En
este 4º domingo de Pascua todos los años la Iglesia nos propone esta alegoría del Buen
Pastor. No es parábola, porque no está contando una historia, sino alegoría o
comparación con lo que pasa en el pastoreo. En este año del ciclo A
consideramos la primera parte. Comienza Jesús haciendo distinguir al que es
pastor del que no lo es por el hecho de entrar o no por la puerta. Había una
costumbre en Israel, especialmente con rebaños pequeños, en que por la noche
varios pastores metían sus rebaños en un mismo corral. Un guarda se quedaba
custodiando. Al amanecer los pastores iban llegando y el portero les abría.
Entonces cada uno daba su voz o silbido característico y salía con sus ovejas,
que conocían su voz y le seguían.
Al
que no entraba por la puerta, porque el guarda no le dejaba, Jesús le llama
ladrón y salteador. En lo espiritual son palabras fuertes, refiriéndose Jesús a
las autoridades judías que no se preocupaban por el pueblo, sino que lo único
que buscaban era su propia satisfacción y provecho. De una manera más incisiva
lo había dicho el profeta Ezequiel hablando de las autoridades de su tiempo.
Esta imagen del pastor era frecuente en la Escritura para hablar de reyes, profetas y jefes
de Israel. Hasta a Dios se le llamaba a veces pastor, como en el famoso salmo
de la misa de hoy. La palabra pastor no indicaba, pues, ser pobre o algo romántico, sino
que quería expresar una persona de coraje, de audacia y prudencia.
Todos
somos más o menos pastores, unos de otros. En la vida debemos conducir a otros
y dejarnos conducir por otros. Hay personas que se definen como líderes, como
puede ser cierta clase de artistas que arrastran a otros, especialmente
jóvenes, que ponen en ellos toda la ilusión; pero luego se dan cuenta, quizá
demasiado tarde, que todas las cualidades humanas son pasajeras. Lo importante
es entusiasmarse por alguien que valga la pena, no por un ídolo transitorio que
vaya a dejarnos con un angustioso vacío. Nosotros cristianos sabemos que el
único que no pasa y que puede ser verdadero guía y líder es Jesucristo. Claro
que para seguirle no hay que regatear esfuerzos y hay que conocer su voz. La
voz de Jesús está en la
Escritura , sobre todo cuando es interpretada por el magisterio
de la Iglesia. A
san Pedro le nombró como pastor visible o representante suyo. También en la Iglesia hay otros que
tienen este deber de pastoreo y de guiar en el camino hacia Dios, unidos con
Jesucristo.
Jesús
hoy nos dice también otra frase muy significativa: “Yo soy la puerta”.
Hay personas que dicen que se puede creer en cualquier dios. Pero ser cristiano
es creer sólo en el Dios manifestado por Jesucristo. Esto es lo que significa
ser puerta o entrar por la puerta que es Cristo. Es seguirle en su enseñanza,
en el ejemplo de su persona. Esto es lo que nos distingue. Entrando por Jesús
encontraremos la verdadera salvación. El nos da la verdadera vida y vida en
abundancia. Claro que esta puerta “es estrecha”, por lo cual hay que afinarse y
a veces hacernos violencia. La realidad es que muchas personas sólo buscan lo
que apetece, lo que no supone esfuerzo, y por lo tanto nunca pasan de la
mediocridad. Seguir a Jesús significa decisión; pero también una alegría muy
grande y una satisfacción de conseguir una vida que vale la pena. El hecho de
ser Jesús la puerta es lo mismo que ser el “camino”. Hoy día hay mucha
confusión, porque muchos creen que todos los caminos son iguales hacia Dios.
Ser puerta Jesús es signo de libertad y confianza para cuantos acuden a El.
Cristo
es puerta porque nos facilita el acceso al Padre. El quiere que en la comunidad
haya personas que colaboren con El en la guía y en la defensa del pueblo
cristiano. Este día, desde hace ya bastantes años, es un día especial de oraciones
por las vocaciones: para que haya más guías del pueblo de Dios; pero sobre todo
para que imiten lo mejor posible el amor de Jesús y no sean como los malos
pastores, que sólo buscan su propio provecho.
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