Hace
unos años un artículo de la Revista Vida Nueva del 14/3/98, el año de mi ordenación sacerdotal nos hablaba de que
el número de fallecimientos de los curas doblaban al número de los seminaristas
que se ordenaban cada año. Ese año el lema de la jornada vocacional fue: "Hombres del Espíritu". Este año 2017 el lema presentado para las
vocaciones ha sido: “Cerca de Dios y de los hermanos”, con el que se pretende señalar la
necesidad que nuestra sociedad tiene de los sacerdotes como “guías del
espíritu” y cercanos a los hombres.
La
Comisión Episcopal de seminarios afirma que los sacerdotes están llamados a
ayudar a las personas de una manera especial en la dimensión profunda de la
vida y en la relación con Dios. La necesidad de estos guías del espíritu es palpable.
La
falta de vocaciones y un aparente descenso del espíritu misionero de los
sacerdotes está llevando a muchas diócesis a tener problemas para encontrar personas
que sustituyan a los sacerdotes mayores que trabajan actualmente en las diócesis y en
las misiones. Perder el espíritu diocesano y misionero significa perder el
sentido de universalidad que ha caracterizado a la Iglesia.
Antes, las familias jugaban un papel fundamental y decisivo en la vocación del hijo,
hoy ya no es así, sino que el factor terminante son las comunidades y los
grupos eclesiales donde se insertan los jóvenes. Por otro lado, cada vez son más
las vocaciones maduras que llegan al
seminario, después de haber acabado una carrera universitaria, cultivadas en un
medio urbano y universitario. Este fenómeno coincide a su vez con el acceso al
matrimonio cada vez más tardío. “Estamos
ante una característica generacional”.
A
nivel de nuestra diócesis el problema vocacional es URGENTE, aunque todavía haya
curas. Es obvio reconocer que la media
de edad es muy alta y que de aquí a unos años el problema se va a agudizar. Nuestra
diócesis definida por mí es como un enfermo en fase terminal al que le quedan
unos pocos años de vida si no se encuentra un tratamiento para la sequia
vocacional. El Seminario asumió la pastoral vocacional y el equipo de
formadores trató de invitar a aquellos jóvenes que sentían una posible llamada
al sacerdocio. Es fundamental la involucración por parte de los curas
diocesanos en una búsqueda conjunta por fomentar las vocaciones desde la
espiritualidad sacerdotal y diocesana. En el ámbito parroquial sería necesario
incrementar este aspecto y hacer la invitación a los adolescentes y los jóvenes
para que durante su proceso de formación cristiana vayan o participen de alguna
manera en encuentros que les ayude a hacer un discernimiento vocacional. Dios siempre
ha seguido llamando y aunque no es fácil dar el paso, menos aún sino animamos a
que los hijos puedan hablar y discernir esa llamada a través del testimonio de
otros que ya fueron llamados y respondieron.
¡TÚ PUEDES SER UNO DE ELLOS!
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