Hoy les pregunta Jesús a
los apóstoles quién dice la gente que es El, y luego qué les parece a ellos
mismos. La respuesta de san Pedro merece por parte de Jesús una gran alabanza y
el primado de Pedro y de los papas, de lo cual se habla especialmente el día de
san Pedro, en que también se lee este evangelio. Hoy vamos a reflexionar algo
más en las primeras preguntas de Jesús. Porque hoy también se nos pregunta a
cada uno de nosotros: ¿Quién es Jesús? O ¿Quién es o representa para ti Jesús?
La pregunta y la
respuesta son muy importantes, porque el centro o lo más importante de nuestra
religión no son unas ideas filosóficas o teorías sobre la naturaleza, sino que
el centro es una persona, que es Dios hecho hombre. Es vital para nosotros
conocerle bien y luego vivir consecuentemente a este conocimiento.
Cuando Jesús preguntó
sobre qué dice la gente, los apóstoles fueron unánimes en que les parecía ser
como alguno de los profetas conocidos. Quizá recordaban lo que a veces habían
escuchado: “Nadie puede hacer lo que tu haces”, “un gran profeta ha surgido
entre nosotros”, “enseña como quien tiene autoridad”. También había algunos que
decían: “lo hace por medio del príncipe de los demonios”, “está fuera de sí”; y
algunos le abandonaban porque no soportaban sus palabras. Aquí los apóstoles
tuvieron el detalle de fijarse en las cosas buenas. Hoy también hay personas
contrarias a todo lo que provenga de Jesús. También hay muchos que no pueden
juzgar porque no Le conocen. Pero hay personas que piensan más o menos bien,
aunque necesiten mucha perfección. Hay jóvenes para quienes Jesús es la
novedad, la frescura, la contestación a un sistema viejo, árido, sin fantasía o
creatividad. Para muchos que se sienten oprimidos, Jesús es la esperanza de una
liberación, quizá demasiado en el sentido material. Y para algunos es un
revolucionario contra la injusticia y la opresión.
Cuando san Pedro
responde que Jesús es el Mesías, todavía está impregnado de las ideas
triunfalistas y prepotentes del Mesías que había siempre escuchado. Le costó
mucho a Jesús hacerles comprender que el ser Mesías y ser discípulo suyo es
sobre todo ser servidor de los demás. Sí es profeta, pero no para predicar sólo
la supremacía de su religión o ideología, sino el profeta del amor, la justicia
y la paz.
Hoy se nos pregunta a
cada uno de nosotros: ¿Quién es Jesús para ti? Podemos responder fácilmente con
el entendimiento: “Jesús es Dios y hombre verdadero”. Pero nuestra respuesta no
será verdadera mientras no tengamos una adhesión personal con la persona de
Jesús y con su causa. Para conocerle bien, debemos tener al menos algún
“encuentro” personal con Él y, si es posible, vivir continuamente en ese
encuentro. Hay muchos cristianos que nunca se han encontrado con Cristo, en un
encuentro vivo, y por lo tanto no le conocen. Conocerle no es sólo conocer su
doctrina, sino sus ilusiones, para qué vino a la tierra. Y sobre todo
comprometer la vida por la causa de Jesús. Por ejemplo: no se puede ensalzar la
pobreza y luego seguir viviendo en riqueza de modo egoísta y avara; no se puede
elogiar la limpieza de corazón y vivir con la murmuración y la maledicencia; no
se puede elogiar la mansedumbre y vivir con agresividad y desprecio. Jesús no
es un ser difuso o lejano, sino que debe formar parte de nuestra manera de ser
y de pensar. Y si Jesús tiene que ver mucho en nuestra vida, también tienen que
ver los problemas de los demás, especialmente los necesitados.
Jesús llama a san Pedro:
“Dichoso”, porque ha sabido responder bien, por una gracia o don de Dios, y
porque está dispuesto a ser consecuente. También hoy Jesús nos llama dichosos
si prometemos ser consecuentes con nuestro nombre de cristianos. En la oración
principal de hoy pedimos que “nuestros corazones estén firmes en la verdadera
alegría”. Hay muchas alegrías humanas; pero aparecen inconsistentes o
inestables. Con Jesús se fortalecen, pues sabemos que todas las alegrías
proceden de Dios y nos pueden preparar la definitiva alegría en la paz eterna.
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