SINAGOGA DE CAFARNAÚM |
Hoy
el evangelio tiene dos partes
muy determinadas. Comienza con el principio del evangelio de san Lucas, es un
prólogo muy bien escrito en el sentido literario. San Lucas era médico y tenía
cierta cultura, que hace que sus escritos tengan un estilo más elegante que el
de otros escritores del Nuevo Testamento. Acompañaba a san Pablo, pero se da
cuenta que las palabras habladas a veces se desvirtúan y no permanecen como
puede ser un escrito. Y se pone a realizar esa labor de una forma ordenada.
Para
ello se basa en otros escritos, como ciertamente parece ser el evangelio de
Marcos y en el de Mateo por lo menos los discursos de Jesús, escritos un poco
antes. Habría algún otro escrito perdido. Pero sobre todo pregunta a los que
vivieron con Jesús “desde los orígenes”. Con esto da a entender que, si no pudo
conversar con la misma Virgen María, se informaría bien para poder describir la
historia desde antes de nacer Jesús. Lo escribe, como era la costumbre,
dedicándolo a una persona. Aquí era su amigo Teófilo.
¡Procuremos conocer nosotros con firmeza estas enseñanzas!
En
la segunda parte del evangelio de hoy se nos propone la primera predicación de Jesús
en Nazaret. Ya había enseñado por varias sinagogas y su buena fama
corría por toda aquella región. Volvió a su pueblo, no donde había nacido, sino donde
había vivido casi toda su vida y donde vivía su madre. Como era sábado,
fue
a la sinagoga. La costumbre era que además de las oraciones solía haber
dos lecturas. La primera era sobre la ley en los primeros libros de la Biblia. El comentario
lo hacía un “doctor de la ley”. Después venía otra lectura, que solía ser de
los profetas, pero el comentario lo podía hacer cualquier hombre mayor de
treinta años. Con más razón si era un visitante y si tenía fama de hablar, como
era el caso de Jesús. Había gran expectación.
Jesús
lee una parte del profeta Isaías. No se sabe si ya estaba reglamentada esa
lectura o fue escogida por Jesús. Lo cierto es que pone interés en leer la
parte que le interesa explicar. Con mucho arte el evangelista pone detalles: enrolló el libro, pues eran pergaminos,
se lo dio al asistente, se sentó y todos tenían fijos los ojos
en él.
Todos
estaban acostumbrados a que la explicación se basase en lo que el profeta
pensaba para su tiempo; pero Jesús lo hace actual y se lo aplica a sí mismo: “Hoy
se cumple esta escritura que acabáis de oír”. Es un esquema de la predicación.
Pero tuvo que ser algo vibrante escuchar las razones de Jesús actualizando la
palabra de Dios.
Lo
primero habla del Espíritu de Dios. Si estaba sobre el profeta, si había
cubierto a María y había llenado a otras personas, como Isabel y el anciano
Simeón, ¡Cómo sería en Jesús, que siempre estuvo con El, pero sobre todo fue
ungido, hasta rebosar, en el día del bautismo! Jesús no habla de promesas, sino
de realidades: Ha llegado la verdadera liberación por parte de Dios.
Jesús no es como tantos mesías falsos que prometen felicidad a base de placeres
que pasan y dejan vidas rotas quizá desde la juventud. Jesús nos habla de la liberación del pecado,
el odio, la guerra, la violencia, las injusticias, la opresión. La
liberación que predica Jesús es por medio de la confianza en Dios y la
preocupación por el hermano.
La
obra de liberación por medio de Jesús se realizaba ya aquel día; pero debe
continuar por medio de nosotros. El mensaje de Jesús continúa hoy y quizá en
nosotros mismos, porque nosotros mismos estamos a veces ciegos en el
espíritu, somos cautivos de nuestra soberbia y debemos ser pobres de
espíritu para escuchar con resultado la palabra de Dios.
Jesús
hablaba de esperanza, de salvación, como si todos los días fueran años de
gracia. Esas palabras del profeta eran el resumen de la acción misionera de
Jesús.
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