Hoy
la Iglesia
nos recuerda palabras esperanzadoras de Jesús en la Ultima Cena. En
nuestra vida encontramos muchas personas desorientadas y angustiadas por los
acontecimientos de la vida. Nosotros mismos a veces nos sentimos turbados. Es
necesaria la fe y la esperanza. Fe en Jesús, que es lo mismo que tener fe en
Dios, que es Padre bueno, que está con nosotros. Esperanza en Jesús que ha
resucitado para prepararnos un lugar en el cielo. Claro que para ir allí hay
que seguir el verdadero camino. Así se lo decía Jesús a los apóstoles; pero
Tomás, el hombre práctico, se vuelve a Jesús y le dice que cómo van a seguir
ese verdadero camino, si no conocen cuál es el camino. A Jesús le agradó la
pregunta, pues contestó con una de esas frases muy importantes en el evangelio:
“Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
El camino es un medio para llegar a la
meta, al destino. En nuestro caso es la manera de llegar a la plenitud de la
vida. Dicho por Jesús, sabemos que es la verdad, porque es Dios igual al Padre
y es Amor hacia todos nosotros.
Ser
camino significa que si vivimos como Jesús vivió y si amamos como El, un día
podemos llegar a la casa del Padre. Para todos los desorientados Jesús con su
vida les enseña el camino.
Si
Jesús es el camino es porque es la verdad. Hay mucha gente dominada por
la mentira, el engaño, la corrupción. Jesús es la palabra del Padre, que quita
las tinieblas del alma y nos da la luz. La verdad no se improvisa. Hay que
seguir buscándola.
Y para que este camino lo podamos seguir con
energías, Jesús se presenta como la vida. Él resucitó triunfando sobre
la muerte. Él había dado su vida para recibirla gloriosa y para que nosotros
podamos tener la vida eterna.
Esta
es nuestra fe: creer en Jesús, que es creer en Dios. Ser cristiano es vivir en
plenitud como hijos de Dios. Si así vivimos, seremos testigos para otros de
Jesús, que es camino, verdad y vida.
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