jueves, 31 de diciembre de 2015

1 de Enero de 2016, Maternidad de María-2105 C: Lc 2, 16-21


Hoy tenemos varias celebraciones: comienza el nuevo año, pero sobre todo es una gran fiesta de la Virgen como Madre de Dios, es la octava de Navidad y, la circuncisión de Jesús e imposición de su nombre. Hoy también es la jornada mundial sobre la paz.
1.      Comienza el nuevo año.
No es una celebración litúrgica, sino algo sólo convencional en el calendario civil. En otras culturas comienza el año en otras fechas. Lo nuestro del 1 de Enero viene de una costumbre romana en que comenzaban a regir los cónsules. Es una ocasión y una oportunidad para pensar que el tiempo pasa y que debemos hacer realidad lo de: “año nuevo, vida nueva”. Este es un tiempo de bendición, como comenzamos en la primera lectura de la misa. Pero no sólo queremos que Dios nos bendiga. Todos debemos ser bendición para los demás y para el mundo. Por eso aprovechemos el comienzo de un nuevo año para una mayor limpieza de nuestras culpas y un hermoso deseo de aprovechar esta oportunidad que nos da Dios.
2. Celebramos sobre todo la solemnidad de María Madre de Dios.
Es el mayor título que un ser creado puede tener. Ha habido muchos que dicen ser impropio de María llevar ese nombre porque a Dios nadie lo ha hecho. En parte tienen razón; sin embargo María es la madre de Jesús y, como Jesús, además de hombre, es Dios, a su madre la podemos llamar Madre de Dios. Así lo entendieron los obispos reunidos en Éfeso en el año 431. Y desde entonces así la proclamamos, señalando la unión tan profunda con su Hijo “en las penas y alegrías”, y también en la redención y en las gracias que Dios nos va dando. Por eso es también nuestra madre espiritual y madre de la Iglesia. En este día nos alegramos por las maravillas que Dios ha hecho en su madre. Ella, aun colmada de dones, siguió siendo libre y cooperó generosamente. Si María es nuestra madre, siempre la tenemos ahí para interceder por nosotros ante el Hijo. 3. A los ocho días circuncidaron a Jesús.
A nosotros nos puede decir muy poco; pero era muy importante para los israelitas: era el día de la entrada y aceptación legal en la comunidad de Israel y de hacerse responsable de la carga que supone la ley. Era como otro nacimiento. Nacer es comenzar y, en cierto sentido, nacemos varias veces. Hasta en lo material, cuando alguno se ha salvado de un gran accidente, dice que ha vuelto a nacer. También puede decirse cuando comienza una vida social muy diferente, como era la circuncisión para los israelitas. Y mucho más nacemos nosotros cuando comenzamos una vida de gracia, como es el bautismo.  Y así como para nacer a la vida del cuerpo se necesita ayuda externa, así es para la circuncisión y el bautismo.
El nombre de Jesús se lo puso el mismo Dios. Así el ángel se lo dijo a María y a José. Los israelitas daban mucha importancia al significado, y Jesús significa “Dios salva”. Debemos poner mucho amor y confianza al pronunciar este bendito nombre.
4. Jornada mundial de la paz.
Así se llama este día desde 1967. Todos los años el papa nos da un mensaje especial sobre la paz. El año pasado cuyo tema era: “No esclavos sino hermanos”, terminaba el papa Francisco diciendo que mucho de la esclavitud sucedía por la indiferencia de muchos hermanos.
Para esta jornada de 2016 ha seguido con esta idea y ha puesto como lema: “Vence la indiferencia y conquista la paz”. Nos dice que en el mundo hay muchos males que van contra la paz, como es el fundamentalismo, por tomar mal la religión, hay persecuciones, violaciones de la libertad, crimen organizado y guerras, etc. Ante tantos males existe una gran indiferencia en muchas personas.

La paz es un bien difícil, que debe ser conquistado por muchos, si colaboramos para esta gran empresa. <<Que María, madre de Dios y madre nuestra nos ayude a conseguir la paz>>.  

sábado, 26 de diciembre de 2015

Domingo de la Sagrada Familia C-2015: Lc 2, 41-52


 Todos los años, se celebra  la fiesta de la Sagrada Familia. Todos los seres humanos fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios; pero Dios no es un ser solitario, sino una familia de Tres formando una estricta unidad. Por eso nosotros nacemos en familia y seremos más semejantes a Dios cuanto más unida esté la familia en amor. Hoy se nos propone la familia de Jesús, María y José como el ejemplo a seguir y la protección para pedir y esperar.
Este año, que es el ciclo C, se nos propone en el evangelio la escena de la vida de Jesús: “El Niño Jesús perdido y hallado en el templo”. La primera virtud que nos enseña a las familias es el cumplimiento del deber religioso. Era la Pascua y los hombres debían acudir al templo de Jerusalén. Las mujeres no estaban obligadas; pero María iba por devoción. Los niños no solían ir; pero Jesús ya no era un niño. Tenía doce años y estaba en el límite en que comenzaban a tener obligación a los trece años. Los tres fueron gozosos para adorar a Dios en el templo. El problema estaba al llegar al templo, los hombres y mujeres debían estar en patios diferentes. Los niños solían estar con las madres; pero Jesús ya era mayorcito y casi seguro que iría con san José, especialmente porque tendría mucho interés en escuchar a alguno de los doctores de la ley. No sabemos cómo pudo ser, pero el hecho es que Jesús se perdió. Yo no puedo creer que Jesús intencionadamente quiso quedarse sin decir nada a María o a José dándoles un disgusto. El gentío cada vez era mayor. Quizá José pensó que Jesús se había ido donde María, como cuando era más pequeño.
Con tanto barullo de gente, durante unas horas los hombres iban por un camino y las mujeres por otro. Jesús no estaba por allí. María y José nos enseñan a estar unidos en las adversidades, volver a desandar el camino juntos y buscar a Jesús donde le dejaron, que era en el templo. Angustiada, pero sin recriminaciones, María habla a su hijo. Y Jesús les da y nos da una gran enseñanza. No creo de ninguna manera que Jesús se quedase voluntariamente; pero aprovecha ese momento, esa circunstancia, para descubrirnos una gran verdad que habría madurado aquellos días en el trato con los doctores de la ley y con la oración profunda en la casa de Dios. Y el descubrimiento grande que hace, como hombre, es que Dios no es un ser ajeno a nosotros, sino que es su Padre y que todos podemos llamar a Dios como Padre, porque formamos una gran familia. Esa sería una de las más grandiosas enseñanzas en su vida pública.
Era la manera de actuar Jesús. Un día aprovecharía la circunstancia de que fueron a visitarle su madre y familiares para decirnos que quien cumple la voluntad de Dios es su hermano, su hermana y su madre. Allí nadie se enfadó, no hubo rabietas, sino que en paz volvieron a Nazaret. Jesús les “obedecía y crecía en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres”. A muchos les suena mal la palabra “obediencia”. Les parece algo como sumisión. Cuando hay verdadero amor es algo diferente. Quizá cuando se va creciendo la obediencia a los padres se debe expresar mejor con “honrar”, como nos dice el 4º mandamiento: “Honrar al padre y a la madre”. Este mandamiento estaba puesto para los adultos para que honren a sus padres ancianos. Es justo agradecer a los padres los sacrificios que han hecho por nosotros desde el principio de la vida.
María y José no entendieron, por entonces, lo que Jesús les dijo. Muchas veces pasa en las familias que los padres no entienden a los hijos cuando van creciendo. La autoridad no es despotismo ni tiene porqué el hijo ser exactamente como el padre. Muchas veces habrá que callar, como María; pero siempre seguir amando. Si hay amor, la autoridad es más bien un servicio y un ir comprendiéndose, y entre nosotros muchas veces perdonándose. Si hay amor, hay delicadeza, amabilidad, ternura y comprensión, ya no habrá gritos, riñas, egoísmos, como tantas veces se ve en las familias. Por eso debemos pedir hoy la protección y el amor a la Sagrada Familia.

     

miércoles, 23 de diciembre de 2015

NAVIDAD 2015-C


Dios creador. La suerte del hombre en la tierra no proviene de un azar casual, o de una decisión desconocida; menos aún de una maldición. La Escritura comienza hoy de forma solemne y definitoria: [En el principio Dios creó «el cielo y la tierra», esto es, lo «creó todo»]. Dios creó y llamó a la vida. Dios creó e inició una relación con las criaturas, poniendo orden y sentido. La historia se desenvuelve de forma progresiva, se desenrolla en un escenario amplio, con un principio, que tiende a un final.  Formamos parte de esta historia de salvación.

Dios crea por la palabra. Dios no se confunde con su obra creada. La palabra de Dios es fecunda, tiene capacidad de crear vida y de sostenerla. Dios ordena que surja la vida, y la vida brota. El artífice, el ingeniero, el artista, dice cómo quiere que sea su obra y da trazos precisos. Unas veces borra y otras rectifica. Dios tiene autoridad, y la palabra de Dios la refleja en todo lo creado.

La Palabra es reveladora. La palabra tiene la función y la  virtud de comunicar, de enseñar, de explicar, de narrar. Por medio de la palabra las personas se expresan y Dios se expresa. El Dios de la Escritura no es una divinidad huraña, aislada, encerrada en sí misma. La palabra posibilita el diálogo. Para dialogar hay que escuchar y hay que proponer. Hay que tener algo que decir, y hay que decirlo. Dios se nos dice, se nos entrega, se nos comunica en sus palabras. La Escritura la acogemos, en comunión con toda la Iglesia, como Palabra de Dios, como reveladora de su intimidad y de su voluntad con todos nosotros.
La Palabra se hace carne. Esta palabra creadora que estaba junto a Dios, se ha hecho «carne». El evangelista nos sorprende porque de un lenguaje poético entra en otro tono inesperado, radical, inaudito. La palabra, que aunque tiene autoridad y es creadora, es a la vez débil porque se  pierde después de haber sido pronunciada, toma forma humana. San Juan mira al comienzo de la Escritura, y a la vez mira con una profundidad única el nuevo comienzo de la historia: el misterio del nacimiento de Jesús.

Jesús es la Palabra de Dios. San Juan contempla y admira a Jesús, en quien reconoce la encarnación de la Palabra de Dios. Nunca nadie se había atrevido a dar este paso. Anoche celebrábamos con alegría que nos ha nacido un niño, pequeño y pobre. Allí, en las pajas de Belén, se revelaba la ternura de nuestro Dios. Hoy, día de Navidad, la Iglesia nos invita a adentrarnos en el misterio de este niño. Es «Dios con nosotros»; es la «Palabra de Dios encarnada». Dios no solo no rechaza ni se avergüenza de la humanidad, sino que se hace carne, se embarra, se mete en el hondón de la historia humana.


Las consecuencias de esta revelación y de esta fe son novedosas. Cuanto más amemos lo humano, más entenderemos a Dios. Cuanto más respetemos y defendamos la causa del hombre, más estaremos transparentando a Dios. Cuanto más contemplemos al niño de Belén, débil, pobre, y fuera de la ciudad, entenderemos mejor que el evangelio es para todos, pero que Dios empieza su obra en las «periferias de la ciudad» para que no haya nada humano que esté fuera de su alcance. ¡La Palabra se hace carne, se hace humana! ¡Dios se hace humano! ¡Jesús es «Dios con nosotros»! ¡Feliz Navidad a todos!

sábado, 19 de diciembre de 2015

4ª semana de Adviento. Domingo C-2015: Lc 1, 39-45



En la última oración de la misa de este día pedimos que tengamos el deseo de celebrar dignamente el nacimiento de Jesús. Y para poder celebrarlo dignamente en este último domingo antes de Navidad nos fijamos todos los años en la  Virgen María. Ella fue la que mejor se preparó para el nacimiento de Jesús y la que nos puede ayudar, para que Jesús nazca en nuestro corazón.
Estamos en el ciclo C, en el que consideramos la Visitación de María a su prima Isabel. En este último domingo antes de la Navidad, debemos hacer lo posible para imitar las grandes virtudes que María nos enseña en esta visita. No es que María vaya a “visitar” a su prima, sino que va a ayudarla. María se ha enterado por el ángel que su prima Isabel, va a tener un niño y que está en el sexto mes, y María “marcha” para atenderla. Quizá nos tenemos que dar prisa para preparar nuestro corazón, si antes no lo hemos hecho. Hay personas que se apresuran a preparar la navidad en el sentido de preparar muchas luces y adornos y regalos; pero quizá no han pensado en un lugar en su casa para poner una imagen del Niño Jesús y sobre todo, lo que es más importante, un sitio en su corazón.
Hoy María, al llevar a Jesús en su seno, es portadora de alegría. Así lo expresa Isabel cuando María entra en su casa. Así lo hace notar el niño Juan que está en las entrañas de Isabel. Estos días de Navidad son días más propicios para manifestar la caridad, haciendo el bien a muchos necesitados. Por eso a través de Caritas queremos llevar un poco de solidaridad a los que no tienen lo necesario para llevar una vida digna.
Entregar nuestra persona a Dios significa mostrar nuestro amor a Dios. Pero para que sea verdadero, debe estar unido con el amor al necesitado. Si Jesús vive en nuestra alma, debemos ser portadores de la salvación, que es ser portadores de fe, de amor y de alegría para otros.
A la Virgen María la llamamos “Arca de la nueva alianza”. María llevaba en sí, no sólo unos signos de alianza, sino al mismo Dios. Aquellos tres meses, que estuvo en casa de Zacarías e Isabel, tuvieron que ser un chorro de bendiciones celestiales para aquella familia.
Quizá María es consciente de que aquel Hijo no la pertenece del todo, sino que es un don de Dios destinado para el bien de todos. Por eso el misterio de la Visitación es la realidad del compartir. Nosotros sabemos que recibimos a Jesucristo en la comunión. El nace de verdad en cada Eucaristía. Le adorAmos de verdad; sin embargo sintámonos con la misión de expresar esa alegría porque Cristo vive con nosotros y nos da la salvación. No podemos dejar de expresarla hacia otros.
Como dice el sacerdote al acabar la misa: <<Ite, missa est>>, pone en relación lo celebrado hoy con la misión de la Iglesia en el mundo. Misión que nace de lo celebrado y que nos lleva a recordar el apostolado que tiene que realizar todo cristiano llevando a los familiares y a las personas con las que se encuentra por el camino la buena nueva de Jesús hacia los más pobres y desfavorecidos.
En estos días quizá damos regalos y nos olvidamos de dar algún regalo al Niño Jesús que nace. El mejor regalo es nuestro corazón, es toda nuestra persona.


sábado, 12 de diciembre de 2015

3ª semana de Adviento. Domingo C- 2015: Lc. 3, 10-18


Este tercer domingo se llama: “Domingo de la alegría”. Nos dice la palabra “Regocijaos” porque está ya cerca la Navidad. Hoy la liturgia nos invita a una alegría sincera y profunda, que es un don del Espíritu, que no tiene directa relación con el placer o la comodidad o la fortuna, ni es cuestión de temperamento, sino de la gracia y del saber que “el Señor está cerca”.
Ya en la primera lectura de la misa el profeta Sofonías alienta a la alegría, porque la alegría es la emoción más bienvenida en la vida humana. Y es exultante, cuando es inesperada e irrumpe en la mediocridad de nuestras vidas. Pero es san Pablo, en la segunda lectura, quien de una manera más imperiosa y urgente nos dice que debemos estar alegres. Y lo repite. Por lo tanto no se puede seguir a Cristo siendo triste. Santa Teresa decía: “Un santo triste es un triste santo”. Quería decir que era un santo falso o que no lo era.
No es fácil estar alegres en medio de tantas contrariedades como vemos en la vida. Un autor dice: “Esto de la alegría es cosa seria”. La alegría debe notarse externamente. Hoy mismo lo dice san Pablo: “Que vuestra amabilidad (fruto de la alegría interna) sea conocida por todos”. Y sigue diciendo que nada nos debe preocupar hasta el punto de caer en la tristeza y en la depresión. Y esto porque “el Señor está cerca”.
Esa cercanía la vivimos ahora en la Navidad. En esos días recordamos y revivimos la presencia de Dios hecho hombre entre nosotros. El Señor nos recuerda que vive en la Eucaristía y debe vivir en nuestro corazón por el amor. Esto es lo que nos debe llenar de alegría profunda: Dios nos ama y no nos abandona. El cristiano espera que un día Cristo Jesús pueda decirnos, en su última venida: “Entra en el gozo de tu Señor”.
Pero también la alegría interior del corazón debe manifestarse en obras de amor. Hoy es día también para que nos preguntemos: ¿Qué debo hacer? Esto le preguntaban a Juan el Bautista las personas que habían sentido sus palabras entrar en su corazón y estaban en proceso de conversión. Hoy nos presenta la Iglesia ese diálogo de la gente que le pregunta al Bautista y las respuestas del santo, que son también para nosotros.
Lo primero que pide Juan es el desprendimiento de bienes para compartir con quien no tiene. Ese entra de lleno en el espíritu de la Navidad. Y, es algo que Jesús pedirá a los que quieran ser sus discípulos: estar dispuestos a renunciar a todo para estar disponibles para el bien de los demás. Una clase de personas que le preguntaba eran cobradores de impuestos, que solían aprovecharse de la gente. A éstos les dice que no exijan más de lo debido. En nuestra vida no se trata sólo de dinero; pero la verdad es que a veces por seguir nuestro egoísmo exigimos a otros lo que no debemos. El Señor nos pide que nos preparemos como un momento jubilar para renovarnos en gracia y espiritualmente. Nos recuerda que nos debemos percatar de la presencia de personas en nuestro entorno que están cansadas y agotadas, perdidas y sin guía, que nos necesitan. Hacer de la misericordia y la solidaridad la clave de la vivencia en esta Navidad y siempre. Este acento lo tenemos que poner de relieve en nuestras celebraciones y que se note la compasión y la misericordia como un programa para nuestras iglesias.

Si el amor es profundo hacia Dios y hacia los demás, quizá tendremos que sufrir; pero en lo más hondo del alma brotará la alegría sincera, que nos proporcionará la paz por la presencia de Dios. 

martes, 8 de diciembre de 2015

8 de Diciembre. Fiesta de la Inmaculada-2015: Lc 1, 26-38

Hoy nos alegramos con toda la Iglesia por ser una fiesta muy especial de nuestra Madre, la Stma. Virgen María. Entre tantas fiestas en honor de la Madre de Dios, hay dos más especiales para toda la Iglesia: el comienzo de la vida de María, como Inmaculada o llena de gracia, y el final, que fue su Asunción en cuerpo y alma al cielo.
Nos alegramos cuando tenemos algo bueno; pero nada mejor podemos tener que la vida de gracia en nuestra alma, que es lo que nos dará la plena felicidad para siempre. Por eso hoy celebramos el hecho de que la Virgen María estuvo llena de gracia, limpia de todo pecado desde el primer instante de su concepción. La concepción es el momento en que Dios crea el alma uniéndola a la materia, que proviene de los padres: es el momento en que comienza la vida humana.
La Biblia no menciona explícitamente este dogma o creencia de fe. Lo creemos y sabemos por la Tradición, es decir, por la autoridad que les dio Jesús a los apóstoles y a sus sucesores para interpretar dignamente mensajes que nos da la Sagrada Escritura. Con el tiempo algunos mensajes se clarifican, como este dogma de la Inmaculada. Así, después de ponerse de acuerdo todos los obispos, siguiendo la devoción del pueblo cristiano, el papa lo proclamó como una verdad que debemos creer y tomar en consideración para nuestra vida cristiana. Era el 8 de Diciembre del año 1854 cuando el papa Pío IX proclamó solemnemente esta verdad.
Se basaba en algunas palabras de la Biblia. El primer pasaje importante es el que nos narra la primera lectura de la misa de este día. Es el capítulo 3 del Génesis. Allí aparece una lucha entre la serpiente, que simboliza el demonio o fuerzas del mal con el Redentor de la humanidad. Y unida con el Redentor aparece una mujer que “aplastará la cabeza de la serpiente”. Esto quiere decir que habrá una mujer, unida al Redentor, que no tendrá que ver nada con el pecado. Para que el triunfo sea total debe estar sin mancha de pecado “desde el primer momento de su concepción”.
En el evangelio de este día aparece el ángel Gabriel saludando a María con esa expresión de “llena de Gracia”. Es como el nombre propio de la Virgen. Significa una singular abundancia de gracia, un estado sobrenatural del alma en unión con Dios. Y no se trata de algo conseguido entonces, sino como si fuese algo propio e innato en el alma de María. Por eso aquello de “el Señor está contigo”. Esta es una expresión que aparece en otros lugares de la Biblia; pero aquí se realiza con pleno sentido, porque Dios está más presente cuanto mayor sea el grado de gracia que hay en el alma.
Estos no son argumentos definitivos; pero la Iglesia reflexiona con la ayuda de Dios. Y ya desde los primeros siglos de la Iglesia había teólogos que reflexionaban sobre la conveniencia de que Dios diera esta inmensa gracia a la que iba a ser su madre. En el día de nuestra Madre en algunos sitios se celebra a las otras madres. Pero podemos ponernos a pensar: si nosotros hubiéramos podido hacer a nuestra madre, es decir, darle las cualidades que nos hubieran parecido mejores ¿Qué no hubiéramos hecho para nuestra madre? Pues como Dios lo que más estima son los valores espirituales, la grandeza de alma, no escatimó nada para embellecer espiritualmente a su Madre, sin que el pecado pudiera dañarla ni en el primer momento de su concepción.

Por eso hoy nos alegramos al considerar la belleza de la Madre celestial. Pero también es un mensaje para que busquemos la mayor purificación para nuestra alma. María es nuestra madre, pero es también el modelo a seguir. Ella también fue redimida por Jesucristo, aunque de modo adelantado. Nosotros, aunque somos pecadores, fuimos hechos limpios por el bautismo. Sin embargo ¡Cuántos pecados hemos ido acumulando! En este día pidamos fortaleza a Nuestro Señor para limpiar nuestra alma y, fijándonos en el modelo de limpieza, que es la Inmaculada, caminemos por el camino de la gracia y santidad para que un día nos podamos ver y gozar con María en el cielo.

sábado, 5 de diciembre de 2015

DOMINGO 2º ADV-2015 (C)

Creer y esperar

Hay cierta diferencia en la visión que se tiene de la realidad y de la historia, y esa diferencia tiene mucho que ver con el culto y la práctica religiosa, porque de ahí proceden miradas, interpretaciones y posturas ante la Historia grande y ante la historia pequeña, la de cada día, que, un día tras otro, forma la grande, la de todos.

Baruc, tiene que vivir en un tiempo duro, como todos. Mira la vida con la crudeza del realismo al que el sufrimiento acostumbra. No puede prescindir del dolor que padecen él y los suyos, por eso lo tiene en cuenta y no se hace ilusiones sobre la vida. Pero invita a la alegría y a la esperanza, a pesar de todo. ¿Cómo lo hace? ¿Cómo lo hacemos nosotros los creyentes que nos distinguimos de los no creyentes por la esperanza que nos mantiene a pesar de lo que ocurre a nuestro alrededor?

La esperanza se alimenta o muere
La esperanza no es un caramelo que regalan en cualquier esquina cuando pasas para endulzarte la mañana. No es una marca en la piel que se conserva indeleble pase lo que pase y porque sí. La vida no da muchos motivos para ver en ella razones que la alimenten. Ni nosotros somos tan consistentes que podamos dar base sólida a un futuro mejor.

La esperanza, como la vida y las personas, necesita alimentarse continuamente para no quedar estancada y muerta. Necesita ejercicios frecuentes que la mantengan ágil y viva. Ese fue un descubrimiento muy antiguo en el mundo de las religiones. El culto comunitario tiene la función de revitalizar siempre una esperanza amenazada por la realidad de cada día. Porque una mirada al mundo y a la historia es un desafío permanente que critica y pone en duda la posibilidad de una salida positiva a lo que vivimos. Y en el culto, en la práctica religiosa, marcada por la vida, acostumbramos nuestros ojos a mirar la vida de otra manera, desde otra perspectiva que nos aporta la confianza en Dios.

La esperanza está en Dios

Lucas tiene interés en precisar con detalle los nombres de los personajes que controlan en aquel momento las diferentes esferas del poder político y religioso. Ellos son quienes lo planifican y dirigen todo. Sin embargo, el acontecimiento decisivo de Jesucristo se prepara y acontece fuera de su ámbito de influencia y poder, sin que ellos se enteren ni decidan nada. Ahí es donde nace la verdadera esperanza. Eso requiere cuidados visuales. Personas que limpien nuestros ojos de cegueras totales o de impedimentos extraños. Esa es la función de los profetas, antiguamente, y de la comunidad hoy.

Necesitamos allanar montañas que impiden ver el horizonte. Rellenar valles de precipicios y vacíos vitales. Señalar direcciones de orientación. Animar tantos desencantos y desesperanzas. Enseñar a leer los signos y señales de la presencia de Dios entre nosotros. Porque Él, misteriosamente, está en la vida.
La esperanza aparece siempre en el mundo y en nuestras vidas. Hace penetrar en la historia humana la gracia y la salvación de Dios. La esperanza no está en manos de los poderosos. En ninguna parte se puede escuchar mejor que en el desierto la llamada de Dios a cambiar el mundo. El desierto es el territorio de la verdad. No hay sitio para lo superfluo. No se puede vivir acumulando cosas sin necesidad. No es posible el lujo ni la ostentación. Lo decisivo es buscar el camino acertado para orientar la vida.
En este marco del desierto, el Bautista anuncia el símbolo grandioso del «Bautismo», punto de partida de conversión, purificación, perdón e inicio de vida nueva.¿Cómo responder hoy a esta llamada? El Bautista lo resume en una imagen tomada de Isaías: «Preparad el camino del Señor».
Las imágenes de Isaías invitan a compromisos muy básicos y fundamentales: Hemos de cuidar bien los bautizos de nuestros niños, pero lo que necesitamos todos es un «bautismo de conversión».
Un grito estridente y doloroso se escucha hoy en nuestra sociedad contemporánea. Es la voz de los marginados, los indefensos, los atropellados, los ancianos, los humillados, los manipulados, los desprovistos de toda defensa ante las injusticias de los más poderosos.
La salvación viene siempre de una palabra de Dios. Y esta palabra se nos dirige incesantemente a todas las personas también hoy, aunque raramente encuentre a alguien que la escuche en su corazón.