Dios cumple sus
promesas
Dios nos ama, nos mira y nos habla. En Cristo, su Hijo,
nos cura, nos libera, nos salva. Al iniciar este tiempo de Adviento queremos
recordar que el Señor está ya entre nosotros. Su cercanía nos invita a abrir
bien los ojos para que con una fe despierta y orante, y con una caridad
constante y generosa podamos reconocerle presente en cada persona, en cada
situación. Dios sigue viniendo. Llama a nuestra puerta, nos visita. Ha venido
para quedarse, y continuamente renueva su presencia entre nosotros.
Es tiempo para la fe, es tiempo de esperanza, es tiempo
de amor: es tiempo de Dios ¿Qué espera
el Señor de nosotros? Que seamos personas que aman, que sirven, que se
preocupan del otro, especialmente del que sufre, del pobre, del desamparado,
del que experimenta grandes dificultades para sobrevivir.
El amor no se improvisa. Antes de hacer nuestro
"proyecto de Adviento", antes de vivir amando y sirviendo al Señor en
cada persona es necesario que recordemos, que hagamos memoria de las acciones
de Dios en nosotros.
Cuando dejamos a Dios ser Dios, Él, por puro amor, salva,
transforma, da vida, perdona, reconcilia, reconstruye. El Señor es "nuestra
Justicia". Una manera de decir aquello que proclama el profeta Isaías
acerca del Señor: es "Dios-con-nosotros". Dios actúa, se implica, no
se queda al margen. En Cristo se cumplen las "buenas palabras" de
Dios. Las promesas de Salvación que Dios ha hecho se han cumplido en Jesús, el
Señor.
Como el Señor: Amor
sin medida
Adviento: esperamos a Cristo. Queremos prepararnos al
encuentro del Señor, que viene.
San Pablo, a los cristianos de Tesalónica les exhorta a
preparar la Venida definitiva del Señor. Para ello les anima a recordar y vivir:
Un amor mutuo, fraterno, los cristianos entre sí, pero también un amor a todos.
El amor que recibimos de Dios nos fortalece, y nos convierte en signos y
testigos de ese amor de Dios.
Constantemente el Apóstol exhorta a los cristianos de la
primera hora, y a nosotros, a vivir de acuerdo a la persona de Jesús. Es la
mejor manera de preparar y esperar la Venida del Señor. ¿Cómo esperar al Señor,
que llega, si nuestra vida no está en sintonía con Él? La persona de Cristo
está en la raíz de nuestro ser y hacer. En su nombre, nos hemos puesto en
camino, para ser de "los suyos", para amar como Él. Por eso es tiempo
de contemplar al Señor. Ahora es el tiempo propicio. Esperamos a Aquel que
sabemos nos ama: Jesús, el Señor.
Despiertos y con la
cabeza bien alta
Hoy, el Señor nos exhorta a vivir esperando y preparando
su venida gloriosa. Con un lenguaje extraño y casi desconcertante se nos invita
a saber mirar con ojos de fe cada acontecimiento, cada situación personal y
comunitaria. Con este toque de atención el Señor quiere despertarnos de
nuestras indiferencias y olvidos hacia nuestro prójimo, y también hacia Dios
mismo.
Él nos anima a que permanezcamos unidos a Él, para que en
medio de las dificultades, no desfallezcamos, sino que vivamos con fidelidad y
gozo nuestra condición de discípulos y testigos suyos.
Para nosotros la esperanza del adviento tiene un nombre: Jesucristo.
El nos encomienda la tarea de contar a otros que la salvación está cerca.
Cristo es nuestra Salvación. El proyecto de Dios - el Reino- ha comenzado con
Jesús. Él es el Reino de Dios. Esperamos y caminamos hacia su realización
definitiva al final de los tiempos.
Jesús nos invita a la vigilancia por medio de una fe que
está atenta a los signos de la presencia de Dios en este mundo, en esta
sociedad. Este permanecer en vela para escuchar "los susurros" de
Dios, se fundamenta y concreta en la oración, en la conversión (viviendo la reconciliación
sacramental) y también se expresa a través de una caridad sincera y generosa. El
amor concreto a cada persona me mete en la experiencia de Dios Amor.
Sigamos celebrando la Eucaristía. Que iluminados por la
Palabra del Señor, y alimentados con su Cuerpo y con su Sangre, permanezcamos
en actitud de oración confiada, de amor fraterno y de esperanza activa para
celebrar y preparar su Venida.