Domingo, 8 de Febrero de 2015; 5º
ord. B: Mc 1, 29-39
Jesús estaba en Cafarnaúm.
Había explicado su doctrina en la sinagoga y había curado a un poseído por un
espíritu malo. La gente estaba admirada. En ese día se va a manifestar Jesús
como sanador de enfermedades. Saliendo de la sinagoga, se va con los 4 primeros
apóstoles a casa de Pedro. La suegra de éste está acostada, pues estaba enferma
de fiebre, con calentura alta, según certifica el evangelista Lucas. Jesús, que
siempre que se encuentra con el mal busca superarlo, muestra ahora su misericordia
y ternura, tomándola de la mano y levantándola. Un rabino judío no se hubiera
acercado a tocar a un enfermo, menos siendo mujer y menos siendo día de sábado.
Pero para Jesús lo que importa es la manifestación de la bondad.
Una reflexión que
podemos hacer es que en el mundo hay muchas clases de fiebres espirituales y
quizá nosotros mismos estamos con calentura de avaricia, de soberbia, ira,
orgullo, egoísmo, odio ambición, etc. Jesús pasa junto a nosotros y nos quiere
curar. Lo primero esencial que se necesita es que el enfermo quiera curarse. Si
esto es necesario en una enfermedad corporal ¡Cuánto más en una espiritual! Una
señal de que la curación de la suegra de Pedro fue un milagro, es que
inmediatamente se puso a servirles. Esto es lo que ella deseaba por estar en su
casa. Y es lo que Jesús quiere de nosotros, si nos sentimos curados: que nos
dediquemos a servir a otros.
Jesús nos ha dejado
grandes poderes de sanación espiritual, que muchas veces se manifiesta en lo
corporal, por medio de los sacramentos. Para ello está el sacramento de la Reconciliación , la Eucaristía , en que nos
unimos con el mismo Jesús, y la
Unción de los enfermos. ¡Cuánto bien ha hecho este
sacramento, muchas veces en el cuerpo, pero sobre todo en el espíritu, para
aquellos que lo pueden recibir, enfermo su cuerpo, pero con consciente humildad
y con mucha fe y esperanza en su espíritu!
Dice el evangelio
que al atardecer muchos le llevaban a Jesús los enfermos en el cuerpo o
endemoniados (enfermos mentales). De todos se compadecía y los curaba. Es
curiosa la anotación de “al atardecer”. Es muy posible que la gente tuviera
cierto temor a los fariseos por lo del descanso sabático que terminaba al
atardecer. Con ello nos quiere enseñar a los cristianos que ante el mal no
debemos quedarnos cruzados de brazos. De hecho en la historia de la Iglesia encontramos muchos
testimonios de santos y de instituciones, cuya labor predominante es la
curación de enfermos.
Evangelizar no es
sólo hablar, sino hacer positivamente el bien. Lo difícil a veces es saber
equilibrar lo que debemos hacer y acompañarlo con la oración. Por eso muy de
mañanita se retiró a solas a orar. Jesús, como hombre, necesitaba orar. Y esta
es una gran enseñanza que nos da a todos. La oración es necesaria para
encontrar la paz del espíritu, saber que estamos unidos cada vez más con Dios y
encontrar el verdadero sentido de la misión, como Jesús encontraba el sentido
de su misión como Mesías. De la oración profunda y larga volvía a los suyos
renovado, luminoso y sereno. No parece ser que orase con muchas palabras o
palabrería, como El nos dice alguna vez. Más bien serían afectos interiores.
Así nuestra oración nos demarca la manera de ser.
Otra reflexión que
podemos hacer al ver a Jesús sanando enfermedades y otras clases de males es el
porqué de tantos males que hay en el mundo. Muchas personas no ven el sentido
de un Dios misericordioso, cuando en verdad hay tantos males. Hay cosas
esenciales que debemos saber: Dios no quiere el sufrimiento. Ciertamente es un
misterio el porqué es así el mundo; pero sabemos que este mundo es un paso para
el definitivo y totalmente feliz. La libertad es un bien. El mal proviene de
haber usado mal la libertad. Dios mismo ha venido a sufrir con nosotros; pero
nos enseña a trabajar para desterrar todo el mal que podamos con nuestras
fuerzas. El mal no es un castigo y Dios mismo nos da fuerzas suficientes para
superarlo y poder sacar bienes de todo mal. Pidamos gracia para comprenderlo y
para trabajar con alegría por el bien.
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