es como un resumen de todas las demás. Todos debemos ser pobres de espíritu, los que tienen dinero y los que no lo tienen. Por lo tanto significa “desprendidos”. Esto es porque hay mucha gente que no tiene dinero, pero tienen el corazón apegado al dinero y a las cosas de esta vida. Y hay gente, que tiene bastante dinero, y no está apegado a ello. Pero esto es mucho más difícil. Por eso en el evangelio de san Lucas Jesús se fijará en esta circunstancia externa y exclamará: “Dichosos los pobres”, los que no tienen dinero, porque están más preparados para ser pobres de espíritu.
Esto quiere decir que si uno desea verdaderamente ser pobre de espíritu, debe tender también a ser pobre de verdad, como manera normal de vivir. Es algo así como los religiosos que, como ideal, buscan cumplir el voto de pobreza.
Esto no es sólo para mejor cumplir el evangelio, sino para mejor imitar a Jesús en su vida. De hecho hay algo esencial en nuestra vida cristiana y es la relación que debemos tener con Dios, confiando siempre en Él. Es una actitud de estar en las manos de Dios. Y si así vivimos, Dios nos sostendrá para vivir en la felicidad eterna y muchas veces sentir esa felicidad ya en esta vida.
En cuanto a las demás bienaventuranzas, no es que diga Jesús que uno es feliz por el hecho de llorar o ser perseguido, por ejemplo. Se trata de la actitud de perdón o de sentir estar con Dios en los momentos en que parece que todo nos va bien o en los momentos en que las cosas materiales nos son adversas.
Las bienaventuranzas están plenamente unidas con el mandamiento del amor, que además de mandamiento es una actitud constante del cristiano. Si uno busca ser pobre de espíritu es porque el amor a Dios nos invita a sentirnos en sus manos ahora para estar plenamente en sus manos durante la eternidad. Y están unidas al amor al prójimo, porque ser desprendido es lo contrario al egoísmo.
Ser manso es lo contrario al que usa la violencia. De hecho manso es el que se violenta a sí mismo para no violentar a los demás. Por eso busca la paz y por eso es misericordioso con todos. Esta misericordia es necesaria sobre todo para perdonar.

Jesús promete el “Reino de los cielos”. Un día será en la eternidad; pero aquí el Reino de Dios está ya dentro de nosotros y quien está con Dios sabe estar alegre cuando las cosas van bien y cuando parece que van mal.

sábado, 4 de junio de 2016

10ªTO. Domingo C -2016: Lc 7, 11-17


Hoy nos trae el evangelio uno de los grandes milagros de Jesucristo, una de las tres resurrecciones que nos narran los evangelios: la resurrección del hijo de la viuda de Naín. Ceo que fue la primera resurrección que realizó Jesús. Este milagro sólo lo narra Lucas en su evangelio. Esta narración es un canto expresivo de la gran misericordia de Jesús.
El entierro era muy concurrido, no precisamente porque se tratara de alguien muy importante, sino porque se trataba de una defunción que había conmovido profundamente: quien había muerto era un joven, un muchacho que además era el hijo único de una viuda. Quizá el evangelista no pudo encontrar un cúmulo mayor de desgracias en una sola mujer, viuda y con su hijo muerto. Ha perdido la compañía, el apoyo, el sustento y toda defensa. En aquel tiempo una viuda no tenía seguridad social, ni derechos legales ni posibilidades laborales. Son circunstancias que aumentan el sentido trágico de la muerte.
Al verla el Señor, tuvo lástima. Es un sentimiento muy profundo que viene de muy dentro. La compasión es sufrir con. No fue solo una idea fría, sino que sintió el dolor tan grande que a Jesús le dio lástima aquella mujer que había perdido su mejor tesoro. Comprendió aquel dolor, lo compartió y, como podía, lo remedió de la manera más total.
Este es el ejemplo que debemos imitar de Jesús, tener compasión de todos cuantos sufren, las palabras suelen servir de poco ante el dolor o la tragedia humana. A veces estorban y sobran. ¿podemos hacer milagros como los hizo Jesús? Es una pregunta interesante y que está en los evangelios plasmada de muchas formas. ¿Tenemos fe como para mover montañas? Entonces, ¿qué hacer?
Jesús, sin que le llamen, sin que le busquen, se acerca a la viuda madre y le dice: “No llores”.  A veces nuestras palabras de pésame son  superficiales, dichas a destiempo y faltas de esperanza, por no ponernos en el lugar del que sufre. No por tener siempre el nombre de Dios en los labios somos más cristianos y nuestras palabras más consoladoras. Si nuestras muestras de condolencia no son fruto de una auténtica compasión, serán contraproducentes.
Cristo realizó sus milagros de manera muy variada, pero, cuando resucita a los muertos, utiliza “su palabra” potente dirigida a ellos que los llama a la vida. Jesús se acercó, lo tocó y le dijo:”Joven, a ti te digo, levántate”. También Jesús, una y otra vez, nos dice a cada uno de nosotros, como a aquel muchacho: "Levántate". Levántate del egoísmo, y ábrete más a los demás; levántate de pensar tanto en ti y piensa más en los demás; levántate del pesimismo que te hace pensar que no vale la pena esforzarse, que todo seguirá igual, y cree de verdad en la fuerza del amor de Dios que a cada uno de nosotros puede cambiarnos.
Por la palabra Jesús aquel joven volvió a la vida. “Y Jesús se lo entregó a su madre”. Las lágrimas de tristeza se convertirían en lágrimas de gozo. Este es un gran ejemplo que nos da Jesús a todos: la compasión. Ante tantos males que hay en el mundo, materiales, psicológicos, espirituales, seamos consoladores. Si compartimos nuestra alma, podemos ser consuelo para el mundo.

El evangelio de hoy termina diciéndonos que la gente exclamaba: "Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo". Y las gentes alababan a Dios. Así también nosotros debemos vivir de tal manera que la gente a través de nuestras vidas puedan glorificar a Dios nuestro Padre. Esa es la manera de saber que el Señor ha pasado por nuestras vidas y que vivimos resucitados. 

Otra reflexión
Iniciamos ya el ecuador de este Año de la Fe, de este mes de Junio en el que tenemos un recuerdo especial hacia el Corazón de Jesús. Atrás,  pero con gran sabor en la boca e impacto en el corazón, han quedado las solemnidades de la Santísima Trinidad y del Corpus Christi. Ahora, con el verano llamando a nuestras puertas, el Señor, se acerca, nos habla y nos dice: ¡Levántate!
         1. En medio del desencanto general (no hay más que observar el panorama internacional) SE agradece una voz, también una mano, que nos invite a seguir hacia adelante. El llanto de la humanidad es una constante y, ante esa realidad, los cristianos, los amigos de Jesús hemos de ser ese pañuelo que SABE enjugar lágrimas y, DAR voz, A los que no tienen voz.
         No tenemos porqué ser pesimistas pero, tampoco, ilusos. El Señor, en la época que nos toca padecer (y también sufrir) nos enseña que la fe se hace más consistente en periodo de prueba. Un puente, recién construido, demuestra su fortaleza y su consistencia cuando –como prueba final- aguanta cierto tonelaje sobre sus cimientos. Al escuchar el evangelio de este día no podemos menos que exclamar a los cuatro vientos: ¡DIOS NOS HA VISITADO! ¡NO TODO ESTÁ PERDIDO!
-Nos visita cuando, en medio de la desesperanza, nos muestra la oración como camino de serenidad
-Nos visita cuando, al participar en la Eucaristía, sentimos que Cristo es el Agua Viva que necesitábamos para ser fuertes en medio del vendaval de la vida
-Nos visita cuando mueren, externamente, personas  a los cuales estábamos unidos pero que, por la fe, sabemos que hay una respuesta más allá del fracaso aparente.
            2. Recientemente, el Papa Francisco, nos recordaba que el gran inconveniente para permitir que Jesús nos levante es la “fascinación por lo provisional”. Y, eso, es cierto. Lo provisional, ES UN ABISMO que se interpone entre nosotros y Dios. Entre nuestras soledades y orfandades y la mano de un Señor que, siempre, sale a nuestro ENCUENTRO en nuestras horas más amargas. Las propuestas definitivas que nos hace Jesús chocan de lleno con aquellas que nuestro entorno nos presentan en el escaparate del bienestar personal, familiar, político, económico o social.
Hoy, como ayer, Dios sigue actuando en persona. En millones de personas que, postradas en el suelo, sienten que la fe les levanta y les redime. ¿Qué ocurre entonces? ¿Por qué no se divulga con tanta fuerza el bien como el mal? ¿Por qué la sordina se impone siempre a lo divino y eterno y, en cambio, se coloca amplificador a lo humano y caduco?

            Hoy, con el evangelio en la mano, nos acordamos de tantas familias que ven a sus hijos muertos en vida (droga, alcohol, vida fácil, sensualismo, falta de horizontes, alejados de la práctica religiosa, sin fuerza vital porque, el futuro, no tiene nada que ofrecer…..). A pesar de todo, los cristianos y la misma Iglesia siempre tendrá que repetir una y otra vez: ¡NO TODO ESTÁ PERDIDO! Dios está aquí.