domingo, 2 de agosto de 2015

5ª María la intercesora por sus hijos (María Auxilio de los cristianos).


Quisiera, en esta Eucaristía expresar nuestra acción de gracias a Dios por la presencia de María Madre y Maestra, bajo cuya guía y cercanía fue creciendo nuestra vida cristiana. En esta advocación tan venerada y querida, María es la Auxiliadora de los cristianos, en quien el Señor hizo grandes cosas para ser testigo fiel del amor de su Hijo. Desde el comienzo de nuestra fe, Ella ha sido constantemente nuestro auxilio en el camino de la salvación: ya San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla, en el año 345 la llama “auxilio potentísimo”; y San Sabas de Cesárea en el año 535 la invoca como “auxiliadora de los que sufren”. 
Como hemos leído en el Evangelio de hoy, María salió a nuestro encuentro y por su intercesión Jesús realizó en Caná el primer milagro en favor nuestro, haciendo que el agua se transformara en vino. Un verdadero signo de salvación, en el que Jesús anticipa su hora, que es el signo de la cruz y de su pasión; pero también de su resurrección y de su gloria.
Su hora, dijo el Papa Benedicto XVI, procede de Dios, y está fijada en el contexto de la historia, y es el comienzo de una nueva vida, para adorar a Dios en espíritu y verdad. (cfr. Jesús de Nazaret, pg.297).
En la fiesta de Caná, junto a Jesús está María, y sus palabras decididas “hagan lo que Él les diga”, tienen un valor para todos los cristianos, y también para nosotros, pues nos mueven a una profunda confianza en Jesucristo y a seguir sus pasos.
De este modo, como María como Madre nos ayuda para ser discípulos de Jesús, unida a su obra redentora. De un modo particular, nos enseña que el Señor exaltó a los humildes de corazón, y por eso ella está muy cerca de ellos. Es la mujer elegida, cuya fe recta sostiene a quien perdió el rumbo de la vida, porque nos muestra que Dios hace cosas grandes, y su misericordia se extiende sobre nosotros.
María es auxiliadora de los más débiles y, por ello tenemos la certeza de aquellos que se reconocen necesitados de consuelo, de fortaleza, o de esperanza, encuentran en María su verdadero auxilio. En la debilidad de la fe, ella es nuestro modelo incondicional de devoción a Jesucristo, y un apoyo inquebrantable para hacer el bien y, evitar el mal. Por esto, ella también está muy cerca de los que son más vulnerables en la prueba de la vida. Hoy quienes más necesitan auxilio son los niños por nacer, los jóvenes, y los ancianos.
Todos ellos tienen su vida en juego, porque los niños por nacer, aún el seno de la madre, se los pretende eliminar como injustos agresores. A los niños ya nacidos, se los ve en muchas periferias y barrios privados de lo necesario,  corriendo el riesgo de un crecimiento desdichado, sin el calor de un hogar. Los adolescentes y los jóvenes necesitan una mejor orientación, encontrando tempranamente en sus vidas la encrucijada de los caminos, que los alejan del bien. Finalmente los que ya son ancianos, muchas veces se los trata sin consideración y frecuentemente están solos, por no decir abandonados.
Nosotros experimentamos en este día la invitación a ser como María, “auxiliadores” y “auxiliadoras” de quienes buscan protección y ayuda, poniendo bajo su protección a quienes más lo necesitan. Hoy se nos pide a nosotros el compromiso de ofrecer apoyo y auxilio a los niños, a las madres, en todo lo que podamos ayudarles. Esto mismo se  pide también a quienes lideran a nuestros pueblos, a los responsables de la salud, a los educadores y a las familias.
No obstante, aun cuando las leyes positivas y las normas no resulten eficaces para proteger toda vida humana y, los argumentos comunes a la razón no se reflejen en sus contenidos, no vamos a desalentarnos ni dejar de promover el valor de la vida. En todo caso, la Virgen nos dará su manto, y será nuestro modelo de santidad, que se realiza siempre en la unión con Cristo. La invitación es a confiar en María, con las palabras del salmo: “como un niño en brazos de su madre”, y a ser generosos para que nuestros brazos se extiendan para defender la vida. Así su auxilio poderoso, será también el nuestro.

Jesús es el Señor, él nos hace encontrar el sentido más profundo de la vida y la plenitud de su amor. Junto a Él está María, la Madre del autor de la vida, y nos invita a asociarnos activamente en esta llamada de auxilio, para ser protectores del niño por nacer. Así de este modo, nuestra piedad filial será más creíble, y nuestra propia fe de misioneros invitará a acrecentar la fe de los demás.

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