Hoy se nos plantea
un tema muy serio en la vida como es el dolor y sufrimiento. Hay personas que
creen que la Iglesia ,
en su doctrina, es algo así como masoquista o que enseña que hay que buscar el
dolor y que no se debe gozar en la vida... En realidad el dolor, como la
muerte, sigue siendo una especie de misterio; pero tiene que tener un sentido.
Por algo llamó Jesús “dichosos” a los que sufren. Lo cierto es que el dolor
aquí no es un castigo divino ni el remedio es la sola resignación. Aunque sea
difícil entenderlo, lo cierto es que Dios, para salvarnos, ha escogido
compartir nuestro dolor. Darle sentido es comprender que Jesús, Dios hecho
hombre, entre muchas posibilidades, nos ha salvado con el dolor. Pero lo mismo
que Jesús resucitó, también es una promesa para nosotros. Por eso debemos vivir
en una confianza continua en la presencia de Dios que nos acompaña. Esta es
nuestra fe, que nos une con Dios.
La escena que hoy
nos trae el evangelio sucede en Cesárea de Filipo. Esta ciudad parece que se
había llamado Paneas; pero el tetrarca Filipo la nombró Cesárea en honor al
César Augusto. Primero les pregunta Jesús a los apóstoles quién dice la gente
que es El. No se trata de saber lo que dicen los muy amigos o los enemigos,
sino los indiferentes. Estos suelen decir que es Juan Bautista resucitado o
algún profeta. Hoy también hay muchas opiniones sobre Jesús, algunas muy
distanciadas porque sigue teniendo muy buenos amigos y sigue teniendo enemigos
que le odian. Pero lo que le interesaba más a Jesús era la opinión de sus
mismos discípulos. Es san Pedro quien primero dice: “Eres el Mesías”. ¿Qué
entendería san Pedro entonces por “Mesías”?
Ya Jesús había
hablado de servicio, ya les había dicho las bienaventuranzas, que primeramente
se aplicaban a su propia vida y actuación, ya había prohibido a los
endemoniados que proclamasen que era “Hijo de Dios”; Pero era difícil entender
la mentalidad de Jesús, cuando tenían bien metida la idea de un mesías
triunfador, que con su poder les llevase a los israelitas a ser los dueños del
mundo.
Jesús va a
explicarles lo que El entiende por Mesías, siguiendo lo que ya había dicho el
profeta Isaías sobre el “Siervo de Yahvé”, un siervo sufriente. Lo primero que
les encarga es que no digan a nadie que El es el Mesías. ¡Menudo lío se hubiera
armado! Pues toda la gente le hubiera aclamado por su rey. Es lo que pasó
después de la multiplicación de panes y peces. Jesús tuvo que esconderse. Así
que acepta que El es el Mesías. Pero a continuación les explica que El, siendo
el Mesías, debe padecer e ir a la muerte. Y esas palabras denotan un sentido de
cercanía a esos sucesos.
Claro que después,
y pronto, vendría la resurrección. Esto lo entendían menos. San Pedro, que todavía
no era santo, sino muy apegado a sus ideas triunfalistas, le lleva un poco
aparte, porque comprende que le tiene que decir algo serio al maestro: “Esto no
puede ser”. Para Jesús era una nueva tentación de triunfalismo. Podemos decir
que las antiguas tentaciones del desierto en varias ocasiones vuelven a
suscitarse. Y una fuerte es en este momento. Por eso Pedro está haciendo las
veces de Satanás. Y así se lo dice Jesús. Más bien parece como un grito para
vencer la tentación. Pedro había presentado, como nosotros a veces queremos, un
mesianismo o una religión sin sufrimiento. San Pablo nos dirá que “sin efusión
de sangre no hay redención”. Una religión sin sufrimiento quiere decir también
con intereses personales y egoístas o sin compromisos hacia el bien de los
demás, sólo con intereses materiales o terrenos.
Y comienza a
explicar Jesús que el desprendimiento terreno no es sólo para el Mesías, sino
para todo el que quiere ser discípulo suyo. Y dice esas frases desconcertantes:
“Quien pierde su vida la salvará”. Para algunos salvar su vida es no meterse en
líos o problemas por el bien de los demás. Piensan que está perdiendo su vida.
Por encima de la vida que se ve, hay otra vida que se gana con seguir a Jesús
en medio de las cruces de cada día, pero cumpliendo cada uno con su propio
deber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario