Quisiera, en esta
Eucaristía expresar nuestra acción de gracias a Dios por la presencia de María Madre
y Maestra, bajo cuya guía y cercanía fue creciendo nuestra vida
cristiana. En esta advocación tan venerada y querida, María es la Auxiliadora
de los cristianos, en quien el Señor hizo grandes cosas para ser testigo fiel
del amor de su Hijo. Desde el comienzo de nuestra fe, Ella ha sido
constantemente nuestro auxilio en el camino de la salvación: ya San Juan Crisóstomo, arzobispo de
Constantinopla, en el año 345 la llama “auxilio potentísimo”; y San
Sabas de Cesárea en el año 535 la invoca como “auxiliadora de los que sufren”.
Como hemos leído en el
Evangelio de hoy, María salió a nuestro encuentro y por su intercesión Jesús
realizó en Caná el primer milagro en favor nuestro, haciendo que el agua se
transformara en vino. Un verdadero signo de salvación, en el que Jesús anticipa
su hora, que es el signo de la cruz y de su pasión; pero también de su
resurrección y de su gloria.
Su hora, dijo el Papa Benedicto
XVI, procede de Dios, y está fijada en el contexto de la historia, y es
el comienzo de una nueva vida, para adorar a Dios en espíritu y verdad. (cfr.
Jesús de Nazaret, pg.297).
En la fiesta de Caná,
junto a Jesús está María, y sus palabras decididas “hagan lo que Él les diga”,
tienen un valor para todos los cristianos, y también para nosotros, pues nos
mueven a una profunda confianza en Jesucristo y a seguir sus pasos.
De este modo, como María
como Madre nos ayuda para ser discípulos de Jesús, unida a su obra redentora.
De un modo particular, nos enseña que el Señor exaltó a los humildes de
corazón, y por eso ella está muy cerca de ellos. Es la mujer elegida, cuya fe recta
sostiene a quien perdió el rumbo de la vida, porque nos muestra que Dios hace
cosas grandes, y su misericordia se extiende sobre nosotros.
María es auxiliadora de
los más débiles y, por ello tenemos la certeza de aquellos que se reconocen
necesitados de consuelo, de fortaleza, o de esperanza, encuentran en María su
verdadero auxilio. En la debilidad de la fe, ella es nuestro modelo incondicional de devoción a Jesucristo, y un
apoyo inquebrantable para hacer el bien y, evitar el mal. Por esto, ella
también está muy cerca de los que son más vulnerables en la prueba de la vida.
Hoy quienes más necesitan auxilio son los niños por nacer, los jóvenes, y los
ancianos.
Todos ellos tienen su
vida en juego, porque los niños por nacer, aún el seno de la madre, se los
pretende eliminar como injustos agresores. A los niños ya nacidos, se los ve en
muchas periferias y barrios privados de lo necesario, corriendo el riesgo de un crecimiento
desdichado, sin el calor de un hogar. Los adolescentes y los jóvenes necesitan una
mejor orientación, encontrando tempranamente en sus vidas la encrucijada de los
caminos, que los alejan del bien. Finalmente los que ya son ancianos, muchas
veces se los trata sin consideración y frecuentemente están solos, por no decir
abandonados.
Nosotros experimentamos
en este día la invitación a ser como María, “auxiliadores” y “auxiliadoras”
de quienes buscan protección y ayuda, poniendo bajo su protección a quienes más
lo necesitan. Hoy se nos pide a nosotros el compromiso de ofrecer apoyo y
auxilio a los niños, a las madres, en todo lo que podamos ayudarles. Esto mismo
se pide también a quienes lideran a nuestros
pueblos, a los responsables de la salud, a los educadores y a las familias.
No obstante, aun cuando
las leyes positivas y las normas no resulten eficaces para proteger toda vida
humana y, los argumentos comunes a la razón no se reflejen en sus contenidos,
no vamos a desalentarnos ni dejar de promover el valor de la vida. En todo
caso, la Virgen nos dará su manto, y será nuestro modelo de santidad, que se
realiza siempre en la unión con Cristo. La invitación es a confiar en María,
con las palabras del salmo: “como un niño en brazos de su madre”,
y a ser generosos para que nuestros brazos se extiendan para defender la vida.
Así su auxilio poderoso, será también el nuestro.
Jesús es el Señor, él nos
hace encontrar el sentido más profundo de la vida y la plenitud de su amor.
Junto a Él está María, la Madre del autor de la vida, y nos invita a asociarnos
activamente en esta llamada de auxilio, para ser protectores del niño por
nacer. Así de este modo, nuestra piedad filial será más creíble, y nuestra
propia fe de misioneros invitará a acrecentar la fe de los demás.
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