Hoy
celebra la Iglesia la fiesta de “Santa María Virgen Reina”. Es una fiesta
relativamente moderna. Sin embargo el nombrar Reina a María, la Madre de Dios,
es desde muy antiguo. Precisamente en el pueblo cristiano se la comenzó a
llamar Reina, cuando los obispos reunidos en el concilio de Efeso, en el siglo
V, declararon que a la Virgen María la podemos llamar “la Madre de Dios”. En el
año 1476 el papa Sixto IV hablaba de “María, la Reina de los cielos, encumbrada
sobre los tronos celestiales y que brilla entre los astros como estrella de la
mañana”. Y así otros papas y muchos santos, comentando lo del Apocalipsis,
sobre la mujer “coronada con doce estrellas”.
Muchas
han sido las obras de arte que celebran esta dignidad tan grande de la Virgen
María. Hay oraciones hermosas y antiguas que lo declaran, como cuando rezamos:
“Dios te salve, Reina y madre de misericordia”. En tiempo de Pascua, cuando
alegres cantamos a nuestro Rey vencedor de la muerte, también a ella, que está
íntimamente unida con su Hijo, la decimos: “Alégrate, Reina del cielo”.
El 1 de
Noviembre de 1954, al terminar el año mariano, el papa Pío XII coronó
solemnemente una imagen de María. En ese momento todo el pueblo entusiasmado
comenzó a gritar: “Viva la Reina”, y comenzó a celebrarse una fiesta en su
honor. Este papa, Pío XII, indicaba el fundamento de la realeza de María en el
hecho de cooperar en la obra de la redención, además del hecho de ser la Madre
de Dios. Eran como los preámbulos del Concilio Vaticano II. Este concilio en el
capítulo dedicado a María dice: “La Virgen Inmaculada, asunta en cuerpo y alma
a la gloria celestial, fue ensalzada por el Señor como Reina Universal, con el
fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores y
vencedor del pecado y de la muerte”.
El
hecho de que llamemos Reina a la Virgen María es como el complemento de todas
las gracias y de todas las fiestas; pero de una manera especial es complemento
y continuación lógica de haber sido María “subida en cuerpo y alma al cielo”.
Por eso la Iglesia celebra esta fiesta en la octava de la Asunción. El pueblo
cristiano reconoce en María su excelsa dignidad por encima de todas las
criaturas y expone su importancia en nuestras vidas. Porque, estando en el
cielo, no sólo está unida a su Hijo Jesús, sino que vela por nosotros en
nuestro caminar como Reina y como Madre.
Hoy
pedimos que por intercesión de María Reina, podamos alcanzar la gloria en el
reino de los cielos. Pedimos que María
sea Reina de nuestras familias, de nuestro corazón, potencias y sentidos. San
Pablo decía que si nos mantenemos firmes en la fe de Jesús, llegaremos a reinar
con El. ¡Cuánto más María que estuvo y está unida con toda plenitud con su Hijo
Jesús! Ella velará para que sigamos manteniéndonos en la fe y crezcamos en
unión con Cristo y nuestra Madre Reina.
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