NO
MATEMOS LA ESPERANZA
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Qué
gran lección dio el Papa, en un viaje a su país Alemania, ante ciertos sectores
que se oponían a este acontecimiento dijo: “Ante todo, diría que es algo normal
que en una sociedad libre y en una época secularizada se den posiciones en
contra de una visita del Papa. Es justo que expresen ante todos su
contrariedad: forma parte de nuestra libertad y tenemos que tenemos que
reconocer que el secularismo y precisamente la oposición al catolicismo es
fuerte en nuestras sociedades”
1. Resulta
difícil, y a veces doloroso, ser enviados una y otra vez a la viña del Señor.
Entre otras cosas porque, las resistencias o contradicciones con las que nos
encontramos, pueden llegar a mermar o debilitar nuestras iniciativas. ¡Cuándo
llegaremos a comprender que, como el Papa manifiesta en el fondo de sus
declaraciones, no podemos ser más que el Maestro: Jesús también se topó con incomprensiones y descalificaciones.
Seguimos, un
domingo más, en la viña y como viña del Señor. Y, al escuchar el evangelio de
este día, retomo unas palabras del Papa: “hay
una progresiva indiferencia hacia la religión en las sociedades europeas”.
¡Qué
peligrosa esta situación! ¿En qué valores sustentaremos el futuro de nuestras
democracias? ¿Será posible prescindir del cristianismo (cuando algunos intentan
con guante blanco o negro dinamitarlo) y mantener toda la estructura cultural,
política, social que ha surgido como consecuencia de él?
Hay muchas
formas de tomar parte en un suicidio colectivo, en una ruina moral de nuestras
sociedades. Una de ellas es precisamente la de quedarnos de brazos cruzados. La
de no trabajar para que, el cristianismo, siga aportando a nuestra realidad
aquello que tanto necesita y echamos en falta: ética, justicia, razón, progreso
bien entendido y valores trascendentales. De lo contrario…podemos llegar a ser,
sin darnos cuenta, viñadores suicidas de la inmensa viña que nuestros
antepasados nos han dejado: la fe.
2. Muchas
veces, más por demagogia que por convencimiento real, miramos a las instancias eclesiales
como aquellos que matan las esperanzas de un nuevo modelo de Iglesia. Como si,
el cambio real de nuestra Iglesia, dependiera de quien está arriba o abajo.
Todos, allá donde nos encontramos, podemos dar un nuevo rostro, una nueva
imagen a nuestra comunidad eclesial: con nuestro testimonio eficaz, vivo y
comprometido. Un Obispo emérito (Don Fernando Sebastián) afirmo: “Nadie es obispo por codicia ni honores”.
Y, ser cristiano o católico en estos tiempos, es ser conscientes de que muchas
cosas las entendemos y las queremos al revés del mundo. Lo contrario, por si lo
hemos olvidado, sería una traición al evangelio. No queremos una viña del Señor
con los sarmientos que el mundo pretende injertarnos. No sería valiente, por
temor o temblor, sucumbir ante los viñadores homicidas que, por muchos y
variados intereses, intentan silenciar, vilipendiar y debilitar la riqueza de
la viña del Señor porque la quieren a su antojo: en vez de uvas, quisieran que
produjera manzanas…y eso no puede ser.
Seamos fieles
a lo que el Señor nos ha confiado. No seamos colaboradores de los que, con
crítica destructiva y bien orquestada, nos llaman a la deserción. Mantengamos
nuestra unión y, en ella, estará nuestra fuerza. Somos la viña del Señor y,
porque somos de Él, estamos llamados a dar fruto
divino (no mundano), de caridad, de amor, de justicia y de perdón. ¡Demos
fruto y que sea abundante! Pero no seamos homicidas de lo mucho y bueno que el
Señor ha sembrado en lo más hondo de nuestras entrañas. ¿Lo intentamos? Seamos
fieles a lo que nos envía el Señor.
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