Hoy se nos narra cómo
fue Jesús con sus discípulos a su tierra, a Nazaret. Se supone que el estar con
los suyos, su madre y su familia, sería para El algo agradable y con
tranquilidad. El sábado, como todas las personas piadosas fue a la sinagoga.
Como ya tenía fama de predicador, fue invitado a hablar. El ambiente era
conocido y hablaría como en familia. No nos dice san Marcos de qué habló, pero
sí nos describe la reacción de la gente ante la predicación. Lo primero fue
sorpresa y asombro. De suyo el asombro es bueno y puede llevar a
descubrimientos agradables, como el asombro ante una persona puede llevar a una
gran amistad. Pero allí, en Nazaret, la conclusión fue diferente: aquella
predicación de Jesús fue un escándalo para muchos.
Escándalo significa
“piedra de tropiezo o de caída para alguno”. Pero podríamos preguntarnos: ¿Cómo
Jesús, que ha venido para darnos la vida, puede ser causa de tropiezo para
algunos? Ya había profetizado el anciano Simeón que Jesús sería signo de
contradicción para muchos. Y Jesús, cuando fue preguntado por los discípulos de
Juan Bautista si era el Mesías, después de apelar a las obras que hacía, según
lo que había profetizado Isaías, había
dicho: “Bienaventurado quien no se escandalice de mi”. Ahora sus paisanos, los
de Nazaret, se escandalizan. ¿Por qué? Porque creen conocerle demasiado, cuando
en verdad no le conocen. Dan por supuesto que sus conocimientos sobre la Escritura tienen que ser
muy escasos porque saben que ha sido un carpintero y conocen a toda la familia.
Entonces se preguntan: “¿De dónde saca todo eso?” Por lo tanto “desconfiaban de
El”.
La interpretación de
Jesús acerca de la Escritura
no era fría como solían hacer los fariseos y los peritos en la Ley. Jesús interpretaba
de modo vivencial, creando en los corazones inquietudes. Porque la fe no es
algo estático y sin vida, sino una entrega a un ser superior que es Dios. Si
aumentamos la fe es para ser mejores.
Hoy también hay
personas que se escandalizan ante las enseñanzas de la Iglesia o del Papa, porque
de un mal de una persona, quieren hacerlo de toda la Iglesia ; y sobre todo
porque no escuchan con corazón recto. Hay quienes, cuando comienza a hablar la Iglesia , todo lo ven malo,
porque lo ven con corazón torcido y orgulloso. Quien tiene mal el corazón
cambia las palabras de Jesucristo, dando su propia interpretación.
Tiene el corazón
recto el que escucha con cierto temblor la Palabra de Dios, pero con la humildad suficiente
para saber que le falta mucho en el camino de la perfección. Tiene el corazón
torcido el que se cree ser perfecto y cree que nada tiene que aprender. Quien
es soberbio no está en la onda de Dios y por lo tanto la escucha no es según
los planes y la voluntad de Dios. No es que falle la Palabra de Dios. Lo que
falla es la preparación por medio de la disposición del corazón.
Jesús podría haber
aparecido de una manera maravillosa, sin que nadie supiera de su familia y su
pueblo, dando sus mensajes de salvación; pero quiso usar medios totalmente
humanos y quiso que los mensajes de Dios se extendiesen por el mundo por medio
de unos hombres no perfectos, sino con deficiencias. Lo nuestro es saber ver la
presencia de Dios a través de esas deficiencias y ver el mensaje de salvación
que es perfecto y lleno de bondad por parte de Dios hacia nosotros.
Algo de esto aparece
también en la primera lectura en que el profeta Ezequiel se queja del pueblo de
Israel que es testarudo y obstinado en el mal. San Pablo en la 2ª lectura se
siente incomprendido y rechazado. Cuánto cuesta aceptar la enseñanza de alguien
que hemos conocido igual a nosotros, pero ha ascendido de categoría social.
Mucho más cuesta si tenemos envidia. Muchas veces se estima más a una persona
por los títulos, sin saber cómo los ha conseguido, que otra sin títulos, pero
hablando con la fuerza del Espíritu Santo. Que nuestros ojos estén fijos en el
Señor, para ver con claridad, como decimos hoy en el salmo responsorial.
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