Todos los años en este domingo, 4º de Pascua,
la Iglesia
nos presenta a nuestra consideración la alegoría del buen pastor. Es una
especie de parábola donde cada palabra y frase tiene una correspondencia
espiritual. En este año, ciclo B, nos trae la parte central. Para el tiempo de
Jesucristo esta palabra de “pastor”, en el sentido espiritual, tenía mucho
vigor. Se llamaba pastor al mismo Dios, como hoy lo vemos en el salmo
responsorial. Dios no es un ser abstracto, sino alguien vivo que quiere
guiarnos hacia el bien. Jesús nos dirá que Dios es nuestro Padre, que nos creó,
que nos envió a su Hijo para redimirnos, que nos guía en nuestro caminar de la
vida.
Pastores también se
llamaba a veces a los reyes y a todos los que en la vida tienen una
responsabilidad de ser conductores o guías de otros. De aquí que las palabras
de Jesús proceden de una polémica porque habiendo puesto Dios como guías del
pueblo a algunos entendidos en la
Ley , en vez de buenos pastores, eran como mercenarios que
sólo se preocupaban de su propio bien, descuidando a las “ovejas” o pueblo
sencillo. Para ellos la religión no era cuestión de vida y espíritu, sino de
leyes externas.
Jesucristo es el
“buen pastor”, porque está dispuesto a dar su vida por aquellos a quienes ha
venido a salvar. El nos da el alimento espiritual que necesitamos, renueva las
energías, cuando estamos cansados, nos guía por el camino recto, cuando
encontramos situaciones peligrosas, está a nuestro lado para reparar las
heridas del alma. Siempre actúa por amor. Nadie como Jesús puede decir que “las
ovejas le pertenecen”. Las conoce de verdad y nos ama a cada uno de nosotros.
En cierto sentido
todos somos un poco pastores, ya que encontramos gentes a quienes podemos y
debemos guiar hacia el bien. Pueden ser hijos, padres ancianos, amigos,
vecinos, compañeros y muchos débiles y necesitados. Pero para el camino de la
salvación, el del espíritu, que es el principal camino, Jesús quiso dejar, para
representarle, a san Pedro y sus sucesores. Cuando Jesús le daba la
responsabilidad a san Pedro le decía: “pastorea a mis ovejas”. Ayudando al
sucesor de san Pedro están sobre todo los obispos y sacerdotes. Ciertamente ha
habido algunos o bastantes que no han cumplido con el deber de ser buenos
pastores; pero la mayoría sí cumplen bien. Por eso no hay derecho a que por
unos pocos todos sean perseguidos injustamente. En este día del “buen Pastor”
debemos pedir para que haya muchos buenos pastores, que sigan el ejemplo de
Jesucristo, hasta dar la vida. Y cuando se dice dar la vida, se entiende que es
la fortuna material, la fama, posición social, seguridad, etc.
En esta vida todos
necesitamos guías y buscamos ejemplos a seguir. Muchos jóvenes sólo encuentran
ejemplos en artistas famosos o deportistas. Ciertamente que éstos tienen una
responsabilidad al ser tenidos como ejemplos por muchas personas; pero también
debemos pensar que las cualidades externas son transitorias y que lo que queda
es el valor espiritual, que a veces en muchos de ellos falta.
Hoy Jesús nos dice
que tiene “otras ovejas que están fuera del redil”. Es una llamada universal.
Nos indica su deseo de felicidad para todos, para que también nosotros lo
compartamos y podamos ser comunicadores de vida, especialmente comunicando
amor. El amor no tiene límites y quiere que todos tengan nuestra alegría de
pertenecer al grupo de Jesucristo. Para ello debemos conocer más internamente a
Jesús. El nos dice que “sus ovejas le conocen”. Conocer para los antiguos no
era algo sólo del intelecto, sino que toda la persona estaba involucrada. El
verdadero conocimiento llega al amor. No es sólo saber que Dios es nuestro
Padre, sino experimentarlo y sentirle a nuestro lado como puede estar el padre
o madre de carne y hueso. Hoy con este ejemplo nos quiere enseñar que el Padre,
el Hijo y el Espíritu están a nuestro lado, que Dios nos acompaña y nos da la
confianza de vivir bajo su misericordia para poder estar un día juntos en su
eterna gloria.