Jesús
encuentra hoy una persona honesta en la que no hay engaño. Llevamos unos días
escuchando al Señor denunciar la hipocresía, la falsedad. Frecuentemente,
pensamos que todo estaba mal en nosotros, que solo se ve lo malo, y seguimos
como norma de vida el refrán “piensa mal y acertarás”, es un error.
Dios nos conoce y siempre ve lo bueno y auténtico que hay en
nosotros. Jesucristo nos ayuda a encontrarlo y, sobretodo, a valorarlo y
confiar en nosotros mismos. Cada vez que creemos más el Él, creemos más en
nosotros mismos, porque Él entra más en nuestro corazón y lo va llenando,
transformándolo.
La
verdad que a medida que maduramos en el camino de la vida cristiana nos damos
cuenta de la cantidad de bien que hay en el mundo, del bien que hacen las
personas. Lo podemos experimentar cada día y mucha gente me lo comparte. El
creer en Jesucristo supone una liberación, y esta opera en nuestra vida. Hace
que seamos más sensibles en la caridad y que veamos con finura espiritual las
acciones de los demás, apreciando con amor el bien que hacen hasta los más
pequeños detalles que pasan desapercibidos. La fe nos ayuda a ver nuestro
entorno con realismo, sin el daño que el pecado hace a nuestra vista y
entendimiento, sin engaño.
Como el ángel en la primera lectura lleva a la visión de la
Jerusalén celeste radiante y luminosa, ciudad de Dios futura de plenitud del
reino para nosotros, el camino de la fe nos va abriendo el corazón, el alma y
el entendimiento para vivir ya el reino de Dios en nuestras vidas. La
honestidad es signo de su ciudadanía. Pero, ¿nosotros somos honestos? ¿Puede
decir Jesús lo mismo de nosotros que de Bartolomé que luego fue su apóstol?
Cerca está el
Señor de los que lo invocan sinceramente experimenta el
salmista en el salmo 144. No es tan difícil. Creo que es seguir a Cristo como
lo hicieron los apóstoles. Es no tener miedo a avanzar en nuestra fe, no tener
miedo a hablar de Él. Es ser valiente y esforzarte para crecer más y más en el
don que has recibido. Es dejarte transformar por el Espíritu. No dejes de
invocarlo, de confiar en Él, de “abandonarte” en Él. Verás como la liberación
de la honestidad te mostrará que ese refrán de los hombres es falso, no vale,
ni en tu vida y en la de la mayoría. Seamos honestos.
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