Hoy en las tres
lecturas se pone en evidencia la contradicción que hay entre la mentalidad
terrena y la mentalidad de Dios, expresada claramente en las palabras de Jesús.
Ya en la primera lectura se habla de cómo los justos son perseguidos y
ultrajados, porque la virtud molesta al vicio. Santiago en la segunda lectura
nos habla de esa contradicción diciendo que los que piensan con mentalidad
terrena buscan la ambición, el poder, y por lo tanto surgen las disputas y las
guerras, mientras que los que tienen mentalidad celeste buscan y encuentran la
paz. Jesús lo va a enseñar una vez más, pues esta contradicción era el centro
de su predicación.
Como era algo tan
importante y tan incomprensible para la gente, que sólo deseaba tener favores
materiales de Jesús y hacerle rey, se fue por sitios solitarios para poder
hablar a los apóstoles. Y hoy les repite lo que ya habíamos visto el domingo
pasado: que él, siendo el Mesías, debe morir o dejarse morir para poder
resucitar. Esto les era muy difícil entenderlo, pues ellos tenían muy metido en
el alma que el Mesías debía controlar todo el mal y vencerlo. Por eso les
parecía incomprensible y absurdo el que para vencer el mal, tuviera que dejarse
morir. Claro que les decía que tenía que resucitar; pero esto lo comprendían
mucho menos. Por eso dice un evangelista, cuando las apariciones después de la Resurrección , que se
les abrió la inteligencia para comprender todo ese misterio de la muerte y
resurrección de Jesús.
Para ello se
necesita fe. Ciertamente que es un don de Dios, pero es también una
colaboración nuestra. Los apóstoles colaboraron siguiendo al Maestro. Le podían
haber abandonado, como hicieron algunos discípulos, cuando la proclamación de la Eucaristía ; pero ellos
permanecieron siguiendo a Jesús. No lo entendían, pero se fiaron de Jesús y
permanecieron con El. Esto es una gran enseñanza para nosotros en los momentos
de crisis o de “noche oscura”. Habrá momentos difíciles para nuestra permanencia
en la fe. Recordemos los momentos en que hemos sentido a Jesús que camina a
nuestro lado y sepamos que siempre sigue, aunque “sea de noche”.
Y veamos la segunda
gran enseñanza de hoy. Los apóstoles parece que estaban más atentos a sus
intereses personales que a las enseñanzas de Jesús. Y entre ellos, apartados un
poco de Jesús, iban discutiendo quién iba a estar en puestos más importantes en
el reino de Jesús. Estaban aún muy alejados de la mentalidad del mismo Jesús.
Ya en casa, estando más cercanos y tranquilos, les da un pensamiento esencial
en nuestra religión cristiana. Resulta que el más importante no es el que tiene
poder o dinero o prestigio social y material, sino el que está el último. Esto
no se lo cree nadie. Claro, no se lo cree el que tiene mentalidad materialista,
que es la mayoría.
Aquí podríamos
hacer una consideración sobre la autoridad. No es lo mismo autoridad que poder.
Este se puede tener a la fuerza, sin que haya autoridad, mientras que ésta
viene de la aceptación del súbdito. En el mundo tiene que haber autoridad, como
debe haberla en la familia; pero la verdadera autoridad consiste en el
servicio. Ya sabemos que, cuando hay elecciones políticas en todas las partes
del mundo, hay algunos que dicen que van a mandar “para servir”. Esto suele ser
propaganda. En el fondo lo que quiere la mayoría es tener poder y ser más que
los demás.
Hoy Jesús nos dice
a nosotros que en nuestra religión “sirve el que sirve”, y el que no está al
servicio de los demás no sirve para el Reino de los cielos. Más que muchas
explicaciones, conviene meditarlo en nuestro corazón y hacerlo tema para
hablarlo con Dios, nuestro Padre. Y para que se entendiera un poco más, toma un
niño y lo pone en medio. A nosotros nos parece muy bonito ese gesto de Jesús.
Debemos comprender que en aquella cultura un niño no valía para nada, porque no
podía devolver el favor. Quizá, como dice otro evangelista, era un criadito, un
niño de la calle abandonado, que vivía haciendo encargos. Vivamos con humildad
y seremos grandes ante Dios.
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