Hoy nos trae el
evangelio la primera predicación de Jesús y la llamada definitiva a los 4
primeros apóstoles. El evangelista quiere enlazar a Jesús con Juan Bautista, el
precursor, no sólo en cuanto a la persona, sino también en la doctrina de la
conversión, aunque Jesús anuncia ese Reino de Dios como algo ya presente. En el
mensaje de la primera predicación aparecen cuatro temas: el cumplimiento del
tiempo, el Reino de Dios, la conversión y la fe en el Evangelio. Los cuatro se
pueden resumir en lo que dice al principio: que Jesús comenzó a predicar el Evangelio
de Dios. Evangelio significa la Buena Noticia. A veces cuando uno se pone a leer
el periódico u oír la radio, quisiera leer o escuchar alguna buena noticia;
pero con frecuencia lo único que se encuentran son malas noticias: gente que se
mata, otros que mueren de hambre. Y, sin embargo está la buena noticia de que
Dios ha venido para decirnos que somos sus hijos, que el mundo está hecho en
justicia, verdad y paz. Muchos no se lo creen; pero hay muchas personas que
viven esta realidad del Evangelio con pleno gozo.
Jesús decía que la
espera, simbolizada por el tiempo de los profetas, ya se había terminado,
porque entre nosotros ya estaba el Reino de Dios. Ya sabemos que el Reino de
Dios pleno sólo se dará en el cielo; pero de nosotros depende que esté más
presente en esta vida. Dios es el que lo hace, pero quiere nuestra
colaboración.
¿Qué tenemos que
hacer? Dos cosas nos dice hoy Jesús: necesitamos convertirnos y creer en el
Evangelio. La conversión es un cambio de mentalidad para acomodar nuestra vida
a las enseñanzas del Evangelio. No es fácil la conversión, cuando ya nos
creemos que somos cristianos. Hay muchos cristianos que no se han planteado la
necesidad de una elección personal y responsable por Cristo. Son cristianos por
la tradición familiar o social, por las prácticas religiosas, por el temor del
más allá; pero el verdadero Evangelio, la Buena Noticia , les
es desconocido, su vida no la interpretan a la luz del Evangelio y por eso se
necesita una transformación profunda y vital en los modos de pensar y actuar.
Convertirse es cambiar la forma de ser, es cambiar de vivir la religión: de
sólo formalista a vivirla con intimidad; es cambiar la forma de valorar a la
gente, de ver sus necesidades y problemas a la luz del Evangelio.
Para poder entrar
y vivir en el Reino de Dios, Jesús nos habla de una acción más bien negativa
como es la conversión o quitar lo malo, y de una positiva que es creer en
el Evangelio. Creer es ver lo positivo de la vida, es confiar en Dios que hará
algo grande en nuestra vida ahora y después de la muerte, es estar convencido
de que es posible estando con Dios. Para esto hay que seguir a Jesús.
Por eso a continuación nos describe la llamada a los 4 primeros apóstoles y la
generosidad con que responden dejándolo todo para estar y vivir con Jesús.
Después vendría la labor de la predicación.
No a todos nos
llamará para ser predicadores, aunque de alguna manera todos debemos predicar.
Pero a lo que sí nos llama es a seguirle. El Evangelio y el Reino de Dios es
una misma cosa con Jesucristo. Jesús no sólo anuncia el Reino, sino que es el
mismo Reino. Jesús es la
Palabra de Dios que se anuncia a la humanidad. Por eso convertirse
es tener en nosotros la misma mentalidad, los mismos sentimientos de Jesús. Por
lo menos tender a ello. Lo primero será arrepentirnos de los pecados. Dios está
deseando perdonarnos, como hizo con la ciudad de Nínive, de que nos habla hoy
la primera lectura. Escuchó a Dios a través del profeta Jonás, que predicó con
entusiasmo, obedeciendo a Dios, aunque ni el mismo profeta estaba convencido.
Creer en el
Evangelio nunca es un acto terminado y conseguido, sino que siempre estamos en
camino y continuamente debemos renovarnos para que el Reino de Dios penetre más
y más en nuestro espíritu. Este Reino no es algo material, como estaban
acostumbrados a pensar los primeros oyentes de Jesús. Toda su vida sería
explicar este reino de paz, de justicia y amor, que debemos pedir: “Venga tu
Reino, Señor”.
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