ENREDADOS EN OTRAS REDES
Hoy
es el inicio de una
aventura impresionante, la de Jesús, está latente en las tres lecturas de la
liturgia de este domingo ordinario: “Levántate y vete a….” “El momento es
apremiante” “Se ha cumplido el plazo”. Tres frases con sabor a llamada y
envío, a redención y desprendimiento: es la hora pública de Jesús, y en su
reloj, todos tenemos la nuestra. ¿Qué le respondemos?
1.
Y, con nuestras prisas, dejamos de lado precisamente eso: lo substancial. ¿Por
qué la crisis moral que estamos padeciendo? ¿Dónde están sus causas?
¿Exclusivamente en el factor económico? ¡No! Hay que ir más allá. La sociedad, y
sus dirigentes, se han empeñado en degenerar
las disposiciones de muchas cosas, en ensalzar
el “todo vale” y las consecuencias
no se han hecho esperar: asistimos a una perversión en diversos aspectos que,
con el Evangelio en la mano, no nos queda otra sino volver de nuevo al camino
verdadero.
2.
Hoy, en medio de las aguas turbulentas, el Señor nos invita a desenmarañarnos
de los caminos que sólo nos conducen a premios efímeros, a promesas
falsificadas o ficticias. La
conversión que nos propone Jesús es precisamente la que el Papa Benedicto,
recientemente, nos sugería: hay que
volver a Dios porque, a Dios, lo hemos orillado y la secuela más grave ha sido
que hemos caído en un humanismo deshumanizador y deshumanizante o en un
deshumanizado humanismo. No es un juego de palabras, es así. Sólo cuando
pongamos a Dios en el centro de nuestra vida, clave y mensaje del Reino
anunciado por Jesucristo, llegaremos a esa unión personal, social y universal
que muchos se empeñan frívolamente en conquistar al margen de toda referencia a
Dios. ¿Es posible alcanzarla sin Dios?
3.
Estamos en un tiempo privilegiado para la fe. La Nueva Evangelización,
de la cual se habla tanto, nos exige precisamente eso: desembarazarnos de
aquellas redes que han servido en otro tiempo pero que, ahora, se nos quedan
cortas o débiles. No olvidemos que, la exigencia a la conversión, sigue siendo
la misma. Que las verdades fundamentales de Jesucristo, y guardadas en el
Depósito de la Fe de la Iglesia, siguen vigentes.
¿Dónde fallamos entonces? La
prueba de fuego está en el entusiasmo de nuestra vida cristiana ¿Cómo
es? ¿Respondemos con generosidad a las llamadas del Señor? ¿Dejamos algo por
El? ¿No respondemos, a veces, con unos minutos semanales para la misa y poco
más? El Señor, cuando pasó al lado de los discípulos, no les invitó a romper
con un trozo de aquellas redes que eran su forma de vida. Les exigió algo más: si creéis en
mí…dejadlo todo. Pero con todas las consecuencias. Lo valoraron y,
mirando al horizonte del mar y lo que tenían entre manos, comprobaron que
Jesús, sus palabras y sus obras, eran un tesoro. ¿Es un tesoro para nosotros Jesucristo?
Dios, porque es bueno y justo,
confía en que vayamos cumpliendo con ese programa que se inició en el día de
nuestro Bautismo. Si hay plazo para que un artista entregue su obra, para que
un profesora acabe una asignatura o para que un pesquero regrese a
puerto…también los cristianos tenemos un vencimiento para dar muestras de
nuestro buen hacer, de que nuestra fe es sincera (no simbólica) y de que nuestras obras y nuestras palabras son un
perfecto acorde.
Ha pasado el Señor y, lejos de
mirarnos por encima de los hombros, nos mira frente a frente. Nos
sienta a su mesa. Nos habla. Nos explica las escrituras y parte para nosotros
lo más grande que tiene: su vida.