Las palabras del
evangelio de hoy son una parte del llamado “discurso del Pan de vida”
de Jesús en que anuncia y proclama lo que será la Eucaristía. El domingo pasado
veíamos la primera parte. Hoy vemos la continuación dentro de esa conversación
realizada en Cafarnaúm. El día anterior
había sido la multiplicación de panes y peces. Jesús despidió a la gente, que
quería hacerle rey, y se marchó solo al monte a orar. Muchos se marcharon por
la orilla a uno de los pueblos más importantes, que era Cafarnaúm, y otros lo
hicieron al día siguiente al ver que no estaba Jesús ni los apóstoles. En Cafarnaúm
se suscitó una viva discusión, pues la gente quería más alimento o algún hecho
más espectacular. Jesús les dice que tiene un alimento mucho más importante que
el que les ha dado el día anterior y mucho más importante que el maná, que Dios
les había dado por Moisés en el desierto.
Y comenzamos con las
palabras del evangelio de hoy. La gente duda y murmura, porque Jesús ha dicho:
“Yo
soy el pan bajado del cielo”. Y no le cree porque muchos conocen a la
familia de Jesús, a sus padres y familiares. Por eso se dicen: “¿Cómo puede
haber bajado del cielo?” Estamos en la
primera parte de este “discurso del Pan de vida”. Hoy vamos a considerar sobre
todo la necesidad de creer en Jesús para podernos alimentar dignamente de este
“Pan de vida”. Al final de las palabras de hoy comienza la segunda parte en que
declarará Jesús más abiertamente que este Pan es su propio Cuerpo y Sangre. Esa
segunda parte la consideraremos el próximo domingo.
Hoy en la primera
lectura se nos describe el pasaje en el que el profeta Elías, después de haber
predicado por la gloria del Dios de Israel con toda valentía, tiene que huir
por el desierto, porque es perseguido a muerte. Cansado y abatido se sienta
junto a un arbusto deseándose la muerte. Pero Dios le reconforta por medio del
ángel que le da un alimento especial con el cual puede caminar cuarenta días
hasta llegar al monte sagrado para hablar con Dios. Nosotros podemos encontrar
en nuestra vida momentos de abatimiento: Pueden ser problemas materiales o
puede ser que no encontremos sentido a nuestra vida. O nos desanimamos porque
no vemos resultado a los esfuerzos realizados, quizá en la vida de apostolado.
Y nos dan ganas de dejarlo todo. Pero Jesús nos presenta un Pan maravilloso,
porque es su propio Cuerpo, de modo que podamos seguir el camino de la vida con
optimismo y alegría al estar con Jesús.
Para recibir
dignamente este sagrado sacramento debemos incrementar nuestra fe. Porque nos
pueden venir muchas tentaciones contra esta fe. Para algunos puede ser el ver
que los que no creen triunfan más en la vida y viven más alegres. Os digo que
en el fondo del alma esto no es cierto. Puede ser porque vemos a la Iglesia demasiado humana,
como veían muchos a Jesús. Así lo hemos visto al comenzar el evangelio de hoy.
O como le veían los de Nazaret, quienes habían visto crecer entre ellos a Jesús
como un niño o un joven normal. Puede ser que busquemos cosas más
espectaculares, como algunos buscaban en Jesús, y no tanto su sencillez y
entrega.
Para acrecentar
nuestra fe en la recepción de la
Eucaristía , la
Iglesia nos presenta en la Misa la primera parte, que es la proclamación de la Palabra de Dios. Debemos
ir a la Misa con
la intención de escuchar dignamente la Palabra de Dios y las enseñanzas que nos da la Iglesia en sus
explicaciones. Porque, como decía san Pablo, la fe viene tras el escuchar, no
sólo del escuchar. Hoy nos dice Jesús que nadie va a El (por la fe), si el
Padre no le atrae. La fe es un don de Dios; pero que no lo quiere imponer, sino
que lo quiere dar a quien se dispone dignamente. Por eso nuestro empeño debe
ser en que sus palabras penetren en nuestro corazón. También para ello son las
oraciones primeras de la Misa ,
en las que nos debemos unir con el sacerdote o recitar dignamente. Para ello
debemos avivar nuestra fe desde el momento en que entramos en la iglesia al
saludar a Jesús, hasta que nos despedimos con amor de Jesús al salir.
1 comentario:
La gente duda y murmura, porque Jesús ha dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”. Y no le cree porque muchos conocen a la familia de Jesús, a sus padres y familiares. Por eso se dicen: “¿Cómo puede haber bajado del cielo?”
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