Parece
que este capítulo 21 de san Juan es un añadido posterior, hecho por el mismo
autor, aunque algunos dicen pertenecer a algún discípulo. El hecho es que con
el capítulo 20 termina propiamente el evangelio diciendo que muchas más cosas
podría decir sobre los hechos y dichos de Jesús. Una de esas cosas es este
capítulo 21 en que cuenta cómo Jesús se aparece a unos pocos apóstoles y en que
lo más importante es la designación clara de Jesús para que Pedro fuera el
responsable principal de la Iglesia. Es posible que, al morir san Pedro y
quedar como único superviviente de los apóstoles san Juan, algunos creyeran que
éste sería el principal responsable en la Iglesia. El evangelista acentúa la designación
de Pedro por parte de Jesús, y por lo tanto se legitimaba la responsabilidad en
el sucesor de Pedro.
Eran
siete los apóstoles que se ponen a trabajar aquella noche ante la insinuación
de Pedro. Pero no pescan nada. Por la mañana, a lo lejos, aparece una persona a
quien no reconocen y que les pregunta por la pesca. Ante la negativa les
sugiere echar la red a la derecha y ellos obedecen. La pesca milagrosa es casi
como un premio a esa confianza en el desconocido. San Juan es quien primero se
da cuenta que “es el Señor”. Esto sí
nos hace reflexionar en algo importante que sucede en la Iglesia. No es el
mayor quien tiene más autoridad o quien tiene más ciencia, sino quien tiene más
amor. A veces pueden coincidir, otras no. De hecho los que aman mucho a Dios
tienen un sentido especial para discernir las cosas espirituales y discernir
también los acontecimientos materiales a la luz de Dios. En grado sublime se
debe a la actuación de los dones del Espíritu Santo. Podríamos constatarlo en
la historia de la Iglesia.
Aquella
pesca milagrosa se parece a la otra pesca en que Jesús llamó a Pedro y otros
compañeros para ser “pescadores de hombres”. Entonces parecía todo como más
natural en su entorno; Ahora está todo como envuelto en un manto de misterio:
es el ambiente de la Resurrección. En ese mismo lugar Jesús va a dar a San Pedro
esa misión de reafirmar en la fe a sus hermanos. Podría haberle rechazado
después de las tres negaciones; pero Jesús es fiel a lo prometido, ve el
arrepentimiento y confía en su discípulo que tiene lo principal, que es el
amor.
Para
ello le hace un examen sobre el amor. Por tres veces le va a preguntar si le
ama. Hay una diferencia entre el “amar”, según lo pregunta Jesús, y el “querer”
con lo que responde san Pedro. En nuestra lengua no hay prácticamente
diferencia. En el original (el griego) el “amar” de Jesús, que lo usa dos
veces, tiene un sentido religioso de fidelidad en el servicio. San Pedro es
humilde y le responde con el “querer”, que es el término de amistad. Jesús le
sigue la corriente y a la tercera vez le dice el mismo término de “querer”, a
lo que san Pedro con humildad, recordando las tres negaciones, ni se atreve a
responder directamente, sino que lo deja al conocimiento del Señor.
Jesús
entonces le confiere la gran dignidad o responsabilidad de velar por toda la
Iglesia por medio del símbolo del pastor y las ovejas. Era algo muy propio de
los orientales realizar las grandes acciones por medio de símbolos. Jesús le
confiere la responsabilidad sobre las ovejas y los corderos, entendiendo por
ello como los fieles y los que tienen una misión de dirigir una parcela de la
Iglesia. En todo ello hay una gran dosis de amor. Jesús en ese momento, de una
manera sublime, al mismo tiempo está perdonando y nos está diciendo a nosotros,
que quizá nos hemos apartado de Dios por los pecados, que si uno se arrepiente,
no sólo recibe la gracia fundamental, sino que recibe todas las gracias y dones
espirituales que tenía antes.
Hay
un dato curioso: Dice el evangelio que los apóstoles como que querían
preguntarle a Jesús: ¿Quién eres? Pero no se lo preguntaban porque sabían que
era El. En la vida espiritual sabemos que vamos guiados por Cristo. No le
vemos; pero cuanto más espíritu tengamos, más cierto sabemos que El está con
nosotros.
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