Jesús
podría haber organizado la evangelización de maneras espectaculares; pero quiso
hacerlo de modo muy humano, buscando colaboradores, que vivieran junto a él,
que aprendieran su propio modo de vivir y su doctrina, para luego enviarlos por
el mundo a enseñar la
Buena Nueva. Hoy nos cuenta el evangelio una especie de
ensayo, pero que es ya evangelización por los mismos discípulos. Así sigue
Jesús actuando hoy llamándonos a colaborar con él. Ir de misionero no es sólo
ir a tierras lejanas, sino que se puede ser misionero en el trabajo, entre los
amigos, en la escuela, en la calle... Lo importante es dar testimonio de la
verdad, cumpliendo los compromisos de cristiano. Pero a veces un cristiano
siente una llamada especial de Dios, que suele ser a través de la Iglesia , para cooperar con
la acción apostólica en unas misiones populares. Para ello nos conviene saber
qué les pedía Jesús a los apóstoles.
Jesús
les envió “de dos en dos”. En aquella mentalidad significaba en primer lugar un
testimonio, ya que las leyes necesitaban de al menos el testimonio de dos para
su validez. Para nosotros es un signo de comunidad. Habrá apostolados que
alguno deba hacer individualmente; pero aun así debe hacerse con cierta
organización y siempre estando en unión con la Iglesia.
Jesús
recomienda un estilo de austeridad y pobreza, dando a entender que la fuerza de
la evangelización está sobre todo en Dios y en la confianza que se ponga en Él.
Muchas veces fallan apostolados que llevan en sí muchos medios materiales, pero
poca fe y oración. Hay medios humanos que son convenientes; pero hay que saber
que la fe en Dios será lo que hace
verdaderamente crecer la vida del alma. Por eso la gente lo que mejor entiende
en el apóstol es la austeridad y el desinterés a la hora de hacer el bien. Es
importante que le vean más como peregrino que como instalado. Esto quiere decir
que la predicación no debe ser sólo de palabra, sino de vida. Por eso debe dar
testimonio de comunidad (dos en dos), de pobreza y de paz. Y de conformismo.
Eso es lo que les quería decir Jesús sobre no pasar de casa en casa. También
les habla de confianza en la gente. Eso es lo que viene a significar el no
llevar alforjas, porque confían en que la gente responderá a sus desvelos.
Pero no
todo iba a ser fácil. Les dice lo del llevar bastón y sandalias, indicándoles
que el camino podía ser largo, y luego el recibimiento podía ser bueno o no. Si
la gente no les recibe ni les escucha, deben “sacudir el polvo de las sandalias”.
Este era un gesto que los israelitas solían hacer cuando salían de tierra de
paganos. Ahora Jesús les está indicando que aquellos que no reciban la doctrina
del amor de Dios, aunque se crean muy adoradores del Altísimo, son como paganos.
También para nosotros es un signo del deber cumplido. Lo importante no es si
nos escuchan o no, sino el haber cumplido con el deber de expresar el mensaje
de Jesucristo. Él, como a los apóstoles, no nos promete éxitos y aplausos
fáciles, sino muchas veces incomprensión.
Jesús les manda a expulsar demonios y hacer el bien. Estos demonios eran
en primer lugar los propios de los mismos discípulos: su fanatismo judaizante y
sus pretensiones de superioridad. Demonios solían llamar a las diversas
enfermedades; pero también eran los egoísmos, odios, rencores, todo lo que crea
la corrupción y el pecado. Ellos ofrecían esperanza, conversión y curación
plena. Todo aquel que comienza un nuevo camino de vida tiene que luchar con
demonios que tiene dentro, hasta conseguir la conversión y la salvación. Para
ello las cosas externas suelen estorbar. El entrar en aquellas casas era un
signo de necesitar a los demás, signo de pobreza, signo de integración en la
comunidad por medio de la familia que les recibe. La familia es el lugar donde
se inicia el proceso de transformación de la sociedad. Amigo, si te sientes
misionero, según este ideal de Jesús, te felicito, y adelante, que Dios está
contigo.
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