Hoy se nos habla en
las diferentes lecturas de la llamada de Dios para predicar su palabra. En la
1ª lectura Dios llama al profeta Amós, en la 2ª san Pablo nos habla de llamada,
y en el evangelio Jesús envía a predicar a sus apóstoles. A veces creemos que
Dios llama a misionar o evangelizar a unas personas especiales, como pueden ser
obispos y sacerdotes. Estos tienen el ministerio podemos decir de forma
profesional; pero todos por el hecho de ser cristianos estamos llamados por
Dios. ¿Quién puede decir que no ha sido llamado por Dios para ser testigo de su
amor?
Llamó al profeta
Amós; pero resulta que Amós no era profeta ni “hijo de profeta”, como dirá él.
Era un sencillo pastor y campesino que sintió que Dios le llamaba para defender
los derechos de Dios. Y lo hace a pesar de los impedimentos por parte de los
que gobernaban y oprimían al pueblo. Los apóstoles tampoco eran sacerdotes. No
había instituido aún Jesús la
Eucaristía y el sacerdocio, ni les había dado el poder de
perdonar ni habían recibido la unción del Espíritu Santo; pero Jesús les envía
a predicar, a ser testigos de lo que habían visto y oído en su presencia.
Y les da unos
consejos o advertencias, que nos valen para todos nosotros. Les dice que vayan
de dos en dos. Esto es un signo de la armonía y ayuda que desde el principio de
la Iglesia
siempre debe haber entre los misioneros. A veces ha habido iniciativas
individuales muy buenas; pero, como somos seres sociables, el mismo crecimiento
en el espíritu, pero sobre todo la evangelización siempre ha sido más
provechosa hacerlo en grupos, que nos sirvan de ánimo y ayuda. Por eso, aunque
sintamos un vivo deseo de hacer algo grande por Jesucristo por cuenta propia,
lo más conveniente será a través de alguna organización en la parroquia o en la
diócesis.
“Les da poder sobre
los espíritus impuros” o demonios. Esto no quiere decir que tuvieran una
especie de poderes mágicos, con ritos y fórmulas secretas, para brillar o
impresionar. Jesús nunca usó la fuerza para que alguien se convirtiera. Dios
siempre es respetuoso con la libertad del ser humano. De modo que, como veíamos
el domingo anterior, Jesús en Nazaret, al ver que faltaba la fe, “no pudo hacer
milagros”. El poder y el milagro de nuestra parte están en el vivir al estilo
de Jesús. De hecho no podremos echar demonios, si nosotros estamos poseídos de
varios demonios, como son el egoísmo, la injusticia y tantos pecados. Esos son
los demonios peores que podemos expulsar si vivimos en el amor a Dios y en una
verdadera fraternidad.
Uno de los consejos
principales es la pobreza. Les dice que lleven bastón, para poder mantener la
marcha, pero no para dominar y someter por la fuerza. En realidad es difícil
determinar la pobreza o falta de recursos humanos, según cada época y cada
circunstancia. Lo cierto es que tiene que haber una tendencia hacia ella. No se
recibe la llamada a evangelizar para sacar provecho material, sino para enseñar
la buena nueva del amor de Dios y nuestra fraternidad. Para ello la
imprescindible mochila es la del amor. A veces se confía demasiado en medios
humanos, como la capacidad de palabra o dinero u organización, queriendo casi
sustituir a los medios divinos. Los medios materiales pueden ayudar, pero no
son lo fundamental. Y muchas veces sucede que el demasiado “boato” externo y la
demasiada alianza con potencias políticas y económicas dan una imagen negativa
de la Iglesia.
Esto no quiere decir que la Iglesia no tenga que
hablar sobre política u otros asuntos materiales, con tal que sea para defender
los derechos de Dios y de los pobres. Si se busca el bien con recta intención,
el fruto será cierto. Pero no será de la manera que nosotros lo hemos pensado o
con la rapidez que esperamos. Dios tiene su tiempo y su razón. Lo cierto es
que, si se predica el evangelio buscando el mensaje de alegría y salvación, un
día de alguna manera veremos los frutos. Porque no nos predicamos a nosotros
mismos, sino al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario