Celebra hoy la Iglesia la fiesta de san
Andrés. Era pescador, natural de Betsaida y discípulo de Juan Bautista, cuando
conoció por primera vez a Jesús. Era compañero de Juan, el que sería el
evangelista, cuando Juan Bautista señaló a Jesús diciendo: “Este es el Cordero
de Dios, que quita el pecado del mundo”. Quizá el Bautista les invitó a sus dos
discípulos fieles a seguir a aquel desconocido. El hecho es que Andrés, con su
amigo Juan, siguió a Jesús y se pasaron juntos toda aquella tarde.

El
evangelio de hoy narra el momento en que Jesús llamó definitivamente a Pedro y
Andrés. Hasta ese día Andrés iba a veces a escuchar a Jesús y luego se volvía a
su trabajo de pescador. Desde este día deja a su familia, su pequeño negocio y
las redes para seguir ya del todo a Jesús. No va a ser sólo compañero de Jesús,
sino que va a ser enviado a predicar, va a ser testigo, continuador de la obra
del Maestro. Y para eso tiene que prepararse bien. Cierto es que con
deficiencias, como el Jueves santo cuando, como la mayoría de los apóstoles,
abandonó al Maestro; pero enseguida volvió. Después de recibir la fuerza del
Espíritu en Pentecostés, sería un verdadero apóstol del señor. Esta segunda
llamada del evangelio nos enseña que no basta con sentir una vez la llamada del
Señor, porque somos limitados y necesitamos sentir a Jesús más veces. Por eso,
quien haya hecho un cursillo o ejercicios, debe hacer otros, para poder sentir
que Jesús le sigue llamando en diversas ocasiones.
El día de la
multiplicación de los panes y de los peces, Andrés fue quien llevó ante Jesús
aquel muchacho que tenía cinco panes. Así Jesús hizo aquel milagro también por
la colaboración de Andrés. ¡Qué importantes son en retiros y en actividades de la Iglesia cosas que nos
parecen pequeñas! Así son importantes los que preparan la comida, los que lo
organizan y los que asean el lugar para que más cómodamente se pueda escuchar
la palabra de Dios. Todo lo pequeño, hecho con amor, ante Dios tiene un gran
valor para que la gracia de Dios pueda actuar por medios humanos.
El nombre de Andrés
es griego. Quizá lo hablaba. El hecho es que el domingo de Ramos hace de
intermediario, y quizá de intérprete, con unos griegos que quieren ver a Jesús.
Después de Pentecostés san Andrés predicó el Evangelio en varias naciones y,
estando en Grecia, murió mártir por Jesucristo y por el evangelio que
predicaba. Dice una tradición muy antigua que lo ataron a una cruz en forma de
X y que allí, padeciendo mucho durante tres días, siguió predicando la Buena Nueva y
convirtiendo pecadores hasta el momento de su muerte. Esto fue en la ciudad de
Patras.
Como en otras fiestas de
los apóstoles, es una ocasión más para afirmar nuestra fe en Jesucristo a
través de la enseñanza de los sucesores de los apóstoles, que son el papa y los
obispos. El anuncio del evangelio tiene un dinamismo permanente que no puede
darse treguas y siempre habrá quienes recojan el relevo. San Andrés, para
algunas iglesias cristianas orientales, como en Grecia y Turquía, es la fiesta
principal, como en Roma es san Pedro, ya que san Andrés tiene el título del
primero de los apóstoles que escuchó y siguió a Jesús.
Que la protección de san
Andrés ayude para que se realice una mayor unidad en la Iglesia , que todos sepamos
entregarnos a Cristo para el bien de nuestra iglesia local y ayudar en la
unidad de amor en toda la iglesia universal.