La
liturgia de este día tiene dos partes bien diferenciadas. La primera es la
bendición y procesión de ramos y la segunda, que es la Eucaristía , tiene como
tono especial la lectura de la
Pasión de Jesús. La ceremonia en torno a los ramos nos
recuerda el triunfo de Jesús, que es como un anuncio del triunfo final de la
resurrección. Para llegar a ese triunfo final, Jesús pasará por la Pasión y muerte en cruz. Es
como una consecuencia de todo su obrar en la vida; pero al final, por medio de
la resurrección, Dios toma posición en su favor e iluminará todo el dolor y la
cruz.
La
ciudad de Jerusalén estaba ya envuelta en aires de fiesta: se acercaba la Pascua y multitudes de
gentes de la nación y de otros lugares iban llegando. Estas reuniones pascuales
acrecentaban las expectativas sobre el Mesías, aunque para casi todos eran
expectativas de libertad material, ya que se sentían oprimidos por el poder de
los romanos. Para algunos discípulos, especialmente para Judas, podía ser la
ocasión de la coronación de Jesús-rey en Jerusalén como descendiente del rey
David. Quizá Jesús se dejó llevar al principio por el entusiasmo de otros,
entendiendo que era la ocasión para manifestar con más vigor el advenimiento
del verdadero Reino de Dios. Y montado en un asno, triunfante y sencillo a la
vez, se dejó llevar hacia la capital, al tiempo que la gente daba vítores de
alabanza a Dios.
La
liturgia no es sólo un recuerdo. Nosotros con la procesión de los ramos en
verdad acompañamos a Cristo que entra triunfante en nuestras iglesias. Y como
aquel día, Jesús contempla a los que están allí y a los que están lejos de la
procesión. Allí veía en primer lugar un pueblo bueno, peregrinos que salen a su
encuentro, deseosos del bien y de la paz, gente que aclama al Señor. Así hay
muchas personas buenas que van a la procesión y con los ramos quieren
simbolizar sus deseos de paz y de acoger a Jesús en sus vidas. Pero Jesús veía
a otros, que estaban allí por intereses mezquinos. Sigue viendo hoy a muchos
cristianos, que quizá van a la procesión por costumbre, porque parece bien,
pero viven en pecado y lo peor es que no piensan salir del pecado. Otros ni
siquiera iban a aquella procesión y con envidia lo criticaban y esperaban a
Jesús para acabar con El. Hoy también sigue habiendo muchos que tergiversan su
mensaje, que hacen maquinaciones hipócritas contra la religión, o que quieren
dominar la religión con dinero, como los jefes del templo en tiempos de Jesús.
En
la Eucaristía
de este día se lee la Pasión
de Jesús. En este año según san Mateo. Este evangelista, que escribe
especialmente para los judíos, pretende sobre todo demostrar que Jesús es el
verdadero Mesías anunciado por las Escrituras. Un ejemplo es la profecía de que sería vendido
por treinta monedas, el valor de un esclavo. Entre los protagonistas, por la
parte negativa, está Judas. Jesús no es que buscó la muerte, sino que la
aceptó. Y uno de los mayores culpables fue Judas. Quizá por su deseo de
grandeza se siente fracasado y desilusionado con Jesús, y quiere hacer daño a
quien le ha hecho fracasar. Siempre estaba dispuesto a criticar y le supo mal
que el Maestro le delatase delante de todos, cuando lo de María, la hermana de
Lázaro y el ungüento. Además era ladrón y se dejó llevar por la avaricia. No ha
comprendido a Jesús. Esto nos puede hacer mucho que pensar porque un pequeño
vicio, si no lo atajamos a tiempo, nos puede llevar al abismo de un gran vicio
y aun de todas las maldades.
Otro
de los culpables fue Pilatos. Es el hombre que quiere dejar contentos a todos.
Y esto es muy difícil o imposible. En realidad sólo le interesaba su cargo y su
prestigio. Hoy hay muchos pilatos. Hay muchos que por no querer renunciar a su
vida dominada por el materialismo, se tragan todas las leyes morales. En estos
días Jesús quiere triunfar en nuestro corazón. La Pasión nos enseña que la
vida es un camino hacia la cruz a partir de una vida de entrega a Dios y a los
hermanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario