Domingo, 16 Nov.
2014; 33 ord. A: Mt 25, 14-30
Hoy Jesús con esta
parábola de los talentos nos quiere dar una gran lección: que con los dones que
Dios nos da no solamente no tenemos que hacer el mal, sino que debemos hacer
positivamente el bien. También podía tener otras finalidades la parábola, como
era el recordar de nuevo Jesús a los jefes religiosos de Israel que ellos no
tenían la exclusiva de las gracias de Dios, como así se lo recordaba Jesús de
varias maneras en las últimas semanas de su vida. Dios quiere que todos se
salven, y por lo tanto, si ellos se quedan inactivos y no hacen algo positivo
para que otros conozcan la bondad de Dios, tendrán un severo castigo, aunque
hayan sido predilectos de Dios.
También podemos ver
una aplicación de la parábola a la misma vida de Jesús y de las primitivas
comunidades. Jesús se va a marchar, primeramente en la muerte y sobre todo en la Ascensión ; pero volverá.
Este volver lo describió como un juicio. No dijo que iba a ser pronto, sino
“pasado mucho tiempo”. Algunas comunidades primitivas creían que iba a ser
enseguida, en poco tiempo; por eso algunos no hacían nada positivo ni
trabajaban. San Pablo tiene que denunciarles y dar la solución que hoy nos da
Jesús: Hay que poner a invertir los talentos que Dios nos da.
Dios distribuye sus
gracias de forma desigual. Hay algunos que creen que esto es una injusticia;
pero cada uno tiene sus propias particularidades. La injusticia sería si
no hubiera posibilidades de salvación.
Es de anotar cómo el amo de la parábola, al premiar al que ha duplicado los
cinco talentos y al que ha duplicado los dos talentos, les dice exactamente las
mismas palabras, porque los dos han trabajado según las posibilidades que
tenían. Dios es libre y a veces sorprendente al dar sus gracias; pero lo que
cuenta es el esfuerzo y el rendimiento proporcionado a las gracias.
El mensaje
principal de hoy está en el que no pone a fructificar el talento que recibe. Ser
cristiano no significa sólo no hacer el mal, como el que dice: “yo no robo ni
mato”. Si no hace cosas buenas con los dones recibidos, es señal de que está
haciendo algún mal. Y esto es porque una riqueza que se queda muerta o sin
invertir, se devalúa. Quien no multiplica lo que tiene, lo dilapida. Por lo
tanto quien esconde su talento, ha escogido una seguridad falsa. De hecho es
actuar por egoísmo, porque cuando hay amor, se busca aumentar los bienes de la
persona amada. A aquel hombre perezoso el amo le castiga no porque haya
malgastado el dinero o porque haya robado, sino porque no ha aumentado ese
dinero.
Dios nos da muchos
bienes, unos son naturales como la vida, la salud, la inteligencia, las
habilidades, otros son sobrenaturales como la fe, los sacramentos, la palabra
de Dios, la comunidad cristiana. Con todo ello debemos producir muchos bienes,
ayudados por la gracia de Dios. Por eso debemos atender a los pecados “de
omisión”, de los cuales nos tenemos que arrepentir. Al buen árbol frutal se le
estima sobre todo por los frutos que da. A continuación de esta parábola el
evangelista nos dirá sobre qué frutos nos pedirá cuenta el Señor, para bien o
para mal: las obras de misericordia. En el juicio final se nos preguntará por
lo que pudimos hacer y no hicimos. Esta omisión de caridad hacia “los hermanos
más pequeños” será causa de castigo. Ojalá que ese día podamos escuchar de los
labios de Jesús: “Muy bien, eres un empleado fiel y cumplidor”. Y nos dará el
premio eterno.
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