En
la vida de religión, que es unión con Dios, debe haber siempre progreso. Por
eso es difícil hablar lo mismo a todos. A veces hablaba Jesús a la gente de
cosas sencillas o también con mensajes comprometedores; a veces a propósito
buscaba estar más a solas con los apóstoles para irles instruyendo sobre
posiciones más adelantadas en esta entrega que habían hecho para la causa de
Dios. En la parte del evangelio correspondiente a este día aparecen los
apóstoles creídos que ese Reino de Dios se parece mucho a los reinos de la
tierra donde se ganan puestos por méritos materiales y por lo tanto existen
ambiciones.
Jesús
acepta a sus discípulos como son; pero cree en su transformación. Y por eso
teniéndoles aparte les quiere enseñar que los puestos en ese Reino de Dios son
de muy diversa manera que lo que se da en el mundo. Los apóstoles estaban
todavía en esa fase espiritual en que están o estamos tantos cristianos:
queremos el triunfo de la religión, queremos que Dios reine, cantamos con
entusiasmo en la iglesia y yo qué sé cuántas cosas hacemos por el bien de
nuestra religión en el sentido material; pero al mismo tiempo queremos que
nuestro nombre figure en primer lugar y guardamos odio en nuestro corazón y
mucha envidia hacia quien ha podido escalar un puesto mejor que el nuestro,
etc. Y por eso los apóstoles ponían poca atención interna a las palabras de
Jesús sobre muerte y sacrificio. Y discutían sobre puestos en el Reino. Ellos
sabían que eso no le gustaba a Jesús.
Entonces,
cuando llegaron a casa, que sería la casa de Pedro en Cafarnaúm, Jesús “se sentó”.
Esta es una frase que en la cultura hebraica significaba que quería darles una
doctrina, como solían hacer los que en la sinagoga se “sentaban” para instruir.
Ahora Jesús les instruye, a ellos y a nosotros, sobre lo que son los puestos
verdaderos en el Reino de Dios: uno va ascendiendo según crece su servicio
hacia los demás.
Pero
hacer un “servicio” puede tener falsedades y mucho orgullo. ¡Cuántos quisieran
estar al servicio directo del Papa o de un rey! Jesús les dice que servir es
rebajarse y estar dispuestos a hacer el bien, especialmente a los abandonados o
menospreciados, a los que son tenidos por poca cosa. Y para poner un ejemplo,
busca a un niño (un “criadito” se dice en algunas traducciones) y lo pone en
medio como ejemplo. Siempre debemos entender que en aquel ambiente un criadito
era lo que se llama hoy “un niño de la calle”: que vivía de los “mandados” que hacía,
siempre despreciado y tenido en poco. Y Jesús les dice que el que hace un bien
a ese niño se lo está haciendo al mismo Jesús, que es lo mismo que hacerlo al
mismo Dios.
Ese
es el gran mensaje que hoy nos deja el evangelio. Servir a los demás es el centro
del cristianismo. El evangelio no trata de dejar bien parados a los apóstoles.
Son hombres normales, que van subiendo en el camino hacia Dios. La Iglesia de hecho no se
basa sólo en ellos, sino en la fuerza del Espíritu que vive en ellos y en
nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario