¡FELIZ ADVENTUS!
Comenzamos hoy un nuevo año litúrgico (ciclo B). Lo
comenzamos con estos 4 domingos que llamamos de Adviento, palabra que significa
“venida” o llegada del Señor. Venida en su triple dimensión: recordamos la
primera venida en la primera Navidad, sabemos que viene continuamente, porque
está continuamente entre nosotros, y esperamos la segunda venida, que será
triunfal, al final de los tiempos. De esta segunda y final venida nos fijamos
un poco más en este primer domingo de Adviento, para que nuestra vida sea una
continua y digna preparación para toda venida del Señor. Por eso el comienzo de
un nuevo año litúrgico debe ser para nosotros como el comienzo de un nuevo
curso, en el que, como buenos alumnos, debemos desear progresar en nuestra
formación espiritual. Para este progreso, en este curso del ciclo B, se nos da
un texto en los evangelios que será, en buena parte, el evangelio de san
Marcos, aquel discípulo inquieto, primero de san Pablo y por fin de san Pedro,
que, a instancias de los oyentes de san Pedro en Roma, escribió lo que el
apóstol predicaba sobre Jesús.
El
evangelio de hoy es el final del capítulo 13 donde, con lenguaje apocalíptico,
que significa algo misterioso y con símbolos, nos habla de cosas grandiosas
como son el fin de Jerusalén y del mundo. La destrucción de Jerusalén, cuando
san Marcos escribió todo esto, quizá no se había dado, pero se preveía porque
los israelitas, sobre todo los zelotes, se habían revelado de una manera sangrienta
y se preveía el duro castigo de los romanos. Entonces falsos profetas
anunciaban milagros de Dios y muchos cristianos creían que la 2ª venida de
Jesús, ahora resucitado y triunfal, estaba para llegar. San Marcos les
recuerda, con palabras de Jesús, que no es así, que sobre esa venida nadie lo
sabe; pero que en toda nuestra vida debemos tener vigilancia.
Estas
palabras son muy apropiadas para nosotros. 4 veces dice la palabra: “Velad”.
Hoy Jesús nos invita a la vigilancia. Debemos estar alerta, despiertos.
Y Jesús nos pone el ejemplo de un amo que se va de viaje y no dice la hora de
llegada. Los criados deben estar alerta las 24 horas del día. Debemos estar
despiertos, porque, si estamos dormidos, puede venir el maligno a sembrar la
cizaña, que son ideas o costumbres que entorpecen nuestra fe o nuestra
fidelidad a la palabra dada a Dios. Estar atentos es lo contrario de
“distracción”. Y desgraciadamente hay muchas cosas que nos distraen del
verdadero camino de nuestra salvación. Pueden ser hasta enfermedades o dolores
morales, desgracias personales o catástrofes; pero más frecuentes son las ideas
y las costumbres mundanas. En este primer domingo de Adviento debemos tener muy
presente cuál es el final o la finalidad de nuestra vida, que es la salvación.
Estamos demasiado metidos en las
preocupaciones mundanas. Por eso debemos vigilar. Estas palabras de Jesús algunos
creen que sirven para aumentar el temor. Esto viene de épocas medievales por la
imagen de los señores feudales demasiado despóticos hacia sus siervos. Pero
Jesús nos quiere dar esperanza, porque esta vida es un prepararse al encuentro
de nuestro Dios, que es el Padre de mayor bondad.
Vigilar
es esperar, pero no con esperanza pasiva sino activa: En la vigilancia Jesús
nos hablaba de oración. Hay que orar, pero con los ojos abiertos a la
realidad y las manos ocupadas en la redención del mundo. Vigilancia activa es,
como dice la primera oración de la misa: “para salir al encuentro del Señor con
nuestras buenas obras”.
Vigilar es estar atentos a la Palabra de Dios y ver a
Dios en los acontecimientos de cada día. Vigilar es hacer el bien y, como dice
la 1ª lectura, practicar la justicia. Sobre todo cumplir la voluntad de Dios,
que es principalmente el amor. El amor tiende a mejorar el mundo, pero
en actitud de servicio. Para ello se requiere esfuerzo y renuncia y una actitud
humilde y pobre, como decía la
Virgen en el Magníficat: Dios “despidió vacíos a los ricos”,
que son los que creen que lo tienen todo, “y llenó de bienes a los
hambrientos”, que son los que sienten la necesidad de Dios.