sábado, 22 de marzo de 2014

ENCONTRARSE A GUSTO CON DIOS - PAGOLA

ENCONTRARSE A GUSTO CON DIOS

Son bastantes las personas que, a lo largo de estos años, se han ido alejando de Dios, casi sin advertir lo que realmente estaba ocurriendo en sus vidas.
Hoy Dios les resulta un «ser extraño». Cuando entran en una iglesia o asisten a una celebración religiosa, todo les parece artificial y vacío. Lo que escuchan se les hace lejano e incomprensible.
Tienen la impresión de que todo lo que está ligado con Dios es infantilismo e inmadurez, un mundo ilusorio donde falta sentido de la realidad.
Y, sin embargo, esas mismas personas en cuya vida apenas hay experiencia religiosa alguna, andan con frecuencia a la búsqueda de paz interior, de profundidad, de sentido. Más aún. Aunque ya no creen en «el Dios de su infancia», acogerían de nuevo a Dios si lo descubrieran como la Realidad gozosa que sostiene, alienta y llena todo de vida.
Pero, ¿se puede encontrar de nuevo a Dios una vez que la persona se ha alejado de toda religiosidad? ¿Es posible una experiencia nueva de Dios? ¿Por dónde buscar?
Algunos buscan «pruebas». Exigen garantías para tener seguridad. Pretenden controlar a Dios, verificarlo, analizarlo, como si se tratara de un objeto de laboratorio.
Pero Dios se encuentra en otro plano más profundo. A Dios no se le puede aprisionar en la mente. Quien lo busca sólo por la vía estrecha de la razón corre el riesgo de no encontrarse nunca con El. Dios es «el Misterio del mundo». Para descubrirlo, hemos de ahondar más.
Precisamente por esto, algunos piensan que Dios no está a su alcance. Tal vez esté en algún lugar lejano de la existencia, pero habría que hacer tal esfuerzo para encontrarse con El, que no se sienten con fuerzas.
Sin embargo, Dios está mucho más cerca de lo que sospechamos. Está dentro de nosotros mismos. O lo encontramos en el fondo de nuestro ser o difícilmente lo encontraremos en ninguna parte.
Si yo me abro, El no se cierra. Si yo escucho, El no se calla. Si yo me confío, El me acoge. Si yo me entrego, El me sostiene. Si yo me dejo amar, El me salva.
Tal vez la experiencia más importante para encontrar de nuevo a Dios es sentirse a gusto con El, percibirlo como presencia amorosa que me acepta como soy. Cuando una persona sabe lo que es sentirse a gusto con Dios a pesar de su mediocridad y pecado, difícilmente lo abandona. Recordemos las palabras de Jesús a la samaritana: «Si conocieras el don de Dios... le pedirías de beber y él te daría agua viva».
Muchas personas están abandonando hoy la fe sin haber saboreado a Dios. Si conocieran lo que es encontrarse a gusto con El, lo buscarían.

viernes, 21 de marzo de 2014

CATEQUESIS DE LA SAMARITANA (PEDRO IGNACIO FRAILE)

 La catequesis de la Samaritana nos habla de deseos, de ‘tener sed’; nos habla de saciar esos deseos, del ‘agua’. Nos dirá que hay ‘aguas que no sacian’, que aumentan los deseos y la frustración; nos dirá también que hay un ‘agua’ que ‘calma, que sacia, y que frustra’, la que nos da Jesús.
            La catequesis del ciego de nacimiento nos habla de «ver» y «no ver»; de extrañas culpabilidades por «no ver». Del deseo de «ver» con claridad. Queremos «ver» el «sentido» de la vida, de nuestras opciones y decisiones, de situar las cosas en su sitio con una jerarquía de opciones y valores.
            Por último, la catequesis de la «resucitación» de Lázaro nos habla de los límites de esta vida: enfermedad y muerte; ausencia y dolor; llanto y angustia. Pero nos habla también de que Jesús es la «Resurrección y la Vida» (ambas con mayúsculas, a idea).

La primera catequesis: la Samaritana.
           
Una de las necesidades fundamentales del ser humano, junto con el alimento, es «saciar la sed». El «agua» tiene también el valor universal de satisfacer plenamente esta necesidad.
San Juan pone a Jesús en la tesitura de tener sed. Llega a un pozo, pero no a cualquiera sino a uno que tiene tradición histórica en Israel: es el «pozo de Jacob», el padre del pueblo, de Israel. Tiene una tradición simbólica, porque es el «pozo de los patriarcas», de los «antepasados». De esta forma une a Jesús con la historia del pueblo de Israel. Jesús no es un «francotirador» que va por libre.
Sin embargo Jesús no puede acceder al agua. Jesús tiene necesidad de que alguien le ayude. Esta imagen de Jesús que necesita ayuda es muy humana y a la vez muy simbólica.
Juan incorpora una mujer a la narración (elemento perturbador en aquella sociedad). Pero además no es cualquier mujer (judía, galilea o incluso pagana), sino ¡una «samaritana»! San Juan incide así en su condición de «sospecha», de «prevención» para los oyentes. Los judíos y los samaritanos se profesan odio ancestral por causas y agravios históricos que ahora no es el lugar para explicar.
Jesús no sólo rompe el hielo con la mujer, sino que inicia toda una catequesis en torno a la necesidad del agua, al agua que sacia y que no sacia, a las dificultades para acceder a ella. Como si se tratase de un pedagogo, Jesús la va conduciendo desde la necesidad de agua, hasta el «agua viva» que ella desconoce. En el momento  álgido, Jesús se revela a sí mismo, y hace que la mujer  la pida explícitamente: «dame de esa agua». ¡Dame de beber! ¡Tengo sed!
La samaritana puede ser cualquier persona que tiene en el fondo de su corazón una sed desconocida, son «deseos»  sin límites precisos, pero que busca saciar. No sabe bien ni en qué consisten ni cómo encontrar el «agua» en medio de tantas dificultades.
El evangelio presenta a un Jesús hábil, paciente, respetuoso, a la vez que incisivo. Interviene porque esa mujer le necesita, pero ni la desprecia, ni la avasalla, ni se impone. Es el «tacto» que le acompaña en su anuncio de la Buena Noticia de Dios.
El evangelio sigue siendo buena noticia que sacia; quizá debemos aprender de este Jesús que busca primero al hombre, a la persona en su pobreza, para proponerse como agua de Vida.

El autor es un buen amigo mio.

3º DOMINGO DE CUARESMA -A

JESÚS SE ENCUENTRA CON LA SAMARITANA

La escena es cautivadora. Cansado del camino, Jesús se sienta junto al manantial de Jacob. Pronto llega una mujer a sacar agua. Pertenece a un pueblo mise-pagano, despreciado por los judíos. Con toda espontaneidad, Jesús inicia el diálogo. No sabe mirar a nadie con desprecio, sino con ternura grande. “Mujer, dame de beber”. La mujer queda sorprendida. ¿Cómo se atreve a entrar en contacto con una samaritana? ¿Cómo se rebaja a hablar con una mujer desconocida?. Las palabras de Jesús la sorprenderán todavía más: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría del agua de la vida”. 
Son muchas las personas que, a lo largo de estos años, se han ido alejando de Dios, sin apenas advertir lo que realmente estaba ocurriendo en su interior. Hoy Dios les resulta un “ser extraño”. Todo lo que está relacionado con él, les parece vacío y sin sentido: un mundo infantil, cada vez más lejano. 
Los entiendo. Sé lo que pueden sentir. También yo me he ido alejando poco a poco de aquel “Dios de mi infancia” que despertaba dentro de mí tantos miedos desazón y malestar. Probablemente, sin Jesús nunca me hubiera encontrado con un Dios que hoy es para mí un Misterio de bondad: una presencia amistosa y acogedora en quien puedo confiar siempre. Nunca me ha atraído la tarea de verificar mi fe con pruebas científicas: creo que es un error tratar el misterio de Dios como si fuera un objeto de laboratorio. Tampoco los dogmas religiosos me han ayudado a encontrarme con Dios. Sencillamente me he dejado conducir por una confianza en Jesús que ha ido creciendo con los años. No sabría decir exactamente cómo se sostiene hoy mi fe en medio de una crisis religiosa que me sacude también a mí como a todos. Solo diría que Jesús me ha traído a vivir la fe en Dios de manera sencilla desde el fondo de mi ser. Si yo escucho, Dios no se calla. Si yo me abro, él no se encierra. Si yo me confío, él me acoge. Si yo me entrego, él me sostiene. 
Si yo me hundo, él me levanta. Creo que la experiencia primera y más importante es encontrarnos a gusto con Dios porque lo percibimos como una “presencia salvadora”. Cuando una persona sabe lo que es vivir a gusto con Dios porque, a pesar de nuestra mediocridad, nuestros errores y egoísmos, él nos acoge tal como somos, y nos impulsa a enfrentarnos a la vida con paz, difícilmente abandonará la fe. Muchas personas están hoy abandonando a Dios antes de haberlo conocido. Si conocieran la experiencia de Dios que Jesús contagia, lo buscarían. 

ESPIRITUALIDAD DEL AGENTE DE PASTORAL.1

La espiritualidad del servicio en el mundo de la salud




El ministerio como relato del amor misericordioso del Señor


La espiritualidad del ministerio en el mundo de la salud es expresión de una manera especial de vivir la vida en el Espíritu. En efecto, si la espiritualidad cristiana, considerada en su fuente original, es única, por ser único el mediador entre Dios y los hombres. Cristo Jesús, y por ser único el Espíritu santificador que nos transforma en nuevas criaturas, sin embargo, en el aspecto existencial hay expresiones diversas de la vida cristiana y, por consiguiente, modos diversos de vivir la propia vida espiritual, ya que el Espíritu Santo distribuye dones diversos y complementarios a los miembros de la comunidad eclesial. La espiritualidad de los cristianos recibe una connotación particular gracias al tipo particular de ministerio que ejercen en el mundo del sufrimiento y de la salud. Esta connotación es el resultado de la conformación con Cristo misericordioso, divino samaritano, médico de las almas y de los cuerpos. Esta conformación supone el centramiento en la figura del Crucificado, la capacidad de reconocer a Cristo en el enfermo, la imitación de las características del «divino Samaritano» y la orientación última a Jesús resucitado, fuente de esperanza. El agente pastoral sanitario encuentra en la eucaristía el alimento indispensable para su servicio, y en la virgen María un modelo de entrega incondicional. La profesionalidad y la espiritualidad, debidamente armonizadas, impiden al agente sanitario caer tanto en un pragmatismo sin alma como en un espiritualismo  abstracto.
La espiritualidad del ministerio en el mundo sanitario no ha sido objeto hasta ahora de estudios específicos. La literatura sobre la vida en el Espíritu de los que trabajan en el mundo de la salud (sacerdotes, religiosos, laicos) es bastante escasa y, en la mayor parte de los casos, se limita a las órdenes y congregaciones religiosas consagradas, en virtud de su carisma especial, al servicio de los enfermos[1].
La urgencia de una reflexión profunda y una sistematización de la investigación y la reflexión sobre este tema se deriva de los estudios que se han hecho en las últimas décadas sobre la competencia pastoral. Los grandes cambios acaecidos en el mundo de la sanidad desde el punto de vista científico, técnico, cultural y religioso han hecho surgir en no pocos agentes pastorales del mundo sanitario una sensación de inadecuación. En efecto, a diferencia de otros agentes (asistentes sociales, psicólogos...), que han visto cómo mejoraba su posición, ellos se han visto parcialmente marginados. Según algunos autores, una de las principales causas de esta situación reside en la escasa profesionalidad de los agentes pastorales. En la organización de las atenciones que se prestan a los enfermos y en los proyectos de promoción de la salud, su presencia y su influencia tienen poco relieve; la colaboración interdisciplinar no encuentra en ellos participantes activos y dignos de atención. Por eso surgió la necesidad de una formación especializada específica, destinada a capacitarlos para organizar y desarrollar su actividad de una manera más adecuada y que les permita estar a la altura de los colegas de otras profesiones. Con esta finalidad se les han brindado oportunidades eficaces de formación. El recurso a las ciencias humanas del comportamiento (sociología, psicología...) ha logrado interesar a muchos agentes pastorales.
Pero, en el fervor por obtener una formación especializada cada vez más adecuada, ha surgido de forma insistente un interrogante: ¿como compaginar la profesionalidad con la espiritualidad?[2].
En un libro ya clásico, titulado Ministerio creativo[3], Henri Nouwen trata a fondo este problema. Su libro está escrito en el contexto norteamericano, pero sus consideraciones son perfecta mente aplicables a otros países. Si hay que recomendar positivamente la búsqueda de la profesionalidad, la obsesión por dicha búsqueda puede exponemos al peligro de hacer que la validez y la eficacia del ministerio dependan más de una preparación profesional especializada que de la gracia de Dios.
En este caso se correría el peligro de separar la profesión de la vocación, cuando lo cierto es que el ministerio depende más de la calidad de la relación con el Señor, es decir, de la espiritualidad del agente, que de un crecimiento en la profesionalidad.
«Teniendo en cuenta el principio de la sacramentalidad, el ministro no es mero instrumento, sino también signo de la gracia de Dios. La realidad invisible de la gracia tiene que hacerse visible en el signo. Y éste, a su vez, tiene que encamar la realidad invisible que significa.
El signo significa lo que lleva dentro de sí. Por tanto, estar en contacto con el signo es estar en contacto con la realidad que significa. De lo contrario, se trata de un signo falso, desconectado de la realidad de la gracia que se supone que significa»[4].
Con razón afirma Rahner que «no es indiferente para el significado y la naturaleza del ministerio en la Iglesia el hecho de que éste se ejerza o no con santidad»[5].
Podemos aplicar a la acción del agente pastoral lo que escribe Pablo vi en la Evanselii nuntiandi a propósito de la evangelización:
«No habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo... Las técnicas de evangelización son buenas, pero ni las más perfeccionadas podrían reemplazar la acción discreta del Espíritu. La preparación más refinada del evangelizador no consigue absolutamente nada sin Él. Sin Él, la dialéctica más convincente no tiene poder alguno sobre el espíritu de los hombres. Sin Él, los esquemas más elaborados sobre bases sociológicas o psicológicas no tardan en revelarse vacío y faltos de todo valor. Puede decirse que el Espíritu Santo es el principal agente de la evangelización» (n. 75)[6].





[1] Para este capítulo nos servimos sobre todo de A. BRUSCO, «Spiritualitá del servizio pastorale sanitario»: DTPS, 1265-1272; cf, también A. BRUSCO - L. SANDRIN, // Cappellano d'ospedale. Disagi e nuove opportunitá, Camilliane, Torino 1993, pp. 111-118; S. PINTOR, «Spiritualitá pastorale», art. cit., pp. 247-261.

[2] Para la espiritualidad sacerdotal, cf. A. FAVALE, Spiritualitá del ministero presbiterale, LAS, Roma 1985.
[3] H. NOUWEN, Ministero creativo, Queriniana, Brescia 1981.
[4] R. MCBRIEN, «What is ministerial spirituality?», en Ministry, Harper and Row, San Francisco 1986, p. 77.
[5] K. RAHNER, La Iglesia y los sacramentos, Herder, Barcelona 1964, p. 98
[6] «El peligro de cierta pastoral consiste en quedarse tan sólo en un nivel superficial o en buscar únicamente la imagen, en carecer de interioridad y de profundidad, en no tener en cuenta concretamente el modo de la acción mistérica del Espíritu y la prioridad efectiva de los valores y las actitudes evangélicas» (S. PINTOR, L'uomo vía della Chiesa. Elementi di teología pastorale, EDB, Bologna 1992, p. 247).


CAPELLANES DE HOSPITALES

Capellanes de hospitales
Tradicionalmente, los servicios de capellanes de hospitales han sido los medios por los que se canaliza la asistencia a pacientes.[7,8] Los capellanes de hospitales pueden desempeñar una función fundamental en el tratamiento de temas espirituales y religiosos; están capacitados para trabajar con una gama amplia de temas a medida que surgen en pacientes médicos, y ser sensibles a la diversidad de creencias e inquietudes propias de los pacientes.[9] Los capellanes están generalmente disponibles en grandes centros médicos, pero tal vez ellos no estén disponibles en hospitales más pequeños toda vez que se los necesite. Es inusual que los capellanes estén disponibles para los entornos ambulatorios donde se administra gran parte de la atención en la actualidad (especialmente al comienzo del curso del tratamiento oncológico, cuando estos temas pueden surgir por primera vez).
Otro enfoque tradicional en entornos ambulatorios es la disponibilidad de recursos espirituales y religiosos en salas de espera. Esto es relativamente fácil de hacer, y se cuenta con muchos recursos; no obstante, sería altamente conveniente contar con una gama de recursos en respuesta a todos los credos (consular la sección Recursos adicionales).
Grupos de apoyo
Los grupos de apoyo pueden suministrar un entorno que les permite a los pacientes explorar inquietudes espirituales. Si estas últimas son importantes para un paciente, el prestador de asistencia sanitaria tal vez necesite identificar un grupo local que aborde estas cuestiones. Los datos publicados sobre los efectos específicos de grupos de apoyo en la asistencia con inquietudes espirituales son relativamente escasos, en parte porque este aspecto de la adaptación no se ha evaluado sistemáticamente. Un ensayo aleatorio [10] comparó los efectos de un grupo sobre mente-cuerpo-espíritu con un programa de apoyo grupal estándar para mujeres con cáncer de mama. Ambos grupos revelaron mejoras en el bienestar espiritual, si bien hubo más efectos diferenciales apreciablemente para el grupo sobre mente-cuerpo-espíritu en el ámbito de la integración espiritual. Un autor [11] presenta un modelo bien desarrollado de terapia psicológica adyuvante que emplea un formato de grupo amplio y aborda tanto cuestiones básicas de adaptación e inquietudes espirituales como curación, a través de una combinación de exploración grupal, meditación, oración y otros ejercicios de orientación espiritual. En un estudio cualitativo longitudinal minucioso de 22 pacientes inscritos en este tipo de intervención,[12] los investigadores determinaron que los pacientes con mayor participación psicológica en los temas presentados tenían más probabilidades de supervivencia prolongada. Otros enfoques están disponibles pero aún deben evaluarse sistemáticamente;[13,14] no han abordado explícitamente cuestiones religiosas y espirituales o no han logrado evaluar los efectos de la intervención en el bienestar espiritual.[15]

http://www.cancer.gov/espanol/pdq/cuidados-medicos- apoyo/espiritualidad/HealthProfessional/page5#Section_45   23.5.2007

jueves, 20 de marzo de 2014

DECÁLOGO DEL VOLUNTARIADO

DECÁLOGO DEL VOLUNTARIADO

1. RECEPTIVIDAD
Buscamos la práctica de la receptividad, entendida como el ejercicio de dejarse llenar por el otro. Más que el activismo, nuestro voluntariado está llamado a dejar que el otro ocupe su lugar, tenga su tiempo, tome la palabra, como palabra o a veces silencio que transmite un mensaje único e irrepetible. Por ello la capacidad de escucha y de saber estar será una práctica intrínseca al ejercicio de la hospitalidad
2. OBSERVACIÓN
Quien está pendiente del otro anticipa necesidades. La acción voluntaria ha de ser un observatorio  permanente de la realidad para detectar en ella nuevas necesidades sociales, nuevas pobrezas, nuevos lugares de marginación, nueva posibilidades de intervención y de presencia, así como anticipar nuevas formas de organizar al propio voluntariado en la vida y estructuras de los Centros.
3. SUPERACIÓN
La hospitalidad no discrimina ni hace favoritismo. Por ello, el voluntariado hospitalario ha de representar la superación de todo tipo de perjuicio y estereotipo cultural, social, religioso o político. En el seno de una sociedad excluyente y que alimenta la discriminación hacia determinados colectivos, la hospitalidad del voluntariado se torna en atención universal y personalizada, al tiempo.
4. HOSPITALIDAD
La hospitalidad es una expresión de amor gratuito. El desinterés, tan propio del voluntariado, ha de crecer y alimentarse en el voluntariado hospitalario. El huésped ocupa el lugar central en la acción voluntaria; una hospitalidad calculadora no es hospitalidad. Se acoge al otro porque sí, por el hecho de ser persona portadora de una eminente dignidad, por encima de cualquier otra circunstancia.
5. CENTRALIDAD
La única propuesta irrenunciable es la centralidad de la persona del enfermo/necesitado, así como el respeto a los profesionales y el resto de compañeros voluntarios. Esta centralidad hace de la hospitalidad el acto y la decisión a partir del cual realizamos una inclusión radical del huésped en nuestro circulo de intereses, protegiéndole y cuidándole de cara a las necesidades que se le presente.
6. RESPETO
El voluntariado de San Juan de Dios, valora y respeta las diferentes ideologías y creencias. El límite a dicho respeto se sitúa en el de los derechos humanos y en el de la defensa de su intimidad institucional. Se fundamenta en los valores del evangelio y en la forma como San Juan de Dios ha vivido su dedicación a los pobres, enfermos y necesitados. Tiene un talante abierto en donde ha de evitar tanto el proselitismo ideológico y religioso como la falta de respeto a quienes se manifiestan abiertos en su vida a la trascendencia.
7. SENSIBILIDAD
El valor de la hospitalidad nos lleva a cuidar una especial sensibilidad para detectar y atender a aquellas personas más vulnerables, más deterioradas, más incapaces. Son los últimos y los olvidados de nuestra cultura de la satisfacción los que ocupan un lugar preferente en nuestra acción voluntaria.
8. COMPROMISO
Somos conscientes que en nuestra misión aportamos tanto o más desde lo que somos que desde lo que hagamos. De ahí que adquiramos un serio compromiso en nuestro crecimiento humano, en nuestra madurez psicológica, en la calidad de nuestras relaciones y en la profundidad espiritual capaz de ejercer la hospitalidad en sus niveles más profundos.
9. SOLIDARIDAD
El campo de la enfermedad y el de la exclusión social es demasiado extenso y nos excede. Desde la hospitalidad, este voluntariado trabaja y se coordina con otros voluntariados y organizaciones solidarias que existen en cada uno de los territorios concretos, haciendo de las redes de solidaridad verdaderas plataformas de encuentro y trabajo en común, generando de esta manera una verdadera identidad solidaria de la que todos nos sentimos igualmente partícipes.
10. VALOR AÑADIDO

Somos llamados a aportar un “valor añadido” en la atención. A la prestación cualificada de los profesionales –a quienes no sustituimos—añadimos un campo de nuevas posibilidades mediante las que profundizamos en la asistencia integral en el desarrollo de aquellos aspectos más humanos y relacionales de la persona.

ANTE LA NUEVA LEY DEL ABORTO

Estamos en pleno debate del Anteproyecto de Ley de “interrupción voluntaria del embarazo” (IVE). Mal empezamos si para encubrir el aborto tenemos que recurrir a semánticas que dificultan la comprensión de las leyes y que intentan justificar su existencia. Los ciudadanos saben que esta es una ley para favorecer unos supuestos de Aborto. 
El gobierno trata de volver a la ley 9/1985 que era una reforma del artículo 471 bis del Código penal español. En dicha ley con un artículo único, se eximia de punibilidad a todos aquellos que realizaran el aborto bajo “tres supuestos”: grave peligro para la gestante física o psíquicamente, violación y por malformación fetal dentro de las veintidós primeras semanas. La nueva Ley elimina uno de los tres supuestos y es el de malformación fetal. 
En el código de Deontología médica en su artículo 51.1 se habla en estos términos: “El ser humano es un fin en sí mismo en todas las fases del ciclo biológico, desde la concepción hasta la muerte. El médico está obligado, en cualquiera de sus actuaciones, a salvaguardar la dignidad e integridad de las personas bajo sus cuidados”. Viene a decir que el aborto provocado supone una violación del derecho a la vida de seres humanos indefensos. 
El aborto en si mismo constituye la manifestación de una injusticia social tan grande que no podemos darle la espalda. No afecta solo a los no nacidos, sino a las mujeres que los gestan. Las leyes que se han emitido a lo largo de estos últimos veintinueve años no han dado una solución al problema, más bien lo han radicalizado. Es una hipocresía hablar del aborto como un “derecho” porque la vida no es un derecho sino un “don”. La vida “es algo” dado y que no se puede poseer como un objeto material. Todas las legislaciones de los países occidentales tienen en sus constituciones el derecho a la vida como algo fundamental. En la nuestra es el artículo quince de la constitución: “Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral…”. El artículo empieza con el término “todos” y no puede ser interpretado ambiguamente. Este artículo está en consonancia con las últimas directrices del parlamento Europeo en el que se afirma la indisponibilidad de la vida para todo ser humano por parte de otros, garantía de igualdad para todos.
Haciendo referencia a una petición del Comité de discapacidad de la ONU se pedía a España que se suprimiera el supuesto de discapacidad como causa para abortar. A mí personalmente me parece bien porque es una incongruencia mantener el supuesto de aborto por malformación fetal y a la vez promover leyes para favorecer la integración de la discapacidad en la sociedad. 
Es importante que enfoquemos la cuestión legal teniendo presentes tanto al no nacido como a la mujer, promoviendo leyes que ayuden a la maternidad y a las mujeres que se ven abocadas al aborto como una solución a su situación. El estado debe promover una ayuda con esas madres y para esos seres humanos ya pertenecientes a nuestra sociedad que son el futuro de la misma. Importante sería el desarrollo de una educación sexual acorde a los tiempos en los que se hable claramente de los riesgos de una sexualidad de riesgo especialmente entre los jóvenes. Un último punto es el contemplar la objeción de conciencia por parte de los profesionales sanitarios en toda su dimensión. No solo para los que intervienen “directamente” en el aborto sino para los que “indirectamente” colaboran dando la información o en la realización de otro tipo de actos administrativos. El derecho a la objeción de conciencia debería ser reconocido y poder ser ejercido en su totalidad porque afecta a derechos fundamentas de la persona.

Una sociedad que desprotege a sus miembros más indefensos ha llegado a unos niveles de solidaridad y de justicia realmente preocupantes. Es en el campo social de la educación de la conciencia y de los valores donde debemos prevenir las causas que hacen del aborto una práctica en continuo aumento según los índices sociológicos. A nadie se le oculta que todos pierden, especialmente el sujeto eliminado. 
Necesitamos tratar multidisciplinarmente el problema desde la crudeza y objetividad del drama. La historia ha demostrado que el aborto no es solución para nadie y que la vida es siempre una cifra de esperanza y progreso. No existe mayor muestra de insolidaridad que patrocinar la muerte del ser humano, sobre todo si es indefenso o sufre alguna tara o enfermedad. Existen valores más altos por lo que es legítimo, e incluso necesario, exponerse al peligro de perder la vida y, esa no es la situación que se presenta en el aborto voluntario. Si no se respeta una vida,  en especial desde su inicio, puede suceder que no se respete nunca o que no se respete nunca del todo. La misión de proteger la vida está implícita en la dignidad humana.