Por la cuaresma resuena la voz del Apóstol Pablo:
<< en nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios>>.
(2Co 5, 20) En el camino de la Reconciliación la Iglesia ha ido reconociendo el
papel que ha tenido la Virgen María. Los primeros Padres de la Iglesia
indicaron que en él <<seno>> de la Virgen fue donde el Señor se
reconcilió con los hombres. Los Papas han afirmado desde hace mucho tiempo que
nuestra Madre fue hecha colaboradora de Dios en la misma obra de
reconciliación.
En este
apartado de la reconciliación lo primero que he descubierto es:
-
En María se cumple y se realiza el PROYECTO de Dios; esto es, el proyecto
de una humanidad reconciliada. En esa historia compartida entre Dios y la
humanidad, descubrimos que la armonía y la relación se ha roto en tantas
ocasiones, porque el pueblo de Dios
rompió la Alianza con suma facilidad, haciendo añicos las experiencias más
vitales de amistad y de mutua fidelidad. Aquí es donde miro a María y su vida
se me presenta en una armonía total, en una paz profunda, marcada por el amor y
la absoluta disponibilidad a los planes de Dios. Ella es la "llena
de gracia", su Si es inquebrantable a la alianza hecha por Dios
con ella. De ese modo, ofrece su colaboración íntima en el plan salvador, al
lado de Jesús.
-
Su figura me
resulta profundamente sugerente y ella es una invitación constante a desear y
trabajar con empeño en la reconciliación, que es calidad de vida y de fe, sea a
nivel personal, familiar, social o eclesial. Porque, indefectiblemente, si
asumo su estilo, mi vida y mis actitudes a la hora de ver, de amar y de actuar
se irán forjando según ese proyecto de Dios, que es un proyecto de
reconciliación, de encuentro y de armonía. De ahí la hermosa insinuación que
Ella nos propone y anima de tantas formas, como lo saben realizar las madres.
-
María es Madre
de la Reconciliación porque es Madre de Cristo. Al calor del Corazón de
María se reconcilia lo humano y lo divino. María se convierte así en Madre de
la gran Reconciliación. Cristo repara y perdona lo que el hombre no puede
reparar ni perdonar y María es Madre de la reparación y del perdón.
-
De ese
reconocimiento brota la actitud de los fieles, conscientes de encontrar en
María los adjetivos de «clementísima por los pecadores» y «corazón
misericordioso>> En el prefacio propuesto para esta celebración mariana,
se plantea que los pecadores «percibiendo su amor de madre, se refugian en ella
solicitando el perdón del Señor; al contemplar su belleza espiritual, se
esfuerzan por librarse de la fealdad del pecado, y, al meditar sus palabras y
ejemplos, se sienten llamados a cumplir los mandatos de su Hijo Divino»
-
Este texto
litúrgico, traza las líneas de un camino de reconciliación para el fiel de todo
tiempo y lugar; un itinerario que culmina y continuamente se apoya en la
eucaristía, porque en la participación del «sacrificio de reconciliación y
alabanza» y, por tanto, en la comunión del «Cuerpo y Sangre» de Cristo, los
fieles realizamos la experiencia viva del «sacramento de nuestra
reconciliación»
-
En este conjunto,
sobresale la ejemplaridad de María: aquella que fue el instrumento del inicio
de los tiempos nuevos, los de la redención, es la misma que en el tiempo de la
Iglesia acoge y «reconcilia» a los pecadores dirigiéndolos hacia la eucaristía,
donde se realizan «los dones de la misericordia del Padre y el premio de la
redención eterna»
El
ejemplo de María, atrae por «su amor de madre», por «su espiritual belleza» y
por «sus palabras y ejemplos», hace contemplar con asombro y admiración la
misión de la Iglesia que en todo tiempo busca ejercer el ministerio que le ha
sido confiado, con la misma caridad maternal que reluce en nuestra Santísima
Madre.
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